Cómo logró aterrizar en el centro de la isla, en medio de la tragedia. El relato de una pesadilla real. Además, el aliento de todos los líderes del mundo para Japón.
Por Diego Laje*-Bajo el agua. El puerto de Onahamal, en la ciudad de Iwaki, mezcla barcos con camionetas que quedaron sumergidas cuando el agua desbordó las calles. La televisión japonesa también emitió imágenes de los automóviles que flotaron en las aguas.
A pocas horas del mortal terremoto que azotó a Japón, llegué al aeropuerto de Nagoya, la cuarta ciudad más grande de país, emplazada en la costa del Pacífico, en la región de Chubu. Aterricé en el centro de la isla, lo suficientemente lejos del epicentro para que la terminal siguiera en funcionamiento cuando muchas otras ya habían cerrado por los daños del sismo, pero no alejada tanto como para no percibir aún el miedo.
Eran las 22.30, hora de Argentina, el vuelo se había extendido por 3 horas y 35 minutos, desde Manila. Para alcanzar mi destino tuve que optar por vías alternativas a Tokio, ya que gran parte de la infraestructura de la capital había colapsado. Para entonces, ya el mundo se hacía eco de la emergencia que afectaba a la potencia nipona. En Estados Unidos, un consternado presidente, Barack Obama, transmitía sus condolencias por televisión y se repetía en las pantallas de la terminal. Hablaba de muertes, daños y se comprometía a brindar “toda la ayuda posible” en el futuro inmediato.
“Las imágenes de destrucción e inundaciones de Japón son simplemente desgarradoras”, escuché sus palabras en la conferencia de prensa. Su cooperación se tradujo en dos portaaviones al mar japonés y un tercer buque al territorio estadounidense en las islas Marianas.
También la televisión hablaba de duelo entre los líderes de Europa, en Bruselas. “Solicitamos a la alta representante de la Unión Europea para las Relaciones Exteriores (Catherine Ashton) y a la Comisión Europea que movilicen toda la ayuda adecuada”, informaron en un comunicado. El primer ministro británico, David Cameron, agregó que haría “todo lo posible para ayudar” mientras que el jefe de estado galo, Nicolas Sarkozy, apuntó que “la solidaridad de Francia está garantizada”.
No es fácil arribar a Japón. Tuve que alejarme para después acercarme. Volé desde las Filipinas porque todos los vuelos desde Hong Kong a Japón estaban cancelados o llenos. Con los principales aeropuertos internacionales cerrados sólo quedaban las sobras.
En Hong Kong, el impacto del sismo fue grande. Gran cantidad de hongkoneses viven en Japón por lo que el gobierno tuvo que salir rápidamente a movilizar recursos en su búsqueda y asistencia. Como sucedió en el norte de Africa con las revueltas de Egipto, Túnez y Libia, el Ejecutivo debió poner su maquinaria en movimiento para acudir en su rescate.
Mi paso por Manila fue casi un trámite. Ni siquiera pude salir del aeropuerto. Pero supe que en la Argentina el gobierno también había expresado sus condolencias, además de ofrecer ayuda por el devastador terremoto. La presidenta Cristina Fernández lo comunicó a través de una carta enviada al primer ministro japonés Naoto Kan. “Hoy la víctima ha sido el pueblo de Japón y le ruego reciba todo el afecto y solidarida d de mi gobierno y del pueblo argentino”, destacó. En el último párrafo, brindó su asistencia para lidiar con las consecuencias del sismo: “Ya he instruido a nuestra Cancillería para que mediante nuestros Cascos Blancos comiencen a cooperar con quienes se encuentran socorriendo a las víctimas”.
Toda la ayuda posible es necesaria. Lo comprobé al tocar tierra en Japón. Pero apenas me encuentro en Nagoya y con un severo problema para llegar a Tokio. No sé cómo voy a viajar a esa ciudad porque no está funcionando el tren bala, que me dejaría en tan sólo dos horas en condiciones normales. Pero, en la situación actual, desconozco cuándo y cómo voy a llegar a la capital, aunque de algún modo conseguiré viajar.
Las autoridades japonesas están poniendo toda su energía en evitar que la gente se movilice, lo cual está agravando mis chances de desplazarme. Estimo que hoy o mañana van a reestablecer los transportes públicos porque Japón es un país muy organizado pero que vive una de sus peores catástrofes en años.
*Desde Nagoya.
Perfil.com
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