M tiene una moto desde hace seis años y la utiliza para su trabajo. Hace unos días, mientras descansaba en su casa luego de una jornada especialmente trajinada, fue forzada una puerta de su domicilio y el o los ladrones, se llevaron la motocicleta y, además, algunas herramientas de mucho valor, que M. necesita para realizar sus labores cotidianas.
Desde que M. compró la moto, carga combustible en la misma estación de servicio y, como suele acontecer, el azar jugó un papel destacado en la historia que se cuenta. Alguien llegó con la moto robada a poner nafta en el tanque de la moto a la estación de servicio en la que a lo largo de seis años, M. hacía lo mismo. El empleado que se ocupó de la carga miró la moto detalladamente y le dijo al piloto: «Esta moto no es tuya, es de M.» a lo que el motociclista respondió que ya no era de M. puesto que él se la había comprado horas atrás. El despachante de combustible no creyó la versión que le daba e insistió: «No es así, esa moto no es tuya y es de M. la conozco porque viene casi todos los días y yo lo atiendo».
A todo esto, quiso la suerte que a escasos metros del diálogo descrito, se encontrara un efectivo policial que habiendo escuchado la conversación se acercó al motociclista y comenzó a indagarlo, solicitarle documentación, verificar numeración y demás datos y, al ver que la historia no cerraba, procedió a detener al piloto y trasladarlo a la comisaría.
En la dependencia policial pudo comprobarse que, en efecto, la moto le había sido sustraída a M. quien recuperó el rodado tras cumplimentar las medidas de práctica. No sucedió lo mismo con las herramientas que, según el testimonio del dueño triplicaban en valor a la moto. El ladrón en ningún momento dio pista alguna sobre el paradero de ellas.
(Foto solamente ilustrativa).
El Diario de Baradero
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