Termina la investigación sobre el mayor escándalo médico de la década

MADRID.- Tiene todos los ingredientes para convertirse en el ‘thriller’ del año: negligencia médica, ocultación de datos, utilización de niños, escándalo y publicaciones prestigiosas implicadas. Pero desafortunadamente no se trata de un filme, sino de un hecho real. Durante dos años y medio, el Consejo General Médico británico (GMC) ha estado analizando todos los archivos y testimonios relacionados con el caso de 12 niños con autismo, síndrome de Asperger o epilepsia tratados en el hospital Royal Free de Londres. Allí, el doctor Andrew Wakefield vinculó estos trastornos con la vacuna de la triple vírica -sarampión, rubeola y paperas- y creó una corriente de pánico entre los padres de todo el mundo que todavía colea. Ahora, ha quedado desacreditado por sus propios compañeros de profesión.

La historia se remonta a 1998, cuando el galeno, junto a otros colegas, firmó un artículo publicado en la famosa revista médica ‘The Lancet’ en el que explicaba caso por caso la situación de cada menor y apuntaba directamente a la vacuna como la responsable de todos los males. A partir de entonces, muchas familias dejaron de inmunizar a sus hijos, presas del miedo, y la incidencia del sarampión aumentó en todo el mundo.

Pero lo que nunca reveló el doctor Wakefield es que recibía dinero de los abogados de unas familias contrarias a la vacuna y que estaba incurriendo en un claro conflicto de intereses, según ha averiguado el GMC. Tampoco contó cómo consiguió convencer a los menores para participar en su estudio ni las pruebas que les realizó. Sin embargo, la alarma pública que generó con su asociación entre la vacuna y el autismo llevó a las autoridades sanitarias a investigar más a fondo su trabajo.

Y, a partir de ahí, todo fue tirar de la manta. Descubrieron que sometió a los niños a procedimientos invasivos que no necesitaban, como colonoscopias y punciones lumbares y que durante la fiesta de cumpleaños de su hijo pagó cinco libras (unos 5,7 euros) a unos niños para que se dejasen hacer un análisis de sangre, según ha revelado la prensa británica estos días.

Dichos procedimientos en niños están calificados en las guías éticas médicas como «de alto riesgo». Ahora, después de haber gastado 1,1 millones de euros en la investigación y tras casi 200 días (a lo largo de dos años y medio) de ‘juicio’ médico -un proceso más largo que el famoso de OJ Simpson, que duró 134 días-, el Consejo ha quitado cualquier credibilidad a Andrew Wakefield, de 53 años, al que acusan de actuar en favor de sus propios intereses y no en favor de los niños.

El fallo recoge que el médico, junto a otros dos compañeros, «actuó de forma deshonesta y describió su análisis de forma engañosa e irresponsable». Queda por ver si le retiran también la licencia para ejercer la medicina, aunque esta decisión tardará varios meses.

A pesar del varapalo, el galeno sigue defendiendo su postura. En una declaración a la prensa tras conocer el veredicto, Wakefield ha manifestado su «decepción» por las conclusiones del GMC y ha dicho que éstas son «infundadas» e «injustas».

La seguridad de la vacunaTras la publicación del estudio que relacionaba la triple vírica y el autismo, fueron muchas las voces médicas que se manifestaron en contra de esta asociación. De hecho, en 2004, la misma ‘The Lancet’ publicó que esta relación no estaba probada y hoy día es una teoría desacreditada. Pero el daño ya estaba hecho. El miedo caló en los padres, que dejaron sin protección a sus pequeños, y la seguridad de esta inmunización, desde entonces, ha estado siempre en entredicho.

 

Con motivo del final del proceso, que ha levantado bastante expectación, Richard Horton, editor de la revista médica que dio espacio a las teorías de Wakefield, ha declarado al diario‘The Times’ que «nunca debimos publicar ese artículo. Fue un error grave».

Según el GMC, este asunto trasciende las implicaciones médicas y los daños causados a la salud de muchos menores. Está también en juego la honestidad y la credibilidad de la profesión. Los cargos a los que se ha enfrentado Wakefield van en contra de cualquier ética médica. Como recuerda el diario británico, tras la experiencia alemana en la II Guerra Mundial, surgieron muchas normas y regulaciones para proteger a los pacientes, especialmente a los niños, de la posibilidad de ser usados como cobayas humanas. Algo que, aunque los implicados niegan, se ha vulnerado en este caso.

«The Lancet» se retracta de un controvertido estudio sobre el autismo
Un artículo de 1998 asustó a los padres con una posible relación entre la vacuna SPR y el trastorno del desarrollo.

Medlineplus

La prestigiosa revista médica británica The Lancet anunció el martes que se retractaba formalmente de un altamente controvertido estudio que había relacionado la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola con el autismo y los problemas gastrointestinales.

El artículo original, publicado el 28 de febrero de 1998, causó furor en todo el mundo, y muchos investigadores lo condenaron como ciencia de muy mala calidad. Pero los padres de niños que tenían autismo apoyaron al investigador principal, el Dr. Andrew Wakefield de Gran Bretaña, en condenar las vacunas. El resultado fue que los índices de vacunación cayeron tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, mientras que los casos de sarampión aumentaron.

Diez de los trece coautores de Wakefield renunciaron a las conclusiones del estudio hace varios años, y The Lancet había dicho anteriormente que no debía de haber publicado nunca la investigación.

