Lejos de sábanas blancas, las noches con ruidos de bombas de infusión, el olor a hospital y los días interminables mirando por la ventana, esperando el minuto en que te dicen: «¡Podés ir a casa! ¡Tenés el alta!»
Y hay tanto para agradecer: la llegada de noches de sueños profundos, la comida de mamá, los abrazos de los hermanos, los paseos al aire libre, el amor de los abuelos, los tíos y las primas.
¡Qué bendición!
Aunque la fiebre ha continuado, pero más espaciada (cada 12 horas), sus valores indican que todo va mejorando firmemente.
En el control de ayer, su hemograma dio como resultado 600 mil plaquetas, 7 mil glóbulos blancos y 5 mil neutrófilos, 9,5 de hemoglobina y parámetros de inflamación en descenso, después de tres semanas sin poder ver una bajada.
El viernes tenemos nuevo control.
¡Estamos agradecidos a Dios por este tiempo tan preciado!
¡El corazón también está volviendo a tomar fuerzas!
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