DIÁLOGO CON EL PROLÍFICO NOVELISTA ARGENTINO A PROPÓSITO DE LA PUBLICACIÓN DE SU ÚLTIMO LIBRO, «AMORES ENANOS» – Finalista del Premio Herralde, el narrador señala que en sus novelas evita trabajar sobre un sentido unívoco, para que la última palabra sobre el significado la tenga siempre el lector.
Jeanmaire. “Me pidieron en una revista un cuento y escribí uno sobre un enano, y allí me di cuenta de que necesitaba contar más sobre los enanos y su mundo. Fue entonces cuando empecé a verlos por todas partes”.
Jeanmaire. “Me pidieron en una revista un cuento y escribí uno sobre un enano, y allí me di cuenta de que necesitaba contar más sobre los enanos y su mundo. Fue entonces cuando empecé a verlos por todas partes”.
«Es una novela seria que hace reír. La risa, en sentido cervantino, es un lugar extraño en la lectura, trabaja desde la literatura en la persona que lee, y le hace preguntarse de qué se está riendo», sostiene Federico Jeanmaire sobre «Amores enanos», novela que publicó Anagrama y fue finalista del Premio Herralde. Jeanmaire es licenciado en Letras, profesor universitario y especialista en El Quijote. «Amores enanos» es su libro número veinte, tras la novela «Tacos altos», una elaboración del tema de la identidad y un desafío estilístico y de lenguaje a partir del diario, para no olvidar el castellano, de una argenchina que vuelve a su país. Dialogamos con él.
Periodista: ¿Cómo le aparece la historia de dos jóvenes enanos que pasan de un circo a ser strippers estrellas en un cabaret, sobre todo el que cumple con la leyenda del muy dotado- y que ya millonarios organizan un country para enanos?
Federico Jeanmaire: Constitución, que es mi barrio ahora, es un crisol de razas, hay muchos bolivianos, paraguayos, dominicanos y muchos enanos. Hay una pareja de enanos a la que veo pasar todas las mañanas. En un restorán cercano uno de los mozos es enano. Empecé a pensar en enanos, algo que nunca me había ocurrido. Cuando uno se centra en un tema se lo suele encontrar a cada rato, me pasó otras veces y esta vez a cada rato veía enanos. Los encuentro en los bufones, en Velázquez, en Picasso. ¿Quién no fue a un circo y los recuerda? En la revista de OSDE me pidieron un cuento, y escribí «El amor», donde hablo de un padre que, como tuvo un hijo enano, ha hecho toda su casa pequeñita donde encierra a su hijo y le hace creer que es como todos, y que el raro es él, que es un especie de ogro. Yo no soy de escribir cuentos, los escribo cuando me los piden. Yo escribo novelas, y cuando terminé ese cuento sentí que tenía que contar más sobre enanos y su mundo, y así me puse a escribir «Amores enanos». Y ahí se me ocurrió el asunto de los enanos que hacen striptease, y mucho después me enteré que existían, hubo lectores que me mandaron datos y hasta avisos de espectáculos con enanos strippers.
P.: Una novela que tiene de comedia sexual, de drama romántico, de tragedia en una tribu o en una ciudadela utópica, entre otras cosas. ¿Usted qué cree que es?
- J.: Es un poco de todo porque es mi cabeza. Mi escritura es bastante política. Pinta una utopía negativa, semejante a la locura de la gente que por su seguridad se va a vivir a barrios privados, donde están aislados y son vulnerables, y a la vez tienen que seguir estrictas reglas de convivencia. En «Amores enanos» está la fábula, hay un cierto trabajo paralelo con «Blancanieves». Yo no trabajo con géneros y en cada momento tomo lo que sirve a la historia. Tengo una literatura que está muy pegada al disparate, en ese amplio abanico que va de la locura a la tontería. Los personajes de «Amores enanos» establecen una visitable «única comunidad de enanos gauchos de la Argentina». Lo que más me interesa en la literatura es no trabajar un sentido unívoco en los textos, sino que el encargado de dar significación sea el lector. Aunque mis libros sean fáciles de leer, a nivel de significación exigen la personal interpretación de quien está leyendo. No está la claridad previamente decidida de un Camus o un Saramago. Cuando al escribir descubro que se está creando cierta significación interrumpo y la quiebro porque dar significado no es mi tarea. Mi tarea es elegir los significantes, jugar, narrar; el sentido final lo tiene que poner el lector. A mí me gusta escribir sobre lo que no puedo resolver, de lo que ya resolví no tiene sentido que me ponga a escribir.
P.: ¿No son odiables las mujeres de la novela: una Blancanieves que se convierte en Madrastra Milf, otra es una prostituta que elige a los hombres tramposos?
- J.: Fue la queja que me hicieron cuando presenté la novela en España. No tengo nada contra ellas, hay también tipos bastante complicados; por empezar el narrador, un psicópata. No creo que sea misoginia, todo lo contrario. Me divierto mucho escribiendo. Escribo porque es la manera en que vivo mejor. Todos los personajes femeninos de la novela son amigas mías, inclusive están con los nombres y se ríen mucho. Mi amiga Cristina es una de ellas, después de un tiempo me llamó y me dijo: ¿sabés que tenés razón?, siempre elegí tipos tramposos. Cristina, no pensé en vos, sólo usé tu nombre. Es eso que tiene la literatura, construir verdades en la gente.
P.: O decirla, como que las personas bajitas son la única minoría amaestrada, discriminada y que no se la señala como tal.
- J.: No se toma lo que significa ser enano en este mundo, y a tal punto que sabemos que en Auschwitz hubo judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, pero no se suele mencionar que hubo muchos enanos que fueron asesinados en experimentos de laboratorio y en las cámaras de gas. Es una minoría que siempre tuvo que hacer tareas muy específicas y muy denigrantes. Por excepción, por cualidades específicas, teniendo menos de un metro cuarenta y cinco se llegaba a bufón y hoy a comediante. Me parece que es un grupo olvidado cuando se trata de reivindicar la igualdad.
P.: ¿Qué sintió al ser finalista del Premio Herralde de novela?
- J.: Fui segundo finalista en 1990 con «Miguel», la biografía de Cervantes. Ahora quedé como finalista, avancé un puesto. Si sobrevivo, espero en 25 años ganarlo. Fue una alegría enorme, es bueno estar en Anagrama, por lo que implica Jorge Herralde, un editor extraordinario por la formidable relación que establece con el autor.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
- J.: Una novela en la que me costó mucho llegar a la forma. La inicié siete veces. Es la historia de una transexual de treinta y pico a la que se le acaba de morir su marido y va a confesarse y la discusión con el cura sobre su vida.
Máximo Soto
www.ambito.com
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