
Cortes de luz en CABA y Conurbano: El colapso del servicio eléctrico y la indiferencia de las empresas
El día de ayer, 6 de marzo de 2025, miles de hogares en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y el conurbano bonaerense se quedaron sin luz en medio de una ola de calor que superó los 35°C. En pleno siglo XXI, con la tecnología avanzada y un mundo cada vez más dependiente de la electricidad, resulta inaceptable que sectores tan amplios de la población sufran cortes de luz prolongados e imprevistos. Sin embargo, lo que realmente sorprende y desquicia es la falta de respuesta de las empresas encargadas de suministrar este servicio esencial: Edesur y Edenor.
Una situación insostenible
Los cortes de luz no son una novedad. Cada verano, cada ola de calor, los usuarios de CABA y el conurbano viven la misma pesadilla: apagones que duran horas, incluso días, sin que las empresas proveedoras ofrezcan una explicación clara, ni mucho menos una solución eficaz. Ayer, barrios como Flores, Caballito, Almagro, Lomas de Zamora y Quilmes fueron víctimas de una interrupción del servicio sin precedentes, dejando a miles de personas sin acceso a lo más básico: luz, ventilación y, en muchos casos, agua.
¿El motivo? Las empresas, como siempre, culpan a factores externos como el aumento en la demanda de energía debido al calor extremo. Sin embargo, esta excusa ya ha dejado de ser válida. En primer lugar, es evidente que las infraestructuras del sistema eléctrico en Buenos Aires son obsoletas e incapaces de manejar el volumen de consumo de una de las ciudades más grandes de América Latina. El colapso del servicio es solo una muestra más de la falta de inversión en mantenimiento y modernización de las redes.
¿Dónde están las inversiones?
La historia se repite cada año: las tarifas de luz siguen aumentando, y los usuarios deben afrontar ajustes tarifarios sin fin, mientras las empresas siguen acumulando ganancias exorbitantes. Sin embargo, las promesas de inversión y mejoras en la infraestructura eléctrica siguen siendo vacías. Edesur y Edenor siguen obteniendo beneficios millonarios, pero los usuarios seguimos viviendo la misma realidad cada vez más insostenible: cortes de energía, falta de respuesta y una sensación de abandono total.
El Estado, en lugar de sancionar a las distribuidoras y obligarlas a cumplir con los estándares mínimos de calidad de servicio, parece ser un espectador indiferente ante la crisis. Las multas y las sanciones no se aplican con la contundencia que el problema amerita, y las autoridades continúan ignorando la presión de los ciudadanos que exigen, con razón, un servicio digno.
Una burla para los usuarios
Lo peor de todo no son solo los cortes, sino la total falta de transparencia y comunicación por parte de las empresas. Durante el apagón de ayer, millones de usuarios se quedaron en la oscuridad sin saber cuándo volvería la electricidad, sin acceso a información clara sobre el tiempo estimado para la reparación y, lo más indignante, sin un canal efectivo para realizar consultas. Edesur y Edenor siguen siendo entidades opacas, en las que el cliente parece ser lo último en la lista de prioridades.
Cuando los usuarios intentan comunicarse, se enfrentan a largas esperas en las líneas telefónicas, respuestas automáticas y, en muchos casos, promesas vacías de restablecer el servicio «en breve», sin mayores explicaciones. A lo largo de los años, estas empresas han demostrado una total falta de empatía por los usuarios, que, con razón, sienten que están pagando por un servicio que rara vez reciben de forma adecuada.
¿Hasta cuándo?
La falta de rendición de cuentas y la complacencia tanto de las distribuidoras como de las autoridades reguladoras nos sitúa en un punto crítico. Mientras los ciudadanos pagan tarifas cada vez más altas, las empresas encargadas del suministro eléctrico no ofrecen un servicio acorde al costo que implica mantenerlo. La falta de inversión, las infraestructuras obsoletas, y la indiferencia ante las necesidades de la población son elementos que caracterizan a Edesur y Edenor.
Es hora de exigir una verdadera reestructuración del servicio eléctrico, con inversiones reales en infraestructura, un sistema de atención al cliente más eficiente y, sobre todo, un compromiso genuino con la calidad del servicio. Los ciudadanos no deben seguir siendo víctimas de un sistema energético que no está a la altura de las demandas del siglo XXI. Es urgente que el gobierno asuma su responsabilidad y deje de permitir que estas empresas sigan operando con impunidad. ¡Ya basta de promesas incumplidas y tarifas abusivas!
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