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“No hay pago como mi pago

viva el Cerro Colorado.”

 

A. Yupanqui

 

Por Gabriel Moretti-Tal vez la condición nómada que alguna vez tuvimos los humanos sea la razón por la que la mayoría de nosotros disfrutemos con el hecho de viajar, de trasladarnos. Ese hecho, ya de por sí placentero, se potencia si los lugares que vamos visitando, además de bellos y que nuestro país los tiene en abundancia, nos permiten mantener contacto con nuestros paisanos, en su gran mayoría, gente maravillosa. Una reflexión del escritor y filósofo Juan José Hernández Arreghi, asegura que “el verdadero país está en el interior, y en las provincias más pobres” y resulta fácil comprobarlo cada vez que nos alejamos de nuestra zona.

Hace unos días, fuimos a nuestra provincia de Córdoba utilizando la nueva traza de la RN 9, una autopista con pavimento de hormigón surcando un mar verde e interminable de soja que, salvo poco más de 70 Km, entre las poblaciones cordobesas de Gral. Roca y Bel Ville en los que se transita por la ruta “vieja”, se encuentra habilitada en su totalidad.

Precisamente recordamos el singularísimo paso por Bel Ville ya que en esa ciudad se inventó la pelota “sin tiento”, o sea se introdujo la modificación de la válvula que revolucionó la fabricación de todas las pelotas de fútbol y similares en el mundo entero. Como testimonio de ello, al costado del camino se erigen puestos ofreciendo el producto de la zona: pelotas de fútbol, de voleibol y de todo tipo y material que hacen del tránsito por la ciudad un hecho curioso y atractivo.

Habiendo dejado atrás la pujante Villa María y bajo un calor asfixiante, fue el día más caluroso del año, arribamos a la avenida de circunvalación, pero no nos dirigimos hacia los lugares que podríamos llamar “tradicionales”. Al llegar a la capital mediterránea, continuamos nuestro viaje por la ruta nacional 9 hacia Santiago del Estero. Fueron quedando atrás Colonia Caroya, con sus característicos y exquisitos vinos de uva frambua y salames de tan buen sabor; Jesús María, Villa del Totoral, San José de la Dormida y varios pueblitos y parajes intermedios, entre ellos el célebre Barranca Yaco, sitio en el que fuera asesinado Juan Facundo Quiroga.

Todo lector que dude de nuestro siguiente aserto puede hacer la prueba: el viajero que recorra la Provincia de Córdoba puede detenerse en el más pequeño almacén a la vera de la ruta o, si lo desea, internarse en esos poblados de menos de 100 habitantes y tal vez no consiga pan, cigarrillos, leche, etc. pero hay algo que siempre encontrará: fernet. La bebida provincial es el fernet con cola y cada vez que un cordobés le pregunte ¿tomamos un fernecito?, sepa que se está refiriendo a la mezcla aludida servida generalmente en generosos vasos de plástico.

Al llegar a Santa Elena, pequeña población del norte cordobés, recién entonces aparece el cartel esperado: “A Cerro Colorado 12 Km”.

Se dobla a la izquierda y se transita por un camino sinuoso y serpenteante que corre entre los cerros Inti Huasi, Veladero y Colorado, cruza el arroyo Los Molles, el río de los Tártagos y desemboca en un pequeño poblado que es el portal de la reserva natural Cerro Colorado, que abarca 3000 hectáreas y comprende a los tres cerros mencionados repartidos en sendos departamentos: Tulumba, Sobremonte y Río Seco respectivamente. Según opinan los lugareños, esta particularidad hace que los pobladores, escasos, no sean tenidos demasiado en cuenta a la hora de contar los votos y eso se nota en algunas cosas que hacen al progreso del lugar.

La vista del Cerro Colorado es imponente. Su extremo más alto está a 562 m. sobre el nivel del mar, pero no es esa altura lo que conmueve sino su forma, sus muchas oquedades, sus aleros y su color rojizo debido al óxido de hierro, que precisamente es lo que predomina en su composición geológica de más de 600 millones de años, que data del período precámbrico, anterior a la formación de la Cordillera de Los Andes.

