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Adriano despertó con una resaca horrible, sintiendo que su cabeza iba a estallar, pero en estado de lucidez total con respecto al absurdo que habían protagonizado la noche anterior en la disputa sobre si ellos eran gente Elvis o gente Beatles.

No estaba “todo acabado”; no podía estar “todo acabado” entre los dos, de ninguna manera. No de esa forma. ¿Por la disputa Elvis/ Beatles? ¡Qué insensatez!

¿De qué estaban hablando en realidad, después de todo? ¿Podría ser eso que Allen una vez en el consultorio llamó “Metalenguaje” —Usaba esa denominación a falta de un término más preciso del psicoanálisis, había dicho el analista, por lo tanto tomándolo prestado de la lingüística para calificar eso que Mallory y Adriano se decían en situaciones como aquella de la noche anterior. Era bien posible. Es decir, era al menos bastante probable que durante «el combate Elvis/ Beatles» hubieran estado hablando de algo mucho más profundo, pero cuyos términos estaban celosamente guardados en el subconsciente. Afloraban trastocados, decontextualizados y en lenguaje encriptado a la manera del de los sueños, como teorizaba Freud. Ninguno de los dos había estado “hablando de lo que estaban hablando”.  A pesar del hangover y la angustia, al formularlo en esos términos Adriano pasó a admirar aún más Raymond Carver[1].

Fue hasta el teléfono y llamó a Mallory. Quien atendió en la contestadora telefónica fue el jazz de Charlie Parker, soplando en su saxofón Loverman [“El amante”], como banda de sonido para darle apoyo a la voz metálica de Mallory que emitía el auricular. “Si fuese la voz de Mallory en persona”, se dijo Adriano, “esta palabra no sería ‘metálica’, sino ‘melódica’ ”. “Metálica Melódica Mallory”, musitó Adriano entre dientes, como si construyera una familia de palabras para evocar a esa amante cuya presencia en su vida parecía a punto de desintegrarse.

En la grabación telefónica, Mallory se decía “imposibilitada de atender”, usando la fórmula estándar norteamericana «… I can’t come to the phone right now…»[2].

Adriano dejó un corto mensaje apologético-disculposo y le pidió que le retornara la llamada, por favor. Hizo otra llamada más: Informó a la gente de Bloomingdale’s que estaba enfermo y no iría a trabajar. Dedicaría este día a tratar de armar el rompecabezas. Es decir: haría el esfuerzo necesario para recoger los pedazos del destrozo y recomponerlo, recuperar a Mallory.

Se dio cuenta de que no tenía la menor idea de dónde ella podría estar. Comenzó su investigación llamando a los varios lugares donde Mallory trabajaba ahora: a la central de embarcaciones chárter que anclaban en el muelle del World Financial Center —parte del conglomerado edilicio centrado en las torres gemelas del World Trade Center, donde la corporación de navegación turística tenía sus headquarters[3]. Discó después el número del conmutador general de la Bolsa de Comercio de New York, en Wall Street, para que le transfirieran la llamada al refectorio  —a veces Mallory vendía sus servicios de free-lancer para las empresas de catering que servían el desayuno o el almuerzo a los Stock-Market agents. No olvidó llamar también a Depression Modern. Lacónico, Ronald le informó que ella no estaba allá “hoy”: “She’s not here today, dear”.

No podía llamar a Allen; lo había hecho ya muchos años antes y había terminado caminando solo sobre la nieve de Central Park, con dos pasajes a Tahiti en el bolsillo, uno ahora inservible. Además, sería “interferencia”: Allen era el psicoanalista de su amante, no el suyo.

Entre esas llamadas, discaba de vez en cuando el número de Mallory, pero en lugar de ella continuaba atendiéndolo Charlie Parker y la voz metálica despojada de alma que couldn’t come to the phone right now.

A las 13:40 por fin atendió Mallory.

—¿Hello?

—¿Mallory? Soy yo. ¡Lamento tanto lo que ocurrió anoche entre nosotros! … Es decir, no sé qué me pasó…  … pero no está todo acabado, ¿entendes? No está todo acabado. Te amo; te amo, Mallory.

