Días atrás se conoció la noticia acerca de sacerdote católico de Brujas, Bélgica, el P. Alexander Stroobandt, que fue condenado por la justicia por considerarlo culpable de negligencia por no haber llamado a los servicios de emergencia cuando un amigo personal presuntamente le confesó, en medio del Sacramento de la Penitencia, que tenía intenciones de suicidarse.
El sacerdote argumentó que no podía levantar el secreto de Confesión y se negó a revelar lo que el fallecido le comunicó en sus últimas confesiones.
«Decir que mi secreto confesional no es importante es lo mismo que decir que la independencia de la Corte no importa», sostuvo el sacerdote belga en una entrevista con medios de su país. Los abogados del religioso, adelantaron que apelarán la condena para defender que el secreto de Confesión es algo inviolable para un sacerdote.
La denuncia que motivó la condena fue hecha por la esposa del suicida, quien tuvo conocimiento del contacto del sacerdote con su esposo e interpuso una demanda después de su muerte, basada en su perspectiva de que cualquier persona sin excepción tenía que haber acudido a las autoridades en una situación de emergencia por suicidio. El sacerdote fue condenado a un mes de prisión en suspenso y se le ordenó pagar una multa simbólica en euros.
Según la viuda, la demanda se hizo con el objetivo de imponer una restricción al secreto de confesión. «No nos importaba el dinero. Queríamos evitar que esto se repitiera con otras personas», manifestó.
Según el letrado del sacerdote, el suicida tenía derecho a confiar su intención de quitarse la vida al sacerdote, quien no puede revelar el contenido de la comunicación sacramental. «Su secreto de Confesión es sagrado para él. Si lo hubiera roto, sería excluido por la Iglesia».
Cuando hoy en día parece tan extraño este argumento, cuando la ley positiva ha hecho olvidar que existe una ley natural, vale recordar que para el Catecismo de la Iglesia Católica «dada la delicadeza y la grandeza de este ministerio (confesión) y el respeto debido a las personas, la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas».
Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de quienes se confiesan. «Lo que se sabe bajo confesión es como no sabido, porque no se sabe en cuanto hombre, sino en cuanto Dios» , dejó escrito Santo Tomás de Aquino. El sacerdote que viole el secreto de confesión incurre excomunión automática.
En 2017 surgió un caso en una iglesia mormona ubicada en el barrio porteño de Vélez Sarsfield, donde un hombre le confesó al obispo del lugar que abusaba de su hijastra. El religioso decidió contárselo a la madre de la víctima y pareja del agresor, que terminó denunciándolo.
Por esa misma época, la Comisión que trata los asuntos de abuso infantil en Australia recomendó que se elimine el secreto de confesión y que los clérigos que se nieguen a denunciar el abuso sexual infantil en base a información recibida durante una confesión sean penalizados. Al respecto, el editor de The Catholic Herald -el sacerdote y doctor en Teología moral Alexander Lucie-Smith-
se manifestó en contra de la propuesta y argumentó que «si el clero se viese obligado a informar lo que se les dicen en confesión a la policía, sin el consentimiento del penitente, entonces una cosa será segura: nadie volvería a querer confesar esos pecados en particular».
En tanto, con argumentos que invitan a reflexionar, aclaró que todos «los sacerdotes deben exhortar a los perpetradores a entregarse a la policía y a buscar ayuda profesional. Todos los sacerdotes deben exhortar a las víctimas a hablar con alguien fuera del confesionario, y buscar la ayuda de la autoridad competente. Pero si se niegan a hacerlo -aunque no podamos entender por qué eligen hacerlo- entonces el sacerdote tiene que respetar esa decisión».
Smith, sostiene que el secreto de confesión ha sido y sigue siendo una piedra de tropiezo para muchos.
«El derecho humano a la privacidad y la idea de relaciones confidenciales no deben considerarse como una forma de encubrir el abuso. Solo en estos espacios respetados podemos descubrir la verdad sobre nosotros mismos, y eso es vital. También es vital para la salud de la sociedad que los espacios privados y públicos se mantengan separados. El abuso, después de todo, especialmente el abuso sexual, surge cuando la privacidad no se respeta».
La Prensa
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