«Retiramos este artículo por completo de nuestros archivos de publicación», dijeron los editores de la revista en una declaración el martes.

La retractación se produjo un día antes de que una revista médica británica de la competencia, la BMJ, planeaba publicar un comentario urgiendo a The Lancet a que se retractara de estudio, según la Associated Press.

BMJ celebró la noticia de la retractación.

«Esto ayudará a restaurar la fe en esta vacuna globalmente importante, y en la integridad de la literatura científica», aseguró en un comunicado de prensa la Dra. Fiona Godlee, editora de BMJ.

La retractación también fue celebrada por pediatras de EE. UU.

«Claramente es algo positivo, es otra declaración de que los estudios originales realizados por Wakefield no soportan el escrutinio de peritos», señaló la Dra. Gwen Wurm, profesora asistente de pediatría de la Facultad de medicina Miller de la Universidad de Miami. «El sarampión sigue afectando a diez millones de personas al año y es una de las causas importantes de muertes prevenibles con vacunas. La vacuna SPR es segura. Más de 25 estudios han refutado la conexión. El mayor de ellos fue un estudio epidemiológico maravillosamente llevado a cabo en Dinamarca con más de medio millón de niños, que no encontró ninguna diferencia en absoluto en el índice de autismo entre los niños que recibieron la vacuna y los que no».

«Nos preocupa mucho el temor que se ha generado en los padres sobre la vacuna», añadió Wurm. «El miedo real es a no vacunarse».

El Dr. Paul A. Offit, director del Centro de educación en vacunas y jefe de enfermedades infecciosas del Hospital Pediátrico de Filadelfia, dijo que: «Wakefield tenía una hipótesis, de que la [vacuna] SPR causa autismo. La hipótesis era errónea. Un estudio tras otro ha demostrado que estaba equivocada».

«El artículo nunca debió ser publicado y ha causado gran daño. Cientos de personas en Inglaterra fueron hospitalizadas y cuatro niños murieron de sarampión porque los padres pensaban que la SPR causaba autismo. ¿Volverán esos niños a la vida? Es demasiado poco, demasiado tarde», lamentó Offit.

El Dr. Robert Frenck, profesor de pediatría de la división de enfermedades infecciosas del Hospital Pediátrico de Cincinnati, dijo que «esta [retractación] da mayor respaldo a la postura de que no ha habido ninguna correlación entre el autismo y las vacunas ni ningún constituyente de las vacunas. El autismo es un trastorno terrible, y los pediatras desean encontrar y eliminar la causa, pero las vacunas no son la causa y al gastar tiempo y dinero estudiando las vacunas, se quitan recursos para encontrar la causa real».

Autism Speaks, un destacado grupo de defensoría, dijo que desacreditar la investigación sobre las vacunas no impedirá sus esfuerzos por encontrar una cura para el trastorno, una compleja discapacidad del desarrollo que causa problemas con la interacción social y la comunicación.

«Estamos comprometidos con financiar la ciencia que sea rigurosa y soporte el escrutinio independiente para asegurar que las familias e individuos con autismo, y los profesionales, puedan depender con toda confianza de hallazgos científicos», señaló en un comunicado de prensa Geraldine Dawson, directora científica de la organización.

El 28 de enero, el Consejo Médico General del R. U., un organismo regulador, dictaminó que Wakefield había violado varios códigos éticos mientras realizaba la investigación sobre el autismo. Entre otras cosas, aparentemente pagó $8 a un amigo de su hijo para que le permitiera tomar una muestra de sangre y demostró una «cruel indiferencia» ante los niños al llevar a cabo varias pruebas, que incluían punciones lumbares, según informes publicados.

Según la revista Time Magazine, Wakefield, en declaraciones desde Austin, Texas, donde dirige un centro de investigación sobre el autismo, aseguró que el dictamen del panel «carece de fundamentos y es injusto».

Ahora, el panel decidirá si revocar o no la licencia médica de Wakefield.

Desde la publicación de la investigación original de Wakefield, muchos estudios de gran tamaño no han podido replicar los hallazgos, y han concluido que al vacuna SPR es segura.

Y una corte de EE. UU. dictaminó hace un año que no hay evidencia científica de que las vacunas infantiles, como la del sarampión, la papera y la rubéola, causaran autismo en los niños. Los padres de niños autistas buscaban compensación de un fondo federal.

Según un informe reciente, uno de cada 110 niños de Estados Unidos ha sido diagnosticado con un trastorno del espectro autista. El número de niños de ocho años que sufren autismo aumentó un promedio de 57 por ciento entre 2002 y 2006. Este aumento es parte de una tendencia anterior a los 80, cuando el autismo se consideraba poco común. Anteriormente, el cálculo nacional era que uno de cada 150 niños tenía autismo.

FUENTES: Feb. 2, 2010, statement, Geraldine Dawson, Ph.D., chief science officer, Autism Speaks; Gwen Wurm, M.D., assistant professor, pediatrics, University of Miami Miller School of Medicine; Paul A. Offit, M.D., director, Vaccine Education Center and chief, infectious diseases, Children’s Hospital of Philadelphia; Robert Frenck, M.D., professor of pediatrics, division of infectious diseases, Cincinnati Children’s Hospital; Feb. 2, 2010, The Lancet, online; Feb. 2, 2010, statement, BMJ

Fuente: IntraMed Noticias.

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