
Más que un plato de comida, una cobija o una sonrisa, lo que una persona en situación de calle necesita es institucionalizarse. Recuperar u obtener su DNI, volver a tener una identidad y recibir además de un lugar donde no morir de frío, una educación que quizás anteriormente no recibió. Casi que ni haría falta abrir instituciones especiales, basta con garantizarle el acceso a las mismas. ¿Sabe leer? ¿Tiene la primaria? ¿Quiere aprender un oficio porque es hábil con las manos? Sólo hace falta un estado que sepa su nombre, una SUBE cargada todos los meses y contención social y alimenticia por tres años. Para los conflictos de salud mental y de adicciones, también hay instituciones, si es que estos no las vaciaron aún. Si hablás con alguien en situación de calle vas a ver que tiene sueños que no son imposibles sino más bien totalmente realizables: el sueño de dormir bajo techo y tener un laburito con el que sostenerse. Si hay niños es urgente garantizar además del alimento la NUTRICIÓN, porque no es lo mismo comer que alimentarse y porque los grandes podemos comer mal un tiempo, pero en los chicos el precio se paga por el resto de su vida. Para eso habría que construir algunas escuelas con comedor, dar educación de doble turno con inglés y computación y dar allí desayuno, almuerzo, merienda y vianda. La mayoría retomaría el vínculo con sus seres queridos porque los tienen, pero no recurren a ellos por vergüenza. Si el país se recupera de este bajón que estamos viviendo, también es urgente asegurarnos que la tecnología no venga a robar los puestos de trabajo de la clase obrera, controlándola por un lustro y mientras tanto, capacitar a todas las generaciones sub40 en el uso y manejo de tecnologías, para que en un futuro sean fuente de trabajo y no destrucción de los mismos.
A quienes están en situación de calle los individuos casi no podemos brindarle nada. El Estado es el que tiene el poder y la maquinaria para transformar la realidad y que todos peguen un salto social, educativo y económico. La gente en situación de calle a veces duda de recibir ayuda. Si te roban la dignidad no te sentís en condiciones de recibir nada, ni siquiera le golpeás la puerta a gente que te la abriría. Te aislás, y caes al vacío. Si el Estado y la sociedad no te tiran una soga, morís de frío cualquier noche de junio.
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