Luego de 28 años de aquel pedido que la virgen le hiciera a la vidente Gladys Quiroga de Motta por una casa que albergue a todos los fieles, ayer se inauguró la totalidad del santuario de María del Rosario de San Nicolás, en el marco de una celebración eucarística multitudinaria presidida por el obispo diocesano, monseñor Héctor Sabatino Cardelli.
A veces las palabras no alcanzan para describir la forma en que los sueños se materializan, en como las utopías se transforman en hechos concretos. Pero la fe, que mueve montañas, despeja caminos, también cimienta las bases de obras titánicas. Hace 28 años la Virgen pidió un hogar, una casa grande que albergue a todos sus hijos y lo que pareció una ilusión espiritual que moriría en palabras, fue generando acciones, sacrificios, hechos, esfuerzo y amor, mucho amor, un motor fundamental para que hoy María tenga su Santuario y la ciudad reciba a los peregrinos de todas partes del mundo como lo merecen.
En el marco de una celebración eucarística multitudinaria -como la que todos los meses ocurre para esta fecha- presidida por el obispo diocesano, monseñor Héctor Sabatino Cardelli se dio inaugurado finalmente el Santuario en toda su dimensión, solo quedan detalles por terminar, pero la casa está abierta. Durante la homilía el Obispo se mostro visiblemente emocionado: “Este es un momento trascendente de la iglesia en San Nicolás y el mundo entero. Aquella semilla de piedra que fue sembrada cuando enterramos la piedra fundamental, hoy nos cobija con su techo y nos contiene en su seno como una madre a sus hijos. Ella lo sugirió y acompaño su crecimiento, sus hijos escuchamos su pedido, porque sabíamos que ella como dueña de casa no nos haría faltar nada. Pidió esta casa para convocarnos y para decirnos al alma que hagamos lo que él nos diga. Con estas palabras lo expresó en el casamiento de sus amigos en Galilea pero a lo largo de la historia nos lo fue diciendo de mil formas en tantos lugares donde ella eligió para insistir en este sabio consejo maternal y nosotros hemos tenido el privilegio de escuchar la resonancia de este pedido aquí, donde estamos reunidos ahora, y a muy pocos metros de la casa de Gladys, su fiel transmisora. Este es un hecho irrefutable, una obra material que pone la firma a la milagrosa intervención del cielo sin la cual no hubiera sido posible. María firmo su promesa con este santuario y nosotros recogemos asombrados este gesto amoroso diciéndole que si al señor como lo hizo ella en Nazaret aquel día que nos abrió las puertas de la casa del cielo anticipada y prefigurada con este Santuario.”
La casa de la madre
Y continuó diciendo: “Esta es la casa donde ella quiere encontrarse con sus hijos. Que profundas resonancias se despiertan en nosotros cuando hablamos y recordamos que vamos a la casa de nuestra madre y también que profundo dolor sentimos cuando la casa de mamá ya no existe o pasó a manos de otros que no son sus hijos. Pero ella esta y estará siempre esperándonos y podríamos añadir que sería triste no acudir o corresponder a esa espera. En el encuentro con la madre del cielo surgen muchas cosas maravillosas. Comienza a crecer en nuestro corazón la búsqueda sincera de escucharla, ofrendarle nuestro amor y estar atento a lo que no sugiere. Nos damos cuenta que ella no es el termino de nuestra búsqueda, que hay mucho mas, que es preciso tomar el camino que ella misma recorrió en su vida y que nos acompaña a que también nosotros lo hagamos. Ese camino es Jesús su divino hijo en quien ella quiere que centremos la mirada y sigamos el rumbo que nos señala. Hagan lo que él les diga. Este mandato de Jesús primero lo cumplió ella y le significo convertirla en madre de la iglesia, es decir de cada uno de nosotros precediéndonos en este camino que si nos disponemos a seguir nos convertirá en hijos.”
Describiendo el Santuario dijo: “Este templo que se asemeja al útero materno donde se gesta la vida, aquí nos vamos formando en criaturas nuevas y vamos creciendo en el amor que brota de su ternura maternal, que nos prodiga y que casi imperceptiblemente nos va transformando en testigos y mensajeros de tan magnífico don. Así cada vez que nos vamos de este bendito lugar llevamos la luz y la alegría que se nos comunica y que nos convierte en misioneros y evangelizadores en nuestros lugares de dónde venimos. Cuando irradiamos lo que aquí recibimos nos convertimos en esa sal y esa luz de la que nos habla Jesús y muchos se sentirán llamados a venir a esta -uente de amor y de gracia para saciar su hambre de Dios y descubrirlo a él cómo camino verdad y vida”.-
Autor: Germán Rodríguez – [email protected]
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