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El ex ministro de Economía de la dictadura cuestionó la inconstitucionalidad de su indulto en una causa por crímenes de lesa humanidad. En una solicitada habló de «instituciones degradadas«, de «Estado de derecho reducido» y de un «Gobierno que continúa promoviendo el enfrentamiento»

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El ex ministro de Economía de la última dictadura militar José Alberto Martínez de Hoz rechazó a través de una solicitada la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, con la que ayer se decretó la inconstitucionalidad del indulto que le fue otorgado por el ex presidente Carlos Menem.
 
A través de una solicitada publicada en los diarios ClarínLa Nación, que se titula «Otra vez con Martínez de Hoz una persecución interminable«, el ex funcionario del régimen militar aseguró que «la Justicia Penal Federal y la Corte Suprema (escasas y honrosas excepciones) han sido funcionales a esos objetivos«.
 
«El único objetivo del actual proceder es intentar forzar mi encarcelamiento por la sola circunstancia de existir un proceso judicial en curso recaratulado como de «lesa humanidad», aun cuando hace veintidós años se me declaró judicialmente inocente de los mismos hechos«, sostiene Martínez de Hoz.

«La trampa es obvia. Pero en la Argentina de hoy, con sus instituciones degradadas, el Estado de Derecho reducido a una mera apariencia y un gobierno que continúa promoviendo abiertamente el enfrentamiento entre los argentinos, no parece que existan frenos institucionales que contengan la ensañada y larguísima persecución en mi contra, que no tiene precedentes en el país«, agregó. 

Fuente: infobae.com

 

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4 COMENTARIOS

  1. Un plan económico devastador y premeditado
    Joe, el Terminator del primer ajuste salvaje

    No hay mejor síntesis de la economía que venía a instaurar Martínez de Hoz que las tres propagandas de TV de la dictadura que rescató en los años ochenta el documental La República perdida. La primera mostraba cómo un hombre se caía de una horrible silla fabricada por la “industria nacional” que se destartalaba por su peso, para luego correr feliz hacia un montón de sillas importadas que no sólo lo resistían sino que además le encantaban. La segunda –también con actores de carne y hueso– mostraba a un grupo de empresarios apretados entre un piso que decía “costos” y un techo que emulaba al “dólar”, que a cada rato pedían subir para aliviar la presión, hasta que descubren que el verdadero truco era hacer que bajara el piso. La última, en dibujos animados, mostraba cómo unos monstruos enanos de la “subversión internacional” parasitaban a una vaca que luego recuperaba vigor cuando decidía patearlos y volver a comer de la mano de un gauchito igual al que después promocionaría el Mundial 78.

    La misión era terminar con el “empate” que signó a la economía local durante los treinta años de la posguerra y que llevó a los trabajadores (Cordobazo mediante) a capturar casi el 50% de la renta generada en el país. Había que bajar el piso como los empresarios del spot televisivo. Para lograrlo, el combo del primer año fue simple: congelamiento de sueldos, megadevaluación del peso y fin de los controles de precios.

    En sólo dos años, hacia 1977, la participación de los salarios en el ingreso nacional había caído al 28 por ciento.

    Pero no sólo había delegados gremiales que secuestrar y militantes que torturar para alcanzar ese objetivo. También había que fundir al incipiente entramado de industriales nacionales que había acaudillado hasta poco antes José Ber Gelbard, que, sin ser patriotas ni mártires, pretendían desarrollar algunos de sus negocios en forma autónoma de las grandes firmas extranjeras.

    Ahí entró en acción el juego de la silla importada. Martínez de Hoz anunció sucesivas rebajas de aranceles y recortes de subsidios y créditos que llevaron a la quiebra a industrias enteras. La Argentina no era una potencia industrial, pero al menos fabricaba biromes y maquinitas de afeitar. Después del ciclo que se completó con el menemismo en los años noventa, nunca volvió a hacerlas.

    El gauchito de la publicidad podía estar tranquilo. Las divisas del campo generoso ya no irían a subsidiar a los ineficientes fabricantes de sillas que se rompían.

    Las multis y las grandes firmas locales se subieron a la bicicleta financiera. Ya no importaba qué produjeran. Hasta las netamente industriales se dedicaron a conseguir dólares baratos en el exterior para colocarlos a tasas de interés altísimas en el mercado local.

    Después quedó claro el resultado: entre 1976 y 1983, la deuda pública saltó de u$s 8.000 millones a u$s 45.000 millones. La misma deuda que hoy divide al Gobierno y la oposición mayoritaria por cómo pagarla, sin que ninguno la cuestione.

    La alianza social que sostenía a la dictadura contra los intereses de la mayoría de la población necesitaba que quien osara enfrentarla tuviera miedo de ser secuestrado o desaparecido. Pero, como no se podía secuestrar ni desaparecer a todo el país, hacía falta también otro tipo de miedo. El miedo a quedarse sin trabajo, a caer en la escala social, a perderlo todo. Para lo primero estaban los grupos de tareas. Para lo otro estaba Joe.

    Fuente Crítica Digital Edición Miercoles 28 Abril 2010

  2. ojala pudiéramos perseguirte en el más allá también, maldito hdp, encima t queres hacer la victima ahora. juicio y castigo sin piedad, q de todas maneras le estamos dando una instancia (el juicio) q ellos se salteaban, solo castigaban sin piedad.

  3. A MARTINEZ DE HOZ, CAMINANDO POR LA CALLE LE ROBARON, LO DEJARON DESNUDO Y CORRIA TAPANDOSE LOS GENITALES.UNO QUE PASABA LE GRITA TAPATE LAS OREJAS QUE POR LAS BOLAS NO TE VÁ A CONOCER NADIE. JA JA…

  4. vos me perseguis, xq el hambre de tu plan economico lo siento yo. xq destruiste cualquier intento de industrializacion e independenica. xq con vos la deuda externa crecio el 465% para salvar a las grandes empresas. dejate de joder, a vos se te persiguu?? hdp encarcelado es poco por todo el mal que le hiciste a este pais!

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