Al cumplirse hoy 114 años de su natalicio, el periodista Alfredo Leuco, en su editorial de «Le doy mi palabra», habló sobre el presidente Arturo Illia y su eterno recuerdo de humildad y honestidad ante el pueblo argentino.
El nacimiento de don Arturo
Hoy es el día de la decencia y la moral
cívica. Así lo dice una invitación que me
llegó para recordar a esta misma hora
en el Senado de la Nación a don Arturo
Umberto Illia que nació un día como hoy,
hace 114 años. Obviamente no pude ir al
homenaje pero me pidieron que me sume
con una de las columnas que mas vueltas
dió por la blogósfera que titulé “Illia en
pijamas” y dice así:
El sábado, en su glorioso recital, Jairo
contó una vivencia estremecedora de su
Cruz del Eje natal. Una madrugada su
hermanita no paraba de temblar mientras
se iba poniendo morada. Sus padres
estaban desesperados. No sabían que
hacer. Temían que se les muriera y fueron
a golpear la puerta de la casa del médico
del pueblo. El doctor Arturo Illia se puso
un sobretodo sobre el pijama , se trepó
a su bicicleta y pedaleó hasta la casa de
los González. Apenas vio a la nenita dijo:
“Hipotermia”. “No se si mi padre entendió
lo que esa palabra rara quería decir”, contó
Jairo. La sabiduría del médico ordenó algo
muy simple y profundo. Que el padre se
sacara la camisa, el abrigo y que con su
torso desnudo abrazara fuertemente a
la chiquita a la que cubrieron con un par
de mantas. “¿No le va a dar un remedio,
doctor?”, preguntó ansiosa la madre. Y
Arturo Illia le dijo que para esos temblores
no había mejor medicamento que el calor
del cuerpo de su padre.
Una hora después, la chiquita empezó
a recuperar los colores. Y a las 5 de la
mañana, cuando ya estaba totalmente
repuesta, don Arturo se puso otra vez su
gastado sobretodo, se subió a la bicicleta
y se perdió en la noche. Jairo dijo que lo
contó por primera vez en su vida. Tal vez
esa sabiduría popular, esa actitud solidaria,
esa austeridad franciscana lo marcó para
siempre. El teatro se llenó de lágrimas. Los
aplausos en la sala denotaron que gran
parte de la gente sabía quien había sido
ese médico rural que llegó a ser presidente
de la Nación. Pero afuera me di cuenta que
muchos jóvenes desconocían la dimensión
ética de aquél hombre sencillo y patriota. Y
les prometí que hoy, en esta columna les
iba a contar algo de lo que fue esa leyenda
republicana.
Llegó a la presidencia en 1963, el mismo
año en que el mundo se conmovía por el
asesinato de John Fitzgerald Kennedy y
lloraba la muerte del Papa Bueno, Juan
XXIII.
Tal vez no fue una casualidad. El mismo
día que murió Juan XXIII nació Illia como
un presidente bueno. Hoy todos los
colocan en el altar de los próceres de la
democracia.
Le doy apenas alguna cifras para tomar
dimensión de lo que fue su gobierno. El
Producto Bruto Interno (PBI) en 1964
creció el 10,3% y en 1965 el 9,1%. “Tasas
chinas”, diríamos ahora. En los dos años
anteriores, el país no había crecido, había
tenido números negativos. Ese año la
desocupación era del 6,1%. Asumió con
23 millones de dólares de reservas en el
Banco Central y cuando se fue había 363.
Parece de otro planeta. Pero quiero ser
lo mas riguroso posible con la historia.
Argentina tampoco era un paraíso. El
gobierno tenía una gran debilidad de
origen. Había asumido aquel 12 de octubre
de 1963 solamente con el 25,2% de los
votos y en elecciones donde el peronismo
estuvo proscripto.
Le doy un dato mas: el voto en blanco rozó
el 20% y por lo tanto el radicalismo no tuvo
mayoría en el Congreso. Tampoco hay que
olvidar el encarnizado plan del lucha que el
Lobo Vandor y el sindicalismo peronista le
hizo para debilitarlo sin piedad. Por
supuesto que el gobierno también tenía
errores como todos los gobiernos. Pero la
gran verdad es que Illia fue derrocado por
sus aciertos y no por sus errores. Por su
historica honradez, por la autonomía frente
a los poderosos de adentro y de afuera.
Tuvo el coraje de meter el bisturí en los
dos negocios que incluso hoy mas facturan
en el planeta: los medicamentos y el
petróleo. Nunca le perdonaron tanta
independencia. Por eso le hicieron la cruz
y le apuntaron los cañones. Por eso digo
que a Illia lo voltearon los militares
fascistas como Onganía que defendían los
intereses económicos de los monopolios
extranjeros. El lo dijo con toda claridad: a
mi me derrocaron las 20 manzanas que
rodean a la casa de gobierno.
Nunca más un presidente en nuestro
país volvió a viajar en subte o a tomar
café en los bolichones. Nunca mas un
presidente hizo lo que el hizo con los
fondos reservados: no los tocó. Nació en
Pergamino pero se encariñó con Cruz del
Eje donde ejerció su vocación de arte de
curar personas con la medicina y de curar
sociedades con la política. Allí conoció a
don González el padre de Marito, es decir
de Jairo. Atendió a los humildes y peleó por
la libertad y la justicia para todos.
A Don Arturo Humberto Illia lo vamos a
extrañar por el resto de nuestros días.
Porque hacía sin robar. Porque se fue del
gobierno mucho mas pobre de lo que entró
y eso que entró pobre. Su modesta casa
y el consultorio fueron donaciones de los
vecinos y en los últimos días de su vida
atendía en la panadería de un amigo. Fue
la ética sentada en el sillón de Rivadavia.
Yo tenía 11 años cuando los golpistas
lo arrancaron de la casa de gobierno. Mi
padre que lo había votado y lo admiraba
profundamente se agarró la cabeza y me
dijo:
– Pobre de nosotros los argentinos. Todavía
no sabemos los dramas que nos esperan.
Y mi viejo tuvo razón. Mucha tragédia le
esperaba a este bendito país. Yo tenía
11 años pero todavía recuerdo su cabeza
blanca, su frente alta y su conciencia
limpia.
Fuente: http://secciones.cienradios.com.ar
Un militante Radical de Baradero, Walter Ocampo, escribió en su pagina de Facebook el siguiente texto sobre Arturo Illía
En Argentina en donde los últimos presidentes han sido y son dueños de un millonario patrimonio- hubo un mandatario don Arturo Illia (UCR) que la única propiedad que tuvo en su vida fue una pequeña casa que, precisamente, gestionaron y ayudaron a pagar sus vecinos en agradecimiento a los servicios prestados. Tuvo que vender su auto porque no quería usar los fondos del Estado para solventar los gastos que le imponía su cargo. Fue el único presidente argentino que se negó a recibir una jubilación del Estado y sobrevivió hasta su muerte en 1983 trabajando en la panadería de un amigo…por ello para mi Don Arturo ILLIA fue es y será sinónimo de humildad, honradez, honestidad, militancia, compromiso y patriotismo.
Comentarios de Facebook