Abandone Baradero el domingo para poder llegar a los festejos programados en Capital Federal por los 200 años de la Revolución de Mayo. Quería estar los días 24 y 25, en lo que se denomino el Paseo del Bicentenario. Este paseo que tantos comentarios cosecho, desde automovilistas molestos por la reducción de carriles de la avenida más ancha del mundo, hasta los que aguardaban ansiosos ver que era eso tan imponente que se estaba montando. Desde el viernes 21 se pudo transitar y cada uno observar que era eso que ahí se estaba armando. A mí recién me llego el turno el lunes.
Así fue como alrededor de las tres de la tarde partí desde mi casa por Avenida Corrientes rumbo al Paseo de Bicentenario. Y lo que allí se había armado era un recorrido por el país mismo, a través de sus provincias con lo que cada una eligió mostrar. Había de las que se centraron en sus recursos naturales, otras en su historia y que de algún modo es la nuestra también, otras en aquellas producciones regionales. En fin cada una con su forma nos trajo un poco de su suelo aquí a la gran ciudad. Una niña que no se si conoce la Casita de Tucumán en persona, se lleva el recuerdo de una foto frente aquella casa que está a miles de quilómetros y que hoy esta representada en una gigantografía. Forman parte de este paseo también una serie de “postas” dedicadas al medio ambiente, la educación, los derechos humanos, la ciencia y la tecnología, la cultura y el trabajo y la producción. Cada una a su modo intento mostrar desafíos, conquistas, proyectos, alcanzados y/o soñados en estos 200 años. Una ronda de mujeres con pañuelos blancos giran incansablemente alrededor de una pirámide en un stand con forma de pañuelo. Son las madres, las de ellos, las nuestras. A unos metros, unas señoras un poco más grandes en edad, también de pañuelo blanco, en una imagen en blanco y negro preguntan en una pancarta “¿Dónde están los centenares de bebes nacidos en cautiverio?” un interrogante que nos invitan a compartir, como así también nos comparten la alegría de esas respuestas ya recibidas. Y eso lo puedo ver en una segunda foto, esta es a color, con chicos de mas o menos treinta y pico de años que sonrientes juntos a sus hijos forman un grupo enorme, son ese centenar de nietos recuperados que le dan fuerzas a estas abuelas para no abandonar la lucha hasta encontrar al último. Raquel Radío de Marizcurrena-fundadora de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo dice: “Voy a seguir luchando, es posible que antes me muera, pero continuará mi hijo y los 101 nietos restituidos”1.
Ya estoy por la mitad del paseo. La gente que hay es mucha, muchos de ellos se ve que no viven acá, muchas familias, muchas banderas argentinas, muchas camisetas. Hoy juega la Selección, se despide con un partido frente a Canadá que por lo que dijeron lo pondrán en las pantallas gigantes. Parece que ya casi es hora de ver a esos jugadores que una vez más, y como sucede cada 4 años, nos hermanan en un “¡Vamos…vamos Argentina…Vamos…vamos a ganar!”. Por momentos nos apretamos, pedimos disculpas, pedimos permiso, buscamos la mirada cómplice de alguno de los tantos con los que compartimos, muy próximos nuestros cuerpos, unos segundos hasta que la cosa se descomprime un poco y podemos continuar nuestro camino.
“La historia es nuestra y la hacen los pueblos” Las palabras de Salvador Allende como las de otros referentes de la vida latinoamericana se hace cada vez mas presente a medida que nos acercamos a los stands donde se ubican los países que decidieron participar de estos festejos. Muchos de ellos pertenecientes a nuestro continente y que también están conmemorando en este 2010 su Bicentenario pero también hay algunos europeos. Así la imagen de la bandera mexicana se funde con la de Simón Bolívar y esta a su vez con la de Artigas y esta con la bandera de nuestros hermanos de Bolivia y una a una van pasando las imágenes por las pantallas dispuestas afuera de los stands. Para entrar a ellos, como en todos hay que hacer una fila que en algunos casos es muy larga y en otros mas corta.
