En esta primera edición del Festival Mastai; antes, durante y después de su desarrollo se produjeron hechos aislados pero que no pasaron desapercibidos.
No solo el accidente que tuvo el tour manager de Manu Chao, sino que también otros incidentes que se produjeron dentro y fuera del predio del Balneario Municipal.
El hecho de mayor riesgo y que generó preocupación en los asistentes, donde los organizadores, junto a los médicos que trabajaron en el predio, Bomberos y hasta el propio Ciro Martínez, intervinieron; fue cuando un joven de 25 años de nombre Eduardo, eludió el numeroso cordón que el personal de seguridad efectuaba sobre el escenario Este.
Sin que nadie lo advirtiera el joven se trepó a lo más alto de la estructura, sobre el techo, y amenazaba con arrojarse. Sucedió sobre la actuación de Ciro y Los Persas y Nonpalidece. Automáticamente el festival se paró.
Los grupos de auxilio comenzaron a treparse y buscar llegar al sector donde se encontraba esta persona, mientras que abajo, otros bomberos y asistentes habían desplazado una lona para amortiguar una probable caída.
Finalmente, después de media hora, el joven depuso su actitud y descendió por sus propios medios siendo asistido rápidamente por los médicos que había en el lugar.
Más allá de este hecho, dentro del predio no hubo que lamentar alguna otra situación traumática.
En las afuera del Balneario, por la convocatoria y el movimiento de personas en las calles, fueron mínimos lo casos donde se debió intervenir.
Sí llamó la atención que más allá del importante operativo, se advirtiera una escasa presencia policial sobre los sectores donde estacionaron los micros.
Fue así como la interminable hilera de ómnibus estacionados llegó hasta la cancha del Club A. Banfield, y allí, lamentablemente, un grupo de jóvenes que se encontraba en el barrio 104 Viviendas, apedreó a quienes habían estacionado en el lugar, obligándolos a que con el correr de las horas debieran trasladarse.
Otro punto a tener en cuenta para futuras ediciones, en cuanto a los controles, fue la excesiva presencia de “trapitos” foráneos que llegaron a la ciudad para “controlar a nadie” y con una excesiva tarifa de 50 pesos por auto. También se advirtió la llegada de “carritos” vendiendo comida y alcohol sin ningún tipo de control cuando de antemano no se había permitido, la instalación de los vendedores sampedrinos.
Por último, fue una pena que los medios de prensa locales no hayan tenido acceso a cubrir lo que fue la presentación de la banda sampedrina Viento Rítmico, que era “la banda de la ciudad”. Esta, estuvo a cargo de la apertura del festival a las 15.30 horas, pero la organización permitió el ingreso al predio cuando ya actuaba la segunda banda. Lamentablemente nadie pudo presenciar el debut de los locales en un espectáculo de semejante envergadura.
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