Como todos los días, antes de irse a la fábrica, Pedro me volvió a pedir que no le abriera a nadie. Como en los últimos tiempos, esa noche durmió sobresaltado.
Entraron a la madrugada sin pedir permiso; rompieron a patadas la puerta. Hubo gritos, trompadas y mientras lo arrastraban por el pasillo, me alcanzó a mirar y suplicar: “Cuidá a Mariana”. Un culatazo certero en la boca lo calló y manchó su cara de rojo furioso.
……………………………
Ya casi no salgo, no sea cosa que Pedro llame y no haya nadie en casa; tampoco se llevó llave.
24 de marzo (Microrrelato)
Mónica Carretti
Comentarios de Facebook