El día esta gris, hay probabilidades de lluvia, espero que sean meras probabilidades porque no me traje paraguas y además está todo muy lindo acá y todavía queda mucho. Voy volviendo para el lado del obelisco para cruzarlo y llegar hasta el teatro Colón. Ese que hoy a 102 años de su inauguración reabre las puertas tras un arduo proceso de restauración. Tengo ganas de visitarlo. Desde que llegue a Capital que tengo ganas de ir a conocerlo. Pero justo coincidió con el cierre para que hoy regrese con todo el brillo que supo tener. Hay gente que ya se encamina hacia el “Coliseo de Sudamérica” mientras se escucha un nuevo grito de gol y es el tercero. Quién lo hizo. El pibe Di María. ¡Vamos! ganamos tres a cero. Yo no entiendo mucho de futbol, pero los partidos de la Selección los miro. Parece que habilitaron la entrada y la gente se va acomodando frente al palco montado frente al Colón para ver lo previsto para dentro de unos minutos. Sin proponérmelo consigo un lugar justo frente al palco. La gente de a poco comienza a llegar y el espacio disponible para cada uno va disminuyendo y la paciencia de algunos también. Como aun quedaba bastante tiempo decido salir de allí y verlo desde un lugar un poco mas retirado. Los pies no me dan más. Me duelen las pantorrillas. Estoy cansado. Me siento en el cordón de la vereda. Un nene corretea con un avioncito hecho con el folleto del teatro que las chicas del Gobierno de la Ciudad entregaban. La madre lo llama y le pide que no se aleje mucho. Empieza poco a poco a llegar más gente. El partido esta terminando. Nos despedimos con una victoria aplastante. Me están aplastando no te das cuenta. Y bueno señora, le pedí disculpas. A ver permiso. Perdona flaco. Está todo bien. No me mires con esa cara porque a vos flaco (a mi) no te subo a caballito. ¡Ufa! (le digo). Ahí parece que empieza, a ver. Mamá subime. Para que todavía no empezó. Sacame los pelos de la cara hija. Che por que no se quedan quietos. Nos tendríamos que haber quedado en casa y lo veíamos por la tele, tranquilos, cómodos, comiendo algo, ¿o no flaco? Vamos Marcos, salgamos de acá, no se puede con los chicos hay mucha gente. Me parece que me voy con uds. Bueno flaco (a mi) hace punta que te seguimos.
Regreso al paseo del Bicentenario y me propongo visitar las provincias y los stands que antes no pude.
La noche ya esta sobre nosotros. Mis piernas no dan más. Yo no doy más. Me hago de un sándwich y una gaseosa y busco algún lugar para tener mi cena. El elegido fue un cantero de una de las plazoletas. La gente no para de pasar. Las banderas argentinas se multiplican, la medianoche se acerca y la esperamos escuchando la música de diferentes artistas latinoamericanos que se presentan en el escenario principal. Me parece que me voy. Como te vas a ir. Si, no doy más de las piernas. Estoy desde las cuatro de la tarde. Pero esto no lo vivís más. Quedate es solo un rato más.
La cumbia boliviana me revivió y me invito a bailar en medio de la calle que poco a poco se va poblando para recibir el 25. Padres con los niños que abandonan los cochecitos y se montan sobre sus hombros. Se arma el escenario para que llegue La Sole que será la encargada de hacer el aguante hasta las 12. Una sensación rara comienza a invadirme el cuerpo. Miro el cielo y es el mismo cielo de los patriotas de Mayo, es el mismo cielo de aquellos que construyeron la historia de este país que hoy conmemora y celebra estos doscientos años del inicio de un camino de libertad. Ya casi estamos. Ya casi son las doce. Los que estaban sentados se ponen de pie. En las pantallas aparece la Cadena Nacional que transmitirá desde el valle de la Luna en San Juan el Himno para todos los argentinos. Para nosotros que estamos acá, para aquellos que están en sus casas, para los que lo siguen por TV, para los que lo escuchan por radio, para los que están afuera y lo siguen vía internet. Pienso en mi familia que no esta acá conmigo para compartir este momento, pienso en mis amigos que están en Baradero, pienso en los que ya se fueron y canto fuerte las estrofas de este himno que aprendí de chiquito de la mano de mi abuela y mis maestras del jardín. Me saco las manos de los bolsillos y me pongo firme. A cada verso redescubro su sentido y significado. No puedo evitar que se me nuble la vista y los ojos se me llenen de lágrimas, a mi lado un nene de rulitos en los hombros de su papa se estira para levantar alta su banderita de plástico. Y algo desde adentro me hace gritar fuerte “Al gran pueblo argentino ¡SALUD!” Me siento hermanado con todos al entonar estas estrofas, en cada cara que veo me reconozco. “Sean eternos los laureles que supimos conseguir”. La emoción va creciendo, la voz se me corta, me esfuerzo “OH JUREMOS CON GLORIA MORIR… OH JUREMOS CON GLORIA MORIR… OH JUREMOS CON GLORIA MORIR… OH JUREMOS CON GLORIA MORIR…” y todos aplaudimos, todos a pesar de nuestras diferencias a doscientos años de aquel 25 de mayo, unidos y con el compromiso por seguir la tarea iniciada por aquellos hombres y mujeres que soñaron la libertad, aplaudimos y nos unimos en un grito de ¡VIVA LA PATRIA CARAJO!
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