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Hay además un millón de niños privados de ayuda humanitaria. Los esfuerzos internacionales por detener las matanzas del dictador Al Assad no han dado resultado

El conflicto en Siria, que ha provocado más de 146.000 muertos, cumple este sábado tres años y se mantiene sin una solución a la vista, con el presidente Bashar Al Assad aferrado al poder y la oposición, dividida, perdiendo terreno.

Una señal de que el régimen no está dispuesto a la reconciliación es la ley que el parlamento sirio votó el viernes, que abre el camino a la reelección del dictador y excluye «de facto» a los opositores en el exilio como candidatos en las eventuales próximas elecciones presidenciales.

Estados Unidos, por su parte, reaccionó el viernes expresando su «desagrado» ante unos eventuales comicios en Siria, en los cuales el actual mandatario tiene todas las chances de ser reelecto.

Después de 14 años en el poder, éste aún no ha anunciado oficialmente su intención de «bregar» por un tercer mandato. No obstante, en enero pasado afirmó en una entrevista a la AFP que hay «grandes chances» de que lo haga.

Todavía no se ha fijado una fecha concreta para la consulta, pero los electores deberían ser llamados a las urnas entre 60 y 90 días después del fin del actual mandato de Al Assad, el 17 de julio.

El escrutinio tendrá como escenario un país desangrado por la guerra civil, con una crisis humanitaria desgarrante, y la economía por los suelos.

La sublevación contra el régimen en el poder nació algunas semanas después del derrocamiento de los dictadores tunecino y egipcio. Al principio en forma de protestas pacíficas, que tuvieron lugar el 15 y 16 de marzo de 2011 a causa de la detención de dos jóvenes acusados de pintar ‘graffiti’ antigubernamentales.

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La guerra se cobró 146.000 vidas y hay nueve millones de refugiados

Ante la represión despiadada, la contestación se militarizó a partir del verano, hasta convertirse el enfrentamiento entre gobierno y oposición en una auténtica guerra civil en febrero de 2012, con el bombardeo de Homs (centro).

En tres años, murieron más de 146.000 personas, según la ONG Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), con base en Londres, y más de nueve millones tuvieron que abandonar sus hogares, convirtiéndose según Naciones Unidas en la mayor población desplazada de todo el mundo.

Al menos un millón de niños se encuentran privados de ayuda humanitaria según UNICEF, y más de 250.000 sirios están sitiados, obligados a elegir «entre la hambruna y la rendición», de acuerdo a datos de la ONU.

Desde la primavera de 2013, y después de dar marcha atrás en varias ocasiones, el régimen pasó al contraataque con el apoyo decisivo del movimiento chiita libanés Hezbolá, así como de combatientes iraquíes, también chiitas, captados por las tropas de élite iraníes.

La oposición controla más territorio, pero el régimen lo ejerce en las regiones más densamente pobladas del país.

Precisamente, el gobierno logró entrar el viernes en Yabrud, una ciudad reblede clave, cercana a la frontera con Líbano, según una fuente castrense siria.

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La diplomacia en punto muerto

El régimen ha recuperado territorio ante una rebelión desgarrada por grupos yihadistas. Una guerra sin cuartel opone desde enero de este año a los rebeldes en su mayoría islamistas y de la rama oficial de la red Al Qaeda en Siria, el Frente Al Nosra, a los despiadados yihadistas del Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL), cuya brutalidad y afán de hegemonía atizó el odio de sus otrora hermanos de armas.

Pero, ninguno de los protagonistas -ni el régimen, apoyado por Rusia e Irán, ni la oposición, armada por dos actores, Arabia Saudí y Qatar- parece contar con los medios para imponerse militarmente.

«Las luchas intestinas entre rebeldes han permitido a Al Assad recuperar territorios, pero sus avances no le alcanzan para hacer bascular la situación a su favor y retomar el país entero», subraya Aron Lund, redactor en jefe del sitio web Syria in Crisis.

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En el plano diplomático todo se está en punto muerto.

El fracaso de las negociaciones de Ginebra en enero y febrero, en que por primera vez en tres años de conflicto estuvieron frente a frente ante una mesa representantes del régimen y de la oposición, echó por tierra las esperanzas diplomáticas, a pesar de que los cancilleres occidentales no terminan de asumirlo.

El secretario general de la ON++U, Ban Ki-moon, manifestó el viernes su aspiración de que Moscú y Teherán presionen a Damasco para que haya una reanudación de estas negociaciones de paz.

Pero, la partida del poder del presidente sirio, reclamada por los occidentales al comienzo del conflicto, no se encuentra claramente en el orden del día.

El jueves, el parlamento sirio aprobó una ley electoral que, teóricamente, permitiría por primera vez en décadas presentarse a las elecciones presidenciales a varios candidatos, en virtud de la Constitución de 2012.

Si bien el texto significaría la abolición de la supremacía absoluta del partido Baas, en el poder desde hace medio siglo, impide a las figuras de la oposición en el exilio a ser candidatos, puesto que para serlo, entre otros, «hay que haber vivido en Siria de manera continua en los diez últimos años en el momento de presentar candidatura».

Por su parte, el mediador internacional Lajdar Brahimi considera que la organización unilateral de elecciones presidenciales por parte del régimen es algo que «torpedea» las negociaciones de paz, comentario que le valió las críticas del poder sirio, que lo acusó de «excederse» en (cuanto a las atribuciones de) su rol.

Internacional/infobae

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