
El malestar en la sociedad crece cada vez que la dirigencia política prioriza agendas de intereses corporativos o, peor aún, personales. La indignación se intensifica cuando esos intereses están orientados a posicionamientos políticos individuales, especialmente cuando quienes los promueven han acumulado fracasos a lo largo de su trayectoria. La percepción de que algunos dirigentes buscan obtener rédito personal sin dar respuesta a las necesidades urgentes de la gente profundiza la desconfianza.
Este descontento se reflejó con fuerza en las redes sociales tras el acto que Máximo Kirchner realizó en el club Atenas de La Plata. El evento, más enfocado en consolidar su poder interno que en ofrecer soluciones concretas a los problemas que enfrenta la provincia, fue duramente criticado por amplios sectores de la sociedad. Los comentarios coincidieron en señalar la desconexión entre las prioridades de la dirigencia y las necesidades de la gente, que sufre diariamente las consecuencias de una crisis económica y social creciente.
La situación resulta aún más llamativa cuando esas críticas van dirigidas a un gobernador que ha logrado recuperar la provincia de Buenos Aires y fue reelecto hace apenas nueve meses. Axel Kicillof ha sido un pilar frente a las políticas liberales del presidente Javier Milei, posicionándose como una alternativa sólida dentro del peronismo. En este contexto crítico, es contradictorio y ofensivo que se utilice un acto político para, descalificar y amenazar con internas y acciones que no le interesan a nadie ,peor aún, justificar el veto presidencial a un pequeño beneficio para los jubilados. Esta actitud no solo refuerza la desconexión, sino que revela prioridades muy alejadas de las necesidades reales de los bonaerenses.
Comentarios de Facebook