Acusados por torturas a soldados en Malvinas desfilaron impunes el 9 de Julio

 

En Malvinas, los soldados buscaban comida y abrigo, ya que sus jefes tenían todo encanutado en galpones, cuya prioridad de acceso correspondía a las jerarquías. Muchos jovencitos optaron por pedirle algo a sus pares que hacían guardias allí, pero no podían sacar mucho sin que se notara. Tomaron sin permiso, de ahí o de algún otro lugar en la isla; incluso carnearon alguna oveja. “Ladrones”, les enrostraron los impolutos oficiales; incluso los suboficiales.

El subteniente Emilio José Samyn Ducó le sacó la comida a Américo Aguilar, lo pateó, golpeó y estaqueó en el frío, recuerda el soldado. “Fue por orden de Samyn Duco y de Menéndez”, confirmó otra víctima, el conscripto José Alberto Yanevich, a quien le rompieron el tabique de un culatazo. Durante los dos días que permaneció atado con tientos bajo el frío insular, quedó bajo un bombardeo, una de cuyas deflagraciones lo dejó ciego para siempre.

Lo peor fue para Mario Sánchez y Ramón Salvador Caballeros: estaqueados por igual tiempo, bajo el bombardeo, murieron.

Así como Samyn Duco tenía a su cargo la Primera Sección de Tiradores de la Compañía C del Regimiento de Infantería 5, quien estaba en la Compañía B, como jefe de la Sección de Apoyo era el subteniente Jorge Taranto. Ante su carpa llegó a saltos de rana Gustavo Andrés Nadal, llevado por el cabo Hernández, su denunciante. “Hágalo estaquear, cabo”, fue la orden que devino en más de cinco horas bajo el frío.

No fue la única víctima. Al soldado Prado y a Daniel González Martínez, Taranto los sometió a movimientos vivos (“baile”, denuncian los conscriptos) mientras les disparaba a los pies y los golpeaba en las piernas con un baquetón de acero. “¿Así que no basta con robar comida, que matan ovejas?”. La pregunta retórica fue seguida de otros estaqueos. Varios terminaron con “congelamiento y pie de trinchera”.

Con otros dos hubo abusos sexuales. Contra los de apellidos judíos había ensañamiento, los trataban de“cobardes traidores” porque“no son argentinos”.

Cuando Juan de la Cruz Martins se durmió en una guardia por el hambre, Taranto le metió la cabeza en agua fría mientras amenazaba con matarlo. Así consta en los expedientes que Taranto desmiente.

 

Jorge Taranto.

 

Todas estas situaciones fueron denunciadas ante la sede judicial del territorio que corresponde a Malvinas, la de Tierra del Fuego. Constan en un dictamen de 192 páginas firmado por el fiscal federal de Río Grande, Marcelo Rapoport, hacia mayo de 2018, cuando imputó a 26 mandos militares.

Entre ellos, el subteniente Eduardo Luis Gassino, acusado por “imposición de tormentos” contra los soldados Jorge Ramón Diez, Carlos Raimundo Rodas, Elvio Emilio Nis, Antonio Horacio Gallardo, Román Orlando Solís, Carlos Argentino Pereyra y Oscar Orlando Frías.

Eduardo Gassino comparte nombre con quien fuera el quinto y último jefe del Ejército durante la administración de Raúl Alfonsín, que asumió luego del levantamiento de Mohamed Alí Seineldín en diciembre de 1988. Hugo Chumbita publicó que no era apreciado por los carapintadas, entre ellos uno de sus hijos, teniente primero (Los carapintada: historia de un malentendido argentino. Planeta, 1990; p. 120).

Durante su jefatura se dio el intento de copamiento del cuartel de La Tablada, en cuya recuperación actuó como voluntario el teniente primero Taranto, distinguido por ello hace dos meses como “Comando Honorario” desde la Comisión de la Aptitud Especial de Comandos, como acaba de recordar su defensor desde una nota en Infobae.

 

 

 

Cuando dejó el Ejército, Taranto pasó a usar el seudónimo Jorge Baroni para trabajar en medios de Daniel Hadad: por Radio 10, entre 1998 y 2006, produjo y condujo el programa “Malvinas, la verdadera historia”. No resulta extraño que la historia que pondera el desempeño de su regimiento haya sido relatada con amplitud en ese portal.

Taranto hacía propaganda de heroísmo mientras estaba acusado de cinco casos de tortura y de la muerte por hambre del soldado Remigio Fernández, de quien –según su defensor, Walter Weisswein– fue el primero en rescatar su memoria, en el cementerio de Darwin (por las que citó notas en los diarios Popular y El Día, de 1999). Llevó ante el juez Ariel Lijo a un cabo de apellido Manes que declaró que nunca fue estaqueado, que Taranto no era su jefe y que las falsas acusaciones contra el teniente se debían a las críticas que hizo sobre una película. Fue sobreseído en 2007, con ratificación en 2015.

Ese año terminaron de desclasificarse documentos de Defensa. Entre ellos, hallaron directivas para “limar” las denuncias: en el Anexo 1 (Medidas de Inteligencia y Contrainteligencia) a la Orden Especial 249/82 (Desmovilización) se había recomendado a los soldados:

  • No proporcionar información sobre su movilización, lugar de presentación, arma a que pertenece y/o aptitud adquirida y su experiencia de combate;
  • No ser imprudente en sus apreciaciones;
  • No dejarse llevar por rumores ni noticias alarmantes.
  • TODOS debemos perpetuar la forma heroica como nuestros soldados dieron su vida por la soberanía.

Otros aportes de la desclasificación permitieron que Pablo Vassel, ex secretario de Derechos Humanos de Corrientes, denunciara la muerte por hambre de tres soldados de su provincia.

Para abril de 2021, la Cámara Federal de Comodoro Rivadavia ratificó los procesamientos de Gassino, Belisario Affrachino Rumi, Miguel Ángel Garde y Gustavo Adolfo Calderini, por aplicar o tolerar torturas contra soldados.

El jefe de la Compañía A, Daniel Stella, lejos de llamarse a silencio, postea y se presta a dar entrevistas. En 2014 compartió en sus redes cómo dos prefectos lo pararon para un control hasta que, cuando vieron en su DNI el sello de “ex combatiente, héroe de Malvinas”, se cuadraron para saludarle.

En sus cuentas digitales, considera a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) “un antro de impresentables socios de los derechos humanos tuertos”, y se vanagloria de que “ni denuncia tengo”.

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