Hoy en el primer piso del Club Atlético y presentada por la sub comisión de Cultura, se presentó la exposición de esculturas y pinturas de Martín Fuccia y Mario Filippo.
Las palabras alusivas estuvieron a cargo de Jorge Cavatorta, Jose Vicente Panzero, Griselda Esconjaureguy y Jorge Mario Fussinato.
Esta dupla artística, que felizmente se ha juntado para crear, nos sorprendió con una serie de obras que en conjunto hacen un todo artístico sobre una temática social poco difundida y que es la chatarra electrónica, la cual es altamente contaminante y no esta legislada.
Las pinturas de Mario Filippo, realizadas sobre material reciclado y una buena combinación de colores son rostros con expresiones de tristeza. Mostrando este joven artista un talento sorprendente.
Martín Fuccia, trabajo con desechos electrónicos y elementos descartables para crear cada una de sus esculturas, las cuales tal como describe el autor tienen vida propia.
La exposición muy bien ambientada cuenta también con un video donde se plantea la problemática de la basura electrónica, sus consecuencias y el reciclado como única medida de control.
La muestra permanecerá abierta hasta el domingo 30 de 20:30 a 22:30 hs. y lleva el nombre de UN LUNES DESPUES… y los autores la describen de la siguiente manera:
Un mundo futuro…
Una visión apocalíptica,…en la cual
El hombre extinguió sus recursos
Y el planeta, ahogándose en
Su propia basura.
Hasta que un día…
La chatarra cobró vida.
El profesor Jorge Mario Fussinato realizó un excelente análisis de la obra y su autor Martín Fuccia, a quien conoce desde hace años y sabe del pensamiento filosófico del artista, pensamiento que traslada a su obra creadora.
Palabras de Jorge:
Confieso que me sorprendió la invitación de Martín para dar esta charla. Tenemos una comunicación rara, fluida pero rara. Estamos acorde a los tiempos, cruzamos nuestros diálogos a través del correo electrónico. Cosa que nos acerca a la tecnología y que a la vez, dan un indicio de que somos de otra época, porque ya el correo electrónico quedó atrás. Los jóvenes ya han elegido por las redes sociales y otros métodos de comunicación más rápidos, más dinámicos, más instantáneos, más espontáneos. Lo raro en todo esto es que personalmente nos vemos poco y de todas maneras nos sentimos comunicados. El año que termina creo que nos vimos dos veces y en lugares donde no pudimos dialogar. Por eso es rara, estamos cerca estando lejos físicamente.
Habitualmente cambiamos impresiones sobre cuestiones de filosofía y de historia. Él cree que yo se algo de esos temas y a mí me gusta que esté en ese error, porque cuando intercambiamos opiniones yo aprendo de sus preguntas y sus consideraciones, así que no pienso convencerlo de los contrario.
No sería muy aconsejable que nadie lea nuestros correos, sólo para preservar nuestra integridad intelectual, ya que es posible que se crea que necesitamos atención psiquiátrica. Pero en esos textos, que no son cortos, Martín muestra también una fuerte creatividad y un muy buen manejo del texto. No es fácil volcar en palabras las enrevesadas construcciones que sobre este universo tiene Fuccia, su obra escultórica lo muestra.
Por ejemplo: en estos días recibí de Martín una nueva teoría que él creó y que me ayudó a dar comienzo a esta charla. Fuccia piensa que:
“La geometría de todo lo que nos rodea, simula un interruptor (on-off) para encender o apagar el cerebro humano.”
Es interesante.
Escuchemos el enunciado:
“El sistema de malla rectangular superpuesta con sus ángulos rectos, aplicado a nuestras construcciones edilicias, apaga el interruptor de nuestro sentido de poder creativo cerebral.”
Por esto les digo que no sería sano que lean nuestros correos:
Pero pensemos un poco en lo que dice Martín.
Aceptemos que nuestro cerebro actúa en verdad como un interruptor de encendido-apagado. Eso quiere decir que nuestra creatividad podría ser “encendida” por momentos. Pero sospecha que lo rectilíneo, que los ángulos rectos que nos rodean, que los vertieses que están por todos lados “apagan” esa creatividad.
Es interesante. Si miramos a nuestro alrededor. En la vida cotidiana, estamos rodeados de cuadrículas. Las baldosas, las mallas de las lozas con que están construidos los edificios, las habitaciones, todo. Es agobiante, ¿alguien premeditadamente pensó en esto para apagar nuestro cerebro y dejarnos sin actividad creativa? Si consideramos que crear nos hace libres. Es posible que así sea. Alguien hizo esto para dominarnos, para que dejemos de ser libres.
Recurramos a la historia.
¿Dónde nacen las formas cuadriculadas de las calles que las ciudades? ¿Se sabe? Sí.
