La búsqueda inconclusa de Virginia Ogando
Sus padres están desaparecidos desde octubre de 1976. Toda su vida trató de encontrar a su hermano Martín, nacido en el Pozo de Banfield. Antes de matarse le dejó ocho cartas.
Por Diego Rojas-Virginia. Hija de padres desaparecidos, dedicó su vida a encontrar a su hermano nacido en cautiverio. Se suicidó el 14.
“Querido hermano…” Así comienzan cada una de las ocho cartas que Virginia Ogando publicó en un blog el año pasado. Palabras que escribía –según ella misma contaba– emocionada, sin poder evitar llorar y con la esperanza de encontrar a aquel hermano al que no conocía. Virgina, hija de desaparecidos, le hablaba en esas cartas a su hermano Martín, que había nacido en el campo clandestino conocido como Pozo de Banfield y que había sido apropiado por los militares. Virgina le contaba de su abuela Delia, le presentaba a sus hijos, Malén y Nico –es decir, los sobrinos de ese hermano ausente–, le narraba la historia de sus padres, le explicaba cómo era vivir sabiendo que él se encontraba en algún lugar del mundo sin que ella lo pudiera encontrar, a pesar de toda una vida de esfuerzos para lograrlo. También le decía que estaba convencida de que su encuentro fraternal se iba a realizar. No pudo ser. Virgina Ogando se suicidó el domingo 14 de agosto por la noche en Mar del Plata. Tenía 38 años. Es una víctima de los efectos que aún produce la dictadura.
El 16 de octubre de 1976, cuando Virginia tenía tres años, los militares secuestraron a Jorge Ogando y Stella Montesano, sus padres, y la dejaron sola en su cuarto, rodeada por el vacío de una casa reventada en un operativo nocturno. La familia aguardaba el nacimiento de un nuevo integrante al que ya le habían elegido nombre: Martín. A partir de ese momento, Virgina comenzó a vivir con su abuela Delia, que pronto formaría el grupo fundador de las Abuelas de Plaza de Mayo. Jorge y Stella fueron vistos en el campo clandestino conocido como El Pozo de Banfield, donde Martín nació el 5 de diciembre de 1977. Nunca más se los volvió a ver con vida.
“Cada paso que Virginia daba tenía un fin: la búsqueda de su hermano –cuenta Marta Vedio, miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y subsecretaria de Derechos Humanos de la municipalidad de La Plata, ciudad donde vivía Ogando– Era el objetivo de su vida. Juntas trabajamos en la difusión del documental Hermanos de sangre, que cuenta su historia y que ella consideraba una herramienta para lograr el encuentro que tanto ansiaba. Era una mujer muy dulce, alegre y optimista. Transmitía su esperanza a todas las personas que la rodeábamos de forma permanente. Algo terrible debe haberse producido en su interior para que haya tomado esa decisión.”
Luego de crecer criada por su abuela, luego de acompañarla a innumerables rondas de las Abuelas y protestas para reclamar la aparición con vida de sus padres, Virginia se integró, siendo muy joven, a las agrupación Hijos. Con otras personas que compartían su situación, creó el espacio “Hermanos”, que se ocupa de buscar a bebés apropiados. Su empeño no conocía límites. En 1997 decidió participar del programa Gente que busca gente, que conducía Franco Bagnatto, donde contó su historia y logró emocionar a miles de televidentes. Virginia trabajaba en el Banco Provincia, institución de la que su padre había sido empleado al momento de desaparecer.
Ante la noticia, la familia de Virginia –su abuela, su tía, sus dos hijos, su pareja– se refugiaron en el dolor de una despedida inesperada. Todo el activismo de derechos humanos se conmovió con la noticia. “Su lucha, perseverancia y compromiso para encontrar a su hermano nos deja el deber de seguir buscándolo para que recupere su identidad y su historia”, publicó la agrupación Hijos.
“La conocí en 2005, cuando entré a la comisión de Hermanos en la agrupación –dice Esteban Soler, compañero de militancia y amigo de Virginia–. En esa comisión, estrechamos los lazos, éramos siete u ocho militantes que además nos hicimos amigos.
Virginia era una piba divertida, muy activa. Siempre estaba haciendo cosas locas: se iba de viaje, hacía deportes extremos, andaba en moto; si le pintaba, se tiraba en paracaídas. No se mostraba deprimida. Dicen algunos compañeros que no estaba bien últimamente. Recuerdo cómo nos golpeó la desaparición de Julio López. Tuvimos miedo. Pero a pesar de ese miedo, Virginia no dejó de hacer lo que ella sentía que debía hacer: buscar a su hermano. Su muerte es consecuencia del secuestro de sus viejos, la apropiación de su hermano, el terrorismo de Estado y la responsabilidad de un Estado que tardó en hacer lo que debía haberse hecho. Los juicios están en proceso, pero evidentemente no llegaron a tiempo.” El domingo, Virginia fue a votar, dejó a sus hijos con su ex marido y luego partió hacia Mar del Plata. Su pareja habló con ella por teléfono y la notó tan angustiada que decidió ir a su encuentro. La tragedia quiso que, mientras él subía en el ascensor hacia el departamento, Virginia se tirara al vacío. Quizás ella vivía a ese ritmo esperando compartirlo alguna vez con ese hermano que no cesaba de buscar. Quizás imprimía de pasión sus actos para compensar el sufrimiento de ser cada día, porque el delito de la desaparición se repite siempre sin cesar, una víctima de la dictadura. Virginia dejó una nota, tachada varias veces. Se podía leer que había decidido encontrarse con sus padres.
Protagonizó el film “Hermanos de Sangre”. “La conocí en un evento por los derechos humanos que hizo con su abuela en el Banco Provincia” –recuerda Fabián Vitola, director de Hermanos de sangre, el film documental que cuenta la historia de los padres de Virginia y su lucha para encontrar a su hermano nacido en cautiverio y desaparecido hasta el día de hoy.
“Yo trabajaba en el área de Periodismo de la Universidad de La Plata y se me ocurrió que debíamos hacer un documental con su caso y se lo propuse. Al principio, le causó un poco de desconfianza, pero después se entusiasmó”, cuenta.
“Nos llevó bastante tiempo realizarlo, compartí mucho tiempo con Virgina, su tía y su abuela y en esos momentos comenzamos a ser amigos” recuerda y continúa: “El rodaje era muy fuerte. Miraban fotos juntas, contaban anécdotas; Virginia se enteró de algunos datos de sus padres frente a las cámaras. Cuando terminamos de filmar, hicimos presentaciones de la película. Ella le ponía muchas pilas a lo que hacía”, relata Fibián Vitola.
El es una de las tantas personas conmocionadas con la noticia: “Era una persona bárbara, luminosa. Imagino que la decepción de no poder encontrar a su hermano fue fundamental para que llegara a tomar esa decisión terrible. La última vez que la vi fue en su cumpleaños, en junio, cuando hizo una fiesta de disfraces. Supe que atravesaba una depresión”.
Perfil.com
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