En nuestra ciudad hay registros que en 1963 varias docentes comenzaron a dar clases a personas adultas enseñándoles a leer, escribir y contar a muchos vecinos que por razones laborales o sociales no habían podido acceder a la educación del nivel primario.
Hace varios años, los docentes de la rama de adultos que funciona en Baradero, andaban de prestado de edificio en edificio, hasta que un día les informaron que un hombre analfabeto, que trabajó toda su vida de alambrador, había donado un terreno con un rancho de chapas ubicado en calle Lino Piñeiro, entre San Martín y Belgrano, para que funcionará allí una escuela de adultos, para que otras personas puedan aprender lo que él nunca pudo.

Desde ese momento y con tan bella historia detrás, se comenzó a dar clases en ese espacio la Escuela Nº 701 de Adultos, conocida por todos como la Escuela de Chapas.
Gracias al aporte de alumnos, vecinos, diferentes instituciones y organismos gubernamentales, fueron recibiendo ayuda, ya sea dinero o materiales para ir construyendo la escuela de material en la parte de atrás, llevó su tiempo pero un día, no hace mucho, donde se dieron cuenta que el rancho estaba vacío y ya no se usaba. A partir de ese instante empezó a tallar lo sentimental y sobraron las excusas para mantenerlo en pie.

Este fin de semana pasado, el rancho de chapa fue desmantelado y el nuevo edificio de la escuela Nº701, se pudo apreciar de forma completa.
Para Gabriela Bagalá y Alberto Morel, los maestros que están allí desde el primer día fue, como ellos dicen, un paso que les costó horrores.

La docente Gabriela habló con BTI sobre este momento que está viviendo la comunidad de la «escuelita de chapas»;
“Nosotros dábamos clases en el mismo ranchito y con todo los que nos donaban o todo lo que íbamos juntando, íbamos construyendo atrás». y agregó; » Hicimos un salón primero, después hicimos los baños de varones y mujeres que era lo más urgente que necesitamos porque el baño del ranchito estaba muy precario, después hicimos otro salón, después una cocina grande imagínate de nos quedo una escuela modelo a lo que teníamos nosotros, la cual no se veía porque esta detrás».
A medida que la escuela creció detrás, la estructura que los albergó tanto tiempo iba quedando vacía; «Mientras tanto la escuelita de chapa se iba vaciando, por supuesto a todos los libros los trasladamos para el nuevo edificio y mientras tanto nos iba quedando eso ahí que se nos estaba deteriorando y aparte nuestro miedo eran las ratas y distintos animales que podían entrar a ese espacio que estaba en desuso total».

Contaba la maestra Gabriela, con nostalgia por ese rancho que les dio albergue y que a pesar de sus falencias aprendieron a querer . Por eso la decisión de derribarlo se hizo esperar y siempre aparecía una excusa para postergar ese momento que llegó este fin de semana pasado;
«No sabes lo que costo pero al final tuvimos que decidir de tirar lo que fue nuestra casa fundadora, la verdad me cuesta ver que ya no está, porque uno se acuerda de aquellos momentos de necesidad, de buscar un lugar rápido y nos salvo muchísimo, tuvimos una contención de parte de todos para poder estar ahí dando clases, así que uno se acuerda de esos momentos feos que pasó, de no tener un lugar propio y de golpe tenerlo, humilde pero nuestro.
A la parte nueva le falta poco, el gas natural y después queremos hacer una cocina, porque ahí hay dos turnos actualmente que es tarde y noche ambos con bastantes alumnos gracias a Dios, que se han puesto la camiseta también porque es su edificio y ellos colaboran para todos. Desarmar la escuela tan emblemática para nosotros fue un paso que nos costó horrores»
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Por último, la docente destacó la colaboración que siempre tuvieron de los propios alumnos y vecinos de la ciudad como el caso de la gente que se encargó del desarme; «Adrian Echeverría de forma desinteresada vino con su gente y en dos días nos sacó la escuelita de chapas, pero quiero recalcar que gente así nos sorprendió que en dos días hizo el trabajo sin cobrarnos absolutamente nada».
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