Los ejércitos romanos comenzaron a construir las nuevas ciudades que conquistaban con el sistema de cuadrículas para que sus legiones, que eran verdaderas más quinas de guerras, aprovecharan al máximo formación de Testudo o tortuga. Protegidos por arriba, el frente y la parte posterior con los escudos, quienes entraban por el frente salían muertos al pasar por esa formación. Los romanos denominaban a esta forma de construcción de ciudades como Castrum que quiere decir fortaleza
El significado de la cuadrícula, entonces, tenía un fin militar, pues permite controlar el territorio desde cualquier punto de vista y en cualquier posición dentro de las calles.
Sabemos que los españoles traían ese mandato para construir las ciudades que fundaran en el nuevo mundo. Las siete manzanas principales, la distribución de los edificios oficiales, la iglesia y la plaza principal. La cuadrícula, el castrum como quisiéramos llamarlo fue pensado por el mayor imperio del mundo antiguo para la dominación. Para controlar a otros.
Como enuncia la teoría de Fuccia, para “apagar” la libertad creadora y sojuzgar.
La historia de la humanidad está basada en la dominación de unos sobre los otros. Esto no es nuevo para ninguno de los presentes. La colonización ha sido un elemento constante en la historia. Desde la ocupación del espacio por un grupo colonizador, hasta una de las más sofisticadas formas de colonialismo, muy de moda hoy en día, el colonialismo ideológico.
Ya hablamos de los romanos que se preocupaban de tomar el espacio con su ejército para tener el poder sobre el lugar, respetando las creencias de los lugareños en la medida que se “dé al Cesar, lo que es del Cesar”. Pero luego de la caída del fascinante imperio, llegó otra colonización. La impuesta por la iglesia que duró más de mil años. Hasta que los filósofos, especialmente Dscartes en el siglo XVII, pone al hombre en el centro de la escena, haciendo que éste, con su razonamiento, sea el que sepa que “porque piensa, sabe que existe”. Desde “La cosa pensante” de Descartes, el hombre será el centro de la escena del pensamiento occidental hasta nuestros días.
¿Qué cosas han justificado al colonialismo del siglo XIX y diría yo de todos los tiempos? Algunos les dicen “La Santísima Trinidad del colonialismo, las tres “C” sagradas:
Cristianismo – Civilización – Comercio.
Se podría decir que cada una de una de estas tres “C” tienen que ver con alguien que nos dice en qué pensar, cómo organizarnos para vivir en comunidad, y qué comprar, qué consumir.
Sabemos que los romanos no llevaron el Cristianismo, es cierto, durante gran parte de la historia del imperio romano el cristianismo no existía. Pero sí llevaron la Civilización. Lo que ellos sostenían era la civilización, y por supuesto el comercio.
Luego el cristianismo coopta al imperio y llega la iglesia. Ella nos dijo siempre en qué creer, sin dilaciones, sin protestas posibles.
Por último el hombre, en distintas épocas, con distintos métodos, nos sometió en nombre de la verdad.
Nos dice Friedrich Nietzsche (1844 -1900)
“¿Qué es la verdad? No existe tal cosa. Verdad es tan solo un concepto inventado por los griegos para convencer a los demás de que ellos debían gobernarlos. Toda cultura que ha dominado explotado u oprimido a otra, lo ha hecho en nombre de alguna verdad. Proclamar la verdad es en verdad pretender el poder”.
Todos conocemos a Nietzsche y sabemos que lo llamaban “el loco de Turín” pero no eso, lo que dice, deja de ser interesante.
Bien, llegados a este punto repasemos. Fuccia nos dice que sospecha que de alguna manera nos han “apagado” el cerebro para que no seamos creativos, para que no seamos libres. No lo conceptualiza, pero nos quiere decir que nos colonizaron mentalmente.
La historia nos muestra que siempre el hombre colonizó al hombre por un motivo: Poder.
Martín es un artista íntegro. Padece la realidad cotidiana. Reniega de las convenciones sociales. Es apocalíptico con respecto a la clase humana. Pero tiene, aunque él no lo sepa del todo, un gran amor por la humanidad. Decir, ahora, justo en las primeras semanas del comienzo de la segunda década del siglo XXI que alguien es un humanista, podría ser considerado una estupidez, pero no me preocupa que crean eso de mí, ya se han dicho cosas peores.
Martín refleja en sus obras el inconformismo y rechazo que siente con una sociedad que no se anima a pensar por sí sola. Que no puede porque está colonizada mentalmente. Que repite sin libertad lo que los medios dicen, que responde a una estructura ideológica establecida y es incapaz de darse cuenta de que es manipulada. Una sociedad que, como diría Heidegger,:
“vive en estado de pensada”.
