
El peronismo venía encaminado a una renovación, pero una torpeza del juez Bonadío, en su afán de perjudicar a la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, sumada al desmanejo del gobierno de Mauricio Macri, hicieron resucitar el fervor camporista.
*Por Mario Baudry – La agrupación juvenil, que venía siendo vapuleada por la estructura del aparato justicialista en todos los distritos, resucitó de sus propias cenizas.
Cristina tuvo su propio 17 de octubre, y vio envalentonado su regreso, ante la perplejidad del Gobierno nacional, que no pudo reaccionar frente a la contundencia de la movilización.
El Gobierno, avisado por todos los sectores antikirchneristas de que la movilización podía ser multitudinaria, intentó frenar la indagatoria a Cristina, mandando a sus operadores, el Dr. Lorenzetti y el ministro de Justicia, Garavano. Pero no tuvo ningún resultado, salvo la confirmación de la indagatoria.
Envalentonada por la movilización, la ex presidente trató de adueñarse de la agenda nacional; convocó a los legisladores y, posteriormente, a los intendentes. En los dos casos la respuesta no fue la esperada; hubo varias ausencias y, por lo bajo, muchas críticas.
Esa situación originó que no se convocara a los gobernadores, ya que los faltazos serían masivos, y echaría por tierra su idea de tener un regreso soñado.
El FPV va tendiendo a desintegrarse, como se conoce en la actualidad; y la ex presidente busca formar un frente más amplio: el “Frente Ciudadanos”. Por dos motivos básicos. Por un lado sabe que el nombre Frente para la Victoria ya no tendría la aceptación del votante promedio, y tendría algún rechazo social, principio básico del marketing.
Y por otro lado, porque ya no basta con las organizaciones sociales como sustento electoral; se necesita sumar a todo aquel que pueda participar, a todo el que esté en contra de las medidas liberales que viene aplicando el Gobierno.
El efecto que causó la movilización kirchnerista llevó al Gobierno nacional del espanto a la euforia, por cuanto logró sacar de la escena nacional al presidente Macri, que fue muy golpeado por el escándalo del Panama Papers; pero el regreso de La Cámpora, Moreno, D’Elía, Hebe de Bonafini y Cristina eclipsó la figura de Mauricio.
La caída en las encuestas de la imagen presidencial tuvo un rebote con el acto kirchnerista que dejó más tranquilo al sector duro del macrismo. Pero dejó nuevamente expuestas las fracturas internas que tiene el peronismo; va a ser difícil que vuelva a convertirse en una opción de gobierno.
Muchos no ven una salida dialogada dentro de las filas del peronismo, que permita una jubilación decorosa de muchos de los actores de los últimos años, para lograr una renovación de dirigentes.
Algunos creen que no queda otra alternativa que una nueva derrota del kirchnerismo en 2017, que permita borrar de escena a los viejos dirigentes; pero eso traerá como lógica conclusión que el massismo deba levantar su caudal de votos; sector donde buscarán refugiarse muchos de los que no se sienten identificados en la estructura actual del nuevo “Frente Ciudadanos”.
El 2017 será otro año de duras batallas electorales, donde seguramente será protagonista principal el factor económico, donde nunca mejor que ahora se va a ver reflejado el dicho popular que reza: “La gente vota con el bolsillo”.
El presidente Macri será el árbitro de una batalla electoral, en la que la provincia de Buenos Aires será la que marque una vez más el destino del país. Si Jorge Macri gana como senador, Massa verá peligrar su candidatura presidencial y será el fin del kirchnerismo. Si gana Massa, el macrismo entenderá que será el fin de su mandato y tendrá dos años muy difíciles, hasta el recambio presidencial; en este caso también será el fin del kirchnerismo.
Sólo resta saber quién será el candidato a senador del kirchnerismo, ya que Scioli es resistido, y Cristina no se quiere meter en una pelea de titanes en la Provincia, disputándole poder a los apellidos Macri y Massa juntos.
Lo mejor de todo esto es que, una vez más, el pueblo bonaerense tendrá la posibilidad de elegir su propio destino.
Por Mario Baudry
*Director de revista La Tecla
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