
A fines de abril de 1886, un grupo de obreros anarquistas lanzó en Chicago una campaña para lograr la jornada de ocho horas. Era común por aquel entonces que los obreros trabajaran 14, 16 y hasta 18 horas diarias. A la histórica manifestación, celebrada el 1º de mayo, concurrieron casi 200.000 personas. Siguieron nuevas movilizaciones los días 2 y 3 de mayo, que fueron brutalmente reprimidas.
El 4 de mayo los trabajadores se manifestaron cerca del Haymarket Square (Plaza del Mercado del Heno) en protesta por la violencia desatada contra ellos. La manifestación, que contaba con el permiso de las autoridades, se llevó a cabo en forma pacífica, pero a su término la policía arremetió contra los que aún quedaban concentrados e intentó dispersarlos. Alguien arrojó una bomba y murieron varios uniformados. Inmediatamente, se desató la furia policial y en pocos minutos los muertos se contaban por docenas. Pronto se declaró el estado de sitio y se detuvo a centenares de obreros, entre ellos a algunos líderes anarquistas.
Inicialmente quedaron imputadas treinta y una personas, pero finalmente los acusados fueron ocho: Adolph Fischer, Augusto Spies, Albert Parsons, George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe, todas destacadas figuras de la Internacional. (Asociación Internacional de Trabajadores)
El juicio, que comenzó el 21 de junio, fue una farsa desembozada. El juez dispuso que fuese colectivo, lo que constituía una anomalía que permitía la inclusión de todo tipo de pruebas contra los acusados. Los miembros del jurado no fueron elegidos mediante el procedimiento usual. Fueron seleccionados por un funcionario estatal y confirmados como jurados incluso después de manifestar abiertamente que tenían una opinión formada contra los acusados, algo inadmisible en un juicio imparcial. Uno de ellos confesó incluso que era pariente de una de las personas heridas por la bomba.
Durante el juicio no se logró la identificación de la persona que arrojó el artefacto explosivo. Por lo tanto resultó imposible establecer los vínculos entre éste y los imputados. Pero esto no pareció importar demasiado. Se intentaba escarmentar en estos ocho acusados a la clase trabajadora en su conjunto. El fiscal Grinnel lo expuso sin tapujos en su arenga final el 11 de agosto de 1886: “Estos hombres han sido seleccionados porque fueron líderes. No fueron más culpables que los millares de sus adeptos. Señores del jurado: ¡declarad culpables a estos hombres, haced escarmiento con ellos, ahorcadles y salvaréis a nuestras instituciones, a nuestra sociedad!”
El 28 de agosto el jurado dictó sentencia. Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg y Engel debían ser colgados, en tanto Neebe fue condenado a 15 años de prisión. Pero Fielden y Schwab solicitaron el perdón al entonces gobernador de Illinois, Oglesby, quien accedió a conmutarles la pena por prisión perpetua. Los otros cinco exigieron la libertad o la muerte.
El 11 de noviembre de 1887 cuatro de ellos –Parsons, Spies, Fischer y Engel- fueron ahorcados. Lingg se había suicidado el día anterior, aunque existen dudas sobre si se trató de un suicidio voluntario. No tardarán en ser recordados como los “mártires de Chicago”.
Años más tarde John Peter Altgeld asumió como gobernador de Illinois. Ante una petición formal de indulto, firmada por 60.000 personas, el flamante gobernador investigó los hechos y se llenó de horror. Se trataba de una farsa premeditada, un crimen cometido en nombre de la ley.
Altgeld al otorgó el “perdón absoluto” a Samuel Fielden, Oscar Neebe y Michael Schwab el 26 de junio de 1893.
Fuente: elhistoriador.com.ar
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