No sin dolor ni ansiedad, al pronunciar esas palabras Adriano descubrió que casi nunca le había dicho a Mallory que la amaba —y percibió también que no había ninguna respuesta del otro lado de la línea.

—¿Hola, Mallory? ¿Me estás escuchando? Te amo, lo nuestro no ha terminado. ¡Lo siento tanto! ¿Dónde estabas? Te he llamado a todos lados.

—¿Que dónde estaba?, ¿Que dónde estaba? ¡Me preguntás dónde estaba! ¿Dónde querías que estuviera? ¡Estaba con Allen, por supuesto! ¿Dónde más?, ¿Ouuu Keyyy?! ¡Pasé toda la mañana con Allen!

—¡Oh, mi querida; lo lamento tanto! ¡Perdoname! ¿Estás sufriendo? ¿Te lastimé? Dejame ir ahí y lo hablamos, ¿OK? Estaré ahí en unos segundos.

—¡No. No! ¡La que lo lamenta soy yo, Adriano! Puede ser que sin querer me hayas colocado en un lugar en el que debí haber estado desde hace mucho tiempo. Me rechazaste; me dijiste cosas que me llevaron a otro sitio —este en el que ahora estoy. No podés venir. No podés venir más. Nunca más. Este es el momento más enfermo de una relación MUY enfermiza y no debo estar jamás otra vez en un lugar así —dentro de una relación como esta. Entendelo.

—¡No, no, por favor, Mallory! Dejame ir hasta ahí y lo hablamos! ¡Estoy seguro de que podemos arreglarlo! ¡Iré sólo por un segundo!, ¿OK?

—No. No puedo verte. No puedo estar con vos, Adriano. Ya te lo dije: no es bueno para mí… Nunca fue bueno para ninguno de nosotros…. ¿No lo sabés vos también, por acaso?

—¡Pero de qué estás hablando, Mallory? ¡Esto me suena a psicoterapia! ¿Qué pasó en lo de Allen? ¡Quiero que vivamos juntos! ¡Te amo tanto! ¿Me oís? ¡Quiero tener un hijo con vos, Mallory! Te amo, Mallory…  Escuchame; estoy dispuesto a hacer lo que sea para salvar lo nuestro… lo que quieras… por favor, hablamos donde vos digas… … … ¡En lo de Allen, si te parece!

Siguió un largo silencio del lado de Mallory, y durante ese lapso Adriano proyectó en su mente un film imaginario donde los protagonistas eran Mallory y Adriano —y el argumento, su vida juntos. Era verdad; esa vida de pareja nunca había sido buena para ninguno de los dos. Rápido rápido rapidísimo Adriano desconectó el proyector mental y olvidó la película imaginaria que reproducía la vida de ambos desde el comienzo de la relación. Negó y olvidó las imágenes que acababa de pasarse a sí mismo. En lugar de eso, se abocó a escuchar su propia respiración agitada y los latidos de su propio corazón estrepitoso y acelerado. Estaba seguro de que Mallory los podía oír del otro lado de la línea.

Cuando Adriano estaba seguro de que la tierra había dejado de rotar [“… ma, il mondo, gira o non gira?”], finalmente Mallory dejó oír su voz:

—OK. Entonces combinaré una cita con mi analista y te aviso. Nos vemos en lo de Allen.

Y colgó.

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  • Continúa mañana

** Ilustración: Fotografía de la Avenida Central Park West, donde está situado el edificio Park West, que alberga los departamentos de Mallory y Adriano — o sea, es el escenario de la acción de esta novena entrega.

[1] Adriano recuerda al escritor norteamericano Raymond Carver, que había muerto no mucho tiempo antes [1938 – 1988], debido al título —y al argumento— de uno de sus mejores cuentos:  What We Talk About When We Talk About Love, “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Es una historia sobre esa forma de conversación de doble significado que Allen llamó “metalenguaje”.

[2] “No puedo atender el teléfono en este momento…”

[3] Headquarters: La casa matriz.

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