Se dice de antaño que en la victoria se está sobrado de aliados y en la derrota se carece de amigos; además, tras ésta, casi inevitablemente surgen los cuestionamientos. Así le sucede al peronismo local que, luego de los comicios del domingo último ha entrado en un proceso de esos que abundan en la política y de los cuales se conoce como comienzan pero no cómo terminan.

La figura de Aldo Carossi genera desde siempre opiniones dispares. El ex intendente ha tenido y aún tiene sostenedores inclaudicables, pero a medida que fue pasando el tiempo, algunos de sus compañeros de ruta comenzaron a defeccionar. También debe ser considerado el caso de Lischetti, el dirigente de Alsina que, tras ocupar el segundo puesto en las PASO, manifestó claramente que no iría en ninguna lista que llevara a Carossi como candidato y así lo hizo.

Si cuando se desconocía aún el veredicto que dieron las urnas en Baradero ya había algunos disconformes con Carossi, es de imaginar qué ha sucedido tras la apertura de los sobres y, más precisamente, tras el recuento de los votos. Hasta surgen los que antes no se animaban a hablar y ahora se sienten con derecho a plantear sus diferencias llegando, en más de un caso, a comentar que el ex intendente debería dar un paso al costado y dejar lugar a otros dirigentes que reclaman un espacio.

Se supone, incluso, que muchos de quienes acompañan hoy a Carossi también están dudando sobre el tema y en la intimidad se plantean la posibilidad de buscar la unidad con los demás sectores, algo que ven como una necesidad esencial pero que, al mismo tiempo, ven imposible si Carossi desea seguir siendo el conductor del justicialismo en el ámbito local.

Las huestes que comanda el «Curu» Ferreyra, tal vez desanimadas por la magra cosecha de votos, enfrentan ahora un dilema: saben que no tienen otra alternativa que buscar la unidad, pero sus dirigentes están muy cuestionados por la actitud que tomaron ya que, se sostiene, que durante años se alinearon con el kirchnerismo, defendieron abiertamente sus políticas y usufructuaron de ellas y, llegado el momento de apoyar a la ex presidenta Fernández, se pasaron de bando quedando en una incómoda posición dentro del justicialismo. Más aún, en el plano local, algunos dirigentes que por años fueron sostenedores del kirchnerismo, en el momento de la campaña, que totalizaron solamente algunas semanas, parecieron haberse olvidado de los doce años que se mantuvieron alineados con la conducción de quien terminaron siendo acerbos críticos.

Otro hecho que ha llamado la atención, es la aparición pública de Ricardo Montesanti quien desde hace largo tiempo se había llamado a silencio a punto tal que se sospechaba su retiro de la política. Ahora reapareció y se dice que ha sido en más de un aspecto, sostén de la candidatura del joven Juan Ramos, cosa que el propio Ramos ha desmentido en más de una oportunidad.

Existe, desde hace un largo tiempo, rivalidad política entre Carossi y Montesanti y su inesperada reaparición tal vez sea una señal que reafirma lo que se comenta, es decir que al ver tambaleante el liderazgo de Carossi, se muestran los que desean que el tambaleo termine siendo caída.

De cualquier manera Carossi, cuya situación de debilidad política es innegable en estos momentos, es «pescado de muchas espinas» y todo indica que no cederá nada más que porque se lo pidan. También se cree que Guillermo Oliveri sería el hombre de recambio, una especie de carta fuerte a jugar ya que su figura no despierta la resistencia que sí causa la del flamante concejal electo.

Se espera una batalla política muy interesante y, como se dijo, de consecuencias imprevistas.

El Diario de Baradero

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