Varios años atrás, el vecino Gutiérrez, sin herederos, dejó al morir el terreno sobre calle Lino Piñeiro al 500 donde tenía su humilde casita para que en el lugar funcionara una escuela. Así ocurrió y la casa de chapas cobijó a los muchos alumnos que fueron pasando por ella. Los maestros afectados a la enseñanza en ese sitio decidieron que había que ampliar y mejorar las instalaciones y con mucho cariño, abundante paciencia y un inmenso amor por su tarea docente, comenzaron a transformar el lugar que hoy, tan cambiado que está, mantiene el espíritu sencillo y vecinal que seguramente inspiró a aquel vecino a dejar un legado tan importante como valioso. Basta con ver lo que se aprecia desde afuera nada más, para darse cuenta con qué cariño se ha hecho todo, quizás una muestra de ello sean las macetas con plantas colocadas en la pared medianera; un detalle que para muchos tal vez carezca de importancia, pero que da muestras de lo que se menciona.
Así también se construye nuestro país, de a poco, sin estridencias, con amor a la patria, es decir, a sus habitantes.
El Diario de Baradero
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