Una sociedad atada a los designios de un poder que “sujeta al sujeto” para hacer de su voluntad lo que el mercado o los intereses de las grandes empresas requieren de él, fundamentalmente ser consumidor. Consumidor de dentífricos o de ideas, es lo mismo, desde las corporaciones mediáticas, nos indican sobre qué debemos pensar y últimamente también cómo debemos pensar. De esa sociedad reniega el artista y lo muestra en sus obras.
Heidegger fue el filósofo del Ser. Más allá de la discusión de su nazismo fue y sigue siendo el filósofo más influyente del siglo XX y lo que va del presente. Él discute, entre otras cosa por supuesto, la idea de Descartes de “la cosa pensante”. Para el hombre de Selva Negra “La cosa pensante” de Descartes simboliza todas las metáforas que usamos para pensar en nosotros como individuos. Nociones como “el yo”, “el Individuo”, “el alama”, “el agente”, dan lugar a un modo egoísta de pensamiento. Cuando nos vemos como “cosa pensante”, nos colocamos implícitamente en el centro del mundo. En pocas palabras, todo existe para nosotros.
Dice Heidegger:
“una clase de ser, el ser humano, cree todo el Ser existe para él”.
En vez de reconocer nuestro lugar en el mundo, nuestra posición como ser entre otros seres, hemos convertido al mundo en algo que existe por y para “la cosa pensante”. Si todo existe para uno mismo, es fácil suponer que haya países que incluyan a otros pueblos dentro de esa idea y se permitan explotar a quienes no son como ellos.
Las mayores atrocidades del mundo se han dado por esta creencia. Pueblos que creen ser predestinados a ser los mejores del mundo y que tienen derecho sobre otras culturas. Seres humanos que vivimos gracias a las muertes que provocamos. Esos que en nombre de la democracia y el diálogo, invadimos países porque su cultura no es suficiente amplia para entender que la democracia que “nosotros” profesamos es la mejor. Un mundo habitado por seres humanos que se destruyen a sí mismos contaminando todo cuanto toca, tapándose de basura, agotando los recursos, opacando los espacios.
¿Cómo se logra que todo esto no sea rechazado por los hombres de bien? Por que la colonización de hoy ha llegado a la máxima perfección. Hoy el hombre vive pendiente de los medios de comunicación y es ahí donde las tres “C” legan a la sublimación. Desde ellos se nos dice en qué pensar, cómo organizarnos para vivir en comunidad, y qué comprar, qué consumir. Vivimos pendiente de las opiniones de los demás, por el solo hecho de que nos hicieron creer que ellos siempre tienen la verdad. La verdad objetiva. Y sólo tienen opinión.
No hablo del pobre y mísero enfrentamiento del Grupo Clarín con el gobierno nacional. El mundo está en estado de pensado. Las grandes corporaciones mundiales son quienes manejan los medios de comunicación, televisión, Internet, todo. El australiano Rupert Murdoch es el dueño de la corporación de medios de comunicación más grande e influyente del planeta. Es sin dudas el hombre más poderoso del mundo.
Heidegger muere en 1989, se le atribuye una frase que dijo poco antes de morir:
“Muy pronto la televisión, para ejercer su influencia soberana, recorrerá en todos los sentidos toda la maquinaria y todo el bullicio de las relaciones humanas.”
No sospechaba si quiera el desarrollo comunicacional que se avecinaba, o sí. Un año después de su muerte comienza la Guerra del Golfo y es allí donde la televisión comienza a manipular las imágenes que podemos ver los simples mortales. En la fatídica década del noventa se consuma la más flagrante atentado a la libertad de pensamiento, allí comienza la colonización mental del planeta.
Pero como dice José Enrique Rodó en “Motivos de Proteo”:
“Cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes.”
Entre esos muchos, está la personalidad del artista. El artista que hay en Fuccia un hombre que piensa por sí solo, que se resiste a ser colonizado, que nos advierte a través de sus obras. Obra a la que miramos con admiración, pero muchos esperaremos las críticas de los medios para saber qué opinar. Miraremos con asombro pero no veremos que hay nuevamente un llamado a ser nosotros mismos, hombres y mujeres que tenemos la capacidad de pensar y de actual sin esperar a que nos digan cómo.
A pesar de su sentido apocalíptico, sigue creyendo en el ser humano, de lo contrario estas inteligencias artificiales que cobraron vida no hubiesen buscado parecerse al hombre, a pesar de haber recurrido a la basura para armarse hubiesen elegido otra forma distinta a la del hombre, pero no; ahí los tienen, se nos parecen.
¿Es reaccionario el arte de Fuccia? definitivamente no. Creo sinceramente que es revolucionario, pretende producir un cambio profundo en cada uno de nosotros. Pretende que pensemos por nosotros mismos, que pensemos de manera crítica, que no nos dejemos arrastrar por la corriente de pensamiento dominante que se nos propone a diario, que repitamos aquel famoso verso de Terencio, “soy humano, nada de lo humano me es ajeno.” (Jorge Fussinato)
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