El Banco Central de la República Argentina (BCRA) enfrenta una situación crítica: en un solo día, perdió 600 millones de dólares, impulsado por el pedido de Toyota para acceder a divisas necesarias para importaciones. Este episodio, que coincide con una nueva corrida cambiaria y un aumento vertiginoso del dólar blue, pone en evidencia el deterioro imparable de las reservas y la debilidad de un modelo económico que parece naufragar. Bajo la gestión del presidente Javier Milei y su asesor económico Santiago Caputo, Argentina adoptó una serie de políticas que buscan una “libertad de mercado”, pero que han resultado en un desequilibrio alarmante. La eliminación de controles cambiarios y la desregulación abrupta del comercio exterior no sólo han facilitado la fuga de capitales, sino que también han puesto en jaque la sostenibilidad de las cuentas externas. El enfoque ultraliberal, promovido como solución mágica para los problemas estructurales de la economía, ha tenido efectos devastadores. El mercado, lejos de responder con confianza, ha optado por la especulación. El resultado: un dólar blue imparable, un salto en el riesgo país y la desconfianza generalizada de los inversores. En este contexto, las empresas que dependen de insumos importados, como Toyota, enfrentan serias dificultades para operar, lo que impacta negativamente en la producción y el empleo. La pérdida de 600 millones de dólares en un día no es un hecho aislado. Las reservas del BCRA han venido disminuyendo de manera sostenida, lo que refleja una política de uso indiscriminado para contener episodios especulativos que el mismo modelo genera. Sin reservas suficientes, el país se encuentra al borde de un default técnico, y las consecuencias para los sectores más vulnerables serán catastróficas. Milei y Caputo subestimaron la complejidad de una economía como la argentina. Las promesas de dolarización y una supuesta eficiencia del mercado quedaron en palabras vacías frente a la realidad de una economía desarticulada y una sociedad que no puede sostener más ajustes. La confianza, ingrediente esencial en cualquier modelo económico, está ausente. El modelo Milei-Caputo ha profundizado la desigualdad y ha generado incertidumbre en todos los sectores sociales. Mientras los salarios pierden poder adquisitivo frente a una inflación descontrolada y un dólar que actúa como referencia de precios, los más ricos han encontrado nuevas vías para protegerse de la crisis. La situación es insostenible y amenaza con desatar un estallido social. Argentina necesita un modelo económico que combine desarrollo productivo, inclusión social y sostenibilidad fiscal. Esto implica, entre otras cosas, un control estricto de las reservas, la promoción de exportaciones con alto valor agregado y una regulación seria que evite los desequilibrios especulativos. Es momento de repensar el rumbo antes de que sea demasiado tarde.
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