Pasan las semanas, se acumulan los meses y la esperanza, aún larga como se la estila en épocas de crisis, no alcanza a sostener el espíritu de muchos comerciantes que ven menguados sus ingresos debido a la caída de las ventas.
Uno de los rubros comerciales que más ha resultado perjudicado es el gastronómico, que solamente durante los fines de semana trabaja de manera razonable y no en todos los casos, mediante el concurso de algunos visitantes que siguen llegando a Baradero; pero la recaudación de esos días resulta insuficiente para costear los gastos corrientes que crecieron de manera exponencial. El costo de los servicios representa hoy un monto crucial para la subsistencia de muchos comercios, en cuanto a los alquileres, que si bien han sido desde siempre un costo a considerar, paradojalmente no lo es tanto en muchos casos ya que se conocen historias de varios propietarios que no han reclamado un aumento tal que ponga en riesgo la continuidad comercial del inquilino. Sabemos de un caso en que un comerciante, dueño de un reconocido negocio de pizzería, le comunicó al propietario del local en el que trabaja, que había decidido cerrar; el locador le dijo que si lo que lo llevaba a tomar esa decisión era el precio del alquiler que no se hiciera problema, ya que no sólo no le solicitaría aumento del monto sino que además, le ofrecía una rebaja si con eso facilitaba la continuidad del comercio. Es que el hombre razonaba así: si cierra, son meses de alquiler perdidos ya que hay que reparar las instalaciones, pintar y esperar que alguien venga a alquilar; en tanto no hay ingresos y tengo egresos, aunque rebaje el alquiler, conviene. Y así se arregló la cuestión.
El Diario de Baradero
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