Empecemos por el final. Hay un perro traicionero que hoy se dedica a operar políticamente (¿por convicción o por algo más?), como siempre lo hizo, desde las sombras, que se atreve a acusar de “vandoristas” a compañeros a los que, como se dice en el fútbol, no podría ni atarles los cordones. Se ve que “el vacunado vip” conoce mucho de operaciones y de traiciones, hechos muy frecuentes -y con trágicos resultados- en la época en que muchos compañeros -él no- dieron la vida por una utopía política. Se debería correr, demasiado daño hizo cuando llamó por teléfono a su querido amigo para vacunarse primero y desestabilizar a un gobierno en medio de una pandemia.
El acto de Cristina, el sábado en Quilmes, fue de alto impacto para aquellos que acompañamos y militamos a Cristina y su conducción política. No hace falta agregar demasiado sobre la contundencia y la profundidad para realizar las críticas al gobierno hambreador de Javier Milei.
Quienes leen el acto en la clave del discurso, fue otra clase magistral, de las cuales Cristina nos tiene acostumbrados, y un llamado a la dirigencia y la militancia, a instruirse, a leer, a profundizar en las discusiones, y agregamos desde acá: abandonar eslóganes y dar las discusiones que tengamos que dar, en la profundidad que lo requieren.
Pero, quienes, además, observamos estos hechos en clave -estrictamente- política, notamos, con mucha contundencia, algunos mensajes. En primer lugar, el destrato, desplante y ninguneo al Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, a quien ubicaron en el acto, abajo, licuado, negándole la posibilidad de la palabra, en el marco de una actividad de Gestión. Este ninguneo se contradice con las palabras que la propia Cristina lanzó, desde el escenario, de abandonar discusiones internas. Porque fomentar una interna, puede ser, como dijo, una crítica en la radio, pero también este tipo de faltas de respeto la alimentan. Por más que la idea sea promover a Mayra, como próxima candidata a gobernadora, lo cual es muy válido, no hay necesidad de ningunear al mejor cuadro político de la década ganada. Recordamos, además, al que querían mandar a perder a Nación para poner a Insaurralde de candidato.
En segundo lugar, la composición del acto, los convocados y la naturaleza de la convocatoria, es de carácter absolutamente faccioso, donde, ahora sí, con dolor, se puede asegurar que Cristina eligió conducir a una parte y no al todo. Dejando afuera, incluso a muchos que quieren ser parte de su conducción. Pero claro, si formar parte implica estar subsumido a las decisiones tácticas de Máximo Kirchner, entonces no.
Porque, y aquí radica el core de la cuestión, la conducción política, no es una cuestión autopercibida o autoadjudicada, es una trasferencia de poder, casi metafísica, que el pueblo, o una parte de él, le otorga a una persona en un momento y lugar. Esa gracia envuelve a Cristina, no a Máximo. Y el movimiento peronista no es una secta, ni la Argentina es una Monarquía hereditaria. Máximo es un compañero valioso, como muchos otros, que supo, de la mano de los mejores años de Néstor y Cristina, construir una organización respetable. Y solo eso. No es el jefe del peronismo. Y si quiere hacerlo deberá ganarlo, con elecciones o con persuasión, pero se acabó la época de ser depositario del poder por generación espontánea.
La estrategia es la misma de siempre, anular el debate, y acusar de traidor a todo aquel que ose trabajar por otras alternativas. Resulta extraño cuando eso surge de los mismos sectores que hicieron de la rosca su arte y del internismo una práctica cotidiana. Los mismos que, todos los días, desde hace años, combaten a los compañeros que conducen el peronismo, muchos de ellos fervientes defensores de Néstor y Cristina, sobre una frase que circula, muy poco feliz, que dice: “el peor de los nuestros es mejor que el mejor de ellos”. Ellos seríamos nosotros. Todos los que no somos la organización. Y no le digo “la Orga”, porque sería demasiado reconocimiento, la Orga era la de los dirigentes y compañeros que se jugaban la vida por Perón.
Salgamos de lo concreto y pasemos a lo general. El peronismo no es una doctrina política esbozada por un dirigente, el peronismo es el sentir del pueblo argentino expresado en una doctrina, y mantiene su fuerza en tanto y en cuanto, el pueblo, es decir los trabajadores formales e informales de nuestra patria -hoy también podemos decir que los empresarios nacionales y los pequeños emprendedores- la toman como bandera y se movilizan detrás de ella. Solo tiene razón de ser en tanto el conjunto de las fuerzas nacionales tomen la doctrina y construyan el poder político necesario para que esas ideas de transformación y liberación puedan ser aplicadas y no sean solo letra muerta. El conjunto de ese pueblo ve en Cristina a la conducción y en Axel la garantía de futuro. Como dijimos previamente, si tienen uno mejor estamos dispuestos a discutirlo, debatirlo e incluso votarlo.
Pero no forma parte del manual de operaciones peronistas intentar aniquilar las discusiones internas NECESARIAS, PORQUE PERDIMOS 5 DE LAS ÚLTIMAS 6 ELECCIONES. Son totalmente necesarias estas discusiones porque el pueblo trabajador no está eligiendo las ideas que tienen la posibilidad de liberarlo. Porque sistemáticamente viene votando alternativas que solo empeoran su situación como trabajadores. Entonces muchas cosas se deben estar haciendo mal y es por eso que es AHORA cuando hay que discutirlas.
En paralelo, mientras resistimos al gobierno de Milei y acompañamos al pueblo argentino en esta estrategia de saqueo y hambre planificado, debemos dar todas las discusiones necesarias para que exista una alternativa, una salida, un futuro confiable y creíble, para cuando empiecen a darse cuenta de que fueron estafados y estaban ante la presencia de un falso profeta, de falsos dioses filisteos. Ahí será momento para pedir perdón por los 4 años donde traicionamos nuestras promesas electorales y ofrecer un futuro real, concreto.
Y cumplirlo, como dicen los pibes ahora, sin giladas.
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