La Asamblea del año 1813 comisionó a los diputados Fray Cayetano Rodríguez y Vicente López y Planes para que escriban o presenten una canción nacional. El 11 de mayo la Asamblea se reunió para escuchar a los dos poetas.
Con incontenible emoción, López se puso de pie y comenzó la lectura: «Oíd mortales, el grito sagrado…». No pudo continuar: una ovación estruendosa no deja lugar a leer su trabajo, y propone que los versos de Vicente López y Planes sean aprobados por aclamación. Así lo hace la Asamblea y adopta como «Canción única de las Provincias Unidas» al poema, convirtiéndolo en nuestro Himno Nacional.
Sin embargo, las notas solemnes de esta canción ya habían resonado en Buenos Aires ante las reunión. En efecto, el 11 de noviembre de 1812, un coro de niños acompañados de orquesta había interpretado la marcha patriótica de López, con música de Blas Parera, delante de los vocales del segundo triunvirato.
Blas Parera retocó luego algunos acordes y este himno fue aprobado por la Asamblea. Aunque los originales se perdieron, el himno que hoy cantamos responde con fidelidad a la versión original, tal cual lo editó el maestro Juan P. Esnaola en 1860.
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