
El jueves último por la madrugada, Osvaldo Iaques cerró su comercio del tipo polirrubros y se fue a descansar a su casa. Cuando al día siguiente regresó para abrir las puertas del local, se encontró con un desorden monumental ya que la mercadería yacía dispersa por el piso, las cigarreras se hallaban vacías, faltaba un dinero que había quedado como cambio en la caja y una vitrina, en la que se hallaban guardados celulares nuevos y usados, fue sometida a la fuerza de una barreta o similar, que hizo saltar la cerradura. Así quedó el camino liberado para hacerse de ellos, cosa que él o los delincuentes no desaprovecharon.
Madrugada de domingo
No estaba repuesto el comerciante de la desazón producida por el robo anterior cuando el sábado, ya madrugada del domingo en realidad, se retiró pasadas las tres y media de la mañana para regresar horas más tarde y hallarse ante un panorama similar al de pocas horas atrás. En esta oportunidad otra vez los cigarrillos fueron los preferidos, al igual que los encendedores y si bien en la vitrina ya no había celulares, sí eran exhibidos anteojos y relojes que fueron vastamente raleados por los ladrones que, quizás cebados ante el silencio que guardó Iaques luego del primer robo, se animaron a regresar por más y en verdad, tuvieron suerte.

El dos veces damnificado refirió que en la manzana de referencia, la constituida por las calles Anchorena, Gallo, San Martín y Medrano, fueron varios los vecinos que recibieron «visitas». A uno le llevaron una garrafa del patio, otro fue alertado de los merodeadores por los perros y a Iaques le llevaron varias cosas en dos ocasiones.
Los vecinos manifestaron su preocupación ya que se cree que los delincuentes han tomado esa manzana como objetivo y la intranquilidad es permanente, máxime cuando caen las sombras de la noche y el descanso, que supone ha de ser reparador, termina siendo incompleto cuando está latente la amenaza de un robo.
Publicado por el Diario de Baradero en su edición grafica del 10-06-16
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