
En tiempos donde las ideas y los valores se confunden fácilmente o son tomadas como estandarte por muchos con el único fin de enriquecerse o tener poder desde un puesto político. Poder contar la historia de un idealista de verdad, de un hombre que no solo proclamó su lucha, sino que dio su vida por sus ideas y valores. Nos hace bien, nos demuestra cuanto militante de cartón anda por las calles o los medios, defendiendo más que ideas sus intereses particulares. Pero fundamentalmente nos permite conocer a un hombre que fue fusilado para que sus compañeros no piensen que era un traidor.

Luciano Isaías Rojas, era Sargento Músico del Ejército Argentino, su esposa, hijo y nietos actualmente viven en Baradero.
“Mi abuelo era una persona ejemplar, una persona con porte, con una personalidad que siempre era él antes que entregar a un compañero. Fue un héroe con todas las letras, se puso más una de una vez una mochila que él no tenía que cargar, fue arrestado varias veces por macanas que él no se ha mandado pero el daba la cara por los compañeros o sea hasta ese nivel llegaba mi abuelo». Comenzaba diciendo Mariel, nieta del Sargento.
El 9 de junio de 1956, comandados por el General Juan Jose Valle un grupo de militares y civiles, entre ellos Rojas, llevaron adelante una fallida sublevación cívico-militar contra la dictadura militar autodenominada Revolución Libertadora del Teniente General Pedro Eugenio Aramburu.
Los militares fueron fusilados y más adelante se conocieron los fusilamientos clandestinos de José León Suárez, por medio de una investigación del periodista Rodolfo Walsh
El Tambor mayor Rojas del Regimiento 2 “General Balcarce”, se presentó en la Penitenciaría Nacional de la Avenida Las Heras de manera voluntaria ante el jefe del Regimiento, teniente coronel Adalberto Arturo Clifton Goldney, porque habían detenido a dos de sus compañeros de armas, Pugnetti y Costa, quienes serian fusilados y él no quería que piensen que los había delatado.

Mariel Rojas
Gracias al relato de su abuela y su padre, Mariel hoy nos puede contar como fue la despedida de su abuelo Isaias, antes de entregarse; «El se entrega porque si no lo iban a venir a buscar, él no se quiso esconderse, nunca se fue, nunca se escapó y se entregó, la abrazó a mi abuela, María Teresa Leiva, que es la última viuda que queda viva, el 6 de abril cumple 90 años, la abrazo- mi padre tenía 45 días de nacido, mi tío tenía dos años y una hija de 14 años que era la más grande- así que le dio un beso, el último beso y les dijo vieja cuida los chicos, cuídate vos y fue a entregarse»
El teniente coronel Goldney en lugar de preservar la vida de Rojas (ya que nadie lo había mencionado como integrante del Movimiento Revolucionario) ordenó de inmediato que se lo pusiera junto a los otros dos para que también fuera fusilado.
«Yo destaco de él esa fe innata, esos valores, que es una cuestión de ideología que va en cada uno y que muestra lo que fue mi abuelo y hasta dónde puede llegar con sus ideales. Al momento de su fusilamiento dijo que viva el regimiento dos, viva Perón, viva la patria y ahí murió». Finalizó diciendo Mariel.

María Teresa y su hijo Eduardo
En un blog que recuerda y rescata la historia Sargento Músico Luciano Isaías Rojas, relata el conmovedor momento previo al fusilamiento. Historia que Jorge Luis Borges le cuenta a Bioy Casares y a Borges, a su vez, se la contó uno de los protagonistas, uno que empuñaba un fusil tembloroso.
Ese anónimo confidente de Borges era conscripto en el 2 de infantería y una noche nublada lo subieron a un camión y lo llevaron a la vieja Penitenciaría Nacional de la calle Las Heras. En el patio vio, formados en línea, a nueve jefes de su regimiento. Llevaban uniforme de fajina y tenían las manos atadas.
Un capitán los hizo formar frente a los prisioneros en dos filas; los de adelante, con una pierna arrodillada; los de atrás, de pie. Eran cuarenta y nueve conscriptos armados que conformaban un muro erizado de fusiles a dos alturas.
No había luz en ese patio y alguien mandó encender los faros de los camiones. Recién entonces, el anónimo conscripto narrador de esta historia descubrió que entre los prisioneros estaba el sargento músico Luciano Isaías Rojas, el más querido de los jefes de su regimiento.
Al verlo, no pudo contener las lágrimas. El fusil le temblaba. El sargento músico Luciano Isaías Rojas lo miró entonces con ojos comprensivos y -con esa misma voz paternal y cariñosa que usaba en el regimiento- le dijo, señalándose el pecho:
-No es nada, muchacho. Apuntá acá.


Comentarios de Facebook