Calle Emilio Genoud al 600, al pasar, sobre la acera de los números impares, una cortina metálica alzada permite ver qué se guarda en el interior del galpón cuya abertura cancela, pero ya antes, en la misma vereda, algunas cosas nos advierten de qué se trata el asunto.
Un perchero muestra ropas de todo tipo, algunas sillas de chapa, del tipo tijera y con su asiento y respaldo acribillados de agujeritos formando palabras nos traen recuerdos de épocas lejanas.
Juan Manuel Pousa, cordobés oriundo de Bell Ville, tierra de la pelota «sin tiento», invento argentino hasta hoy no superado, desde hace años se dedica a acumular cosas que otras personas ya no usan y ahora, desde hace algunas semanas, decidió exponerlas al público que, como él mismo manifiesta, en la mayoría de los casos, «entra al galpón más para ver que para otra cosa. Algunos compran algo, pero la mayoría ingresa por curiosidad».
Sifones con cabeza de plomo, televisores blanco y negro de todos los tamaños, los infaltables mates de variadas formas y materiales, radios antiguas, libros, muebles, vajilla y una serie de cosas imposible de describir pormenorizadamente llenan el amplio espacio dedicado a la exhibición.
Es notorio el buen estado en que se encuentra casi todo lo que se muestra, cosa destacable ya que en este tipo de negocios, ya escasos por otra parte, muchas veces lo que se ofrece es casi desechable.
Es obvio que no se trata éste de un comercio común sino de algo especial, destacado y, si bien antiguo desde lo histórico, novedoso para Baradero y se constituye, además, en un nuevo atractivo que puede ofrecer la ciudad para sus habitantes y visitas.
Gabriel Moretti (El Diario de Baradero)
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