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Don Ata

 

En 1945, en compañía de su amigo, el odontólogo Gómez Molina, llegó a Cerro Colorado, un villorrio por esos años, un guitarrista de nombre Héctor Roberto Chavero quien sería conocido luego en todo el mundo como Atahualpa Yupanqui y del que hoy con solamente decir don Ata se sabe de quién hablamos.

Los dos amigos se trasladaban en un camioncito doble propósito, en él habían montado el proyector mediante el cual pasaban películas para los lugareños, Gómez Molina manejaba el proyector y a finalizar, el camión se transformaba en el escenario desde el que Chavero cantaba acompañado de su guitarra. Tanto le gustó el lugar a Chavero que volvió y trabó amistad con los Argañaraz, dueños de un almacén de ramos generales que hacía, como tantos otros, de centro de reunión de la zona, además conoció a un hombre que sería trascendental en su vida: el Indio Pachi.

El Cerro Colorado era una cantera de la que se extraían las piedras de afilar que los que pasamos de los 50 las recordamos en tantos patios de Baradero, circulares y rojizas, en un caballete de madera al que se adosaban una suerte de pedales que las hacían girar. De alguna forma se les surtía de un hilo de agua, condición imprescindible para que el afilado resultara eficiente. Esa tantas piedras surgieron del Cerro Colorado hasta que en 1961, con gran visión de futuro la Provincia de Córdoba decretó área protegida al sector y cerró definitivamente la cantera con lo cual se quedó sin ese trabajo el “Indio” Pachi. Algunos lugareños nos dijeron que Pachi, desde entonces, pasó a ejercer un oficio muy distinto; peluquero de damas.

En una de esas visitas Pachi le solicitó a don Ata un favor muy especial: redijo que su padre era un gran admirador de él, pero que, por ser inválido, no podía trasladarse hasta el pueblito invitándolo al cantor a ir hasta su casa, Yupanqui aceptó el convite y esa fue una decisión que cambiaría la historia del lugar.

Fueron muchas las veces que Chavero llegóa al hogar del papá del Indio Pachi y tanta la admiración y el gusto del paisaje expresados por Yupanqui en cada visita que en una ocasión el dueño de casa le dijo a su amigo que eligiera el sitio que más le gustara y que se lo regalaba pues el hombre era heredero ancestral de una gran cantidad de tierras en la zona. Así fue que Don Ata eligió el solar donde se erigió luego su casa; son dos hectáreas al borde mismo del río de los Tártagos y con el Cerro Colorado todo el tiempo a la vista a punto que podríamos decir que está en el patio mismo de la casa en la que, bajo la sombra de un roble, se hallan sepultados en una tumba sin cruces como lo anunciara en una de sus composiciones más recordadas, los restos del poeta, cantor y gran artista argentino don Atahualpa Yupanqui y los del gran bailarín Santiago Ayala, “El Chúcaro”.

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La casa

 

La vivienda que ocupara por el poeta, compositor y músico, fue en realidad levantada con la ayuda de la gente que en buen número colaboró ya que el acceso al lugar en que está la casa, era muy trabajoso.

Se trata de una casa sencilla, blanca, techo a dos aguas, tejas coloniales y en la que se usaron materiales de la zona como la piedra colorada y troncos de árboles del lugar para las vigas del techo. A propósito de árboles, el Cerro Colorado tiene una particularidad al respecto: es el sitio más austral de nuestro país en el que crece el mato, árbol de la misma familia que el arrayán y residual de un pasado muy lejano, cuando los mares ocuparon esa zona ya que se trata de un árbol que necesita humedad para desarrollarse. El 90% del cerro está ocupado por esa especie.

En medio del patio de la casa de don Ata, se levanta su biblioteca que se conserva hoy como estaba el último día en que el poeta pasara por ella. Es una habitación rectangular, del mismo estilo que la casa principal y dentro de ella hay estanterías metálicas, de las que utilizan en muchos comercios y en algunos talleres mecánicos, que sostienen los libros, de todo el mundo, que Yupanqui poseía.

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Diferencias

 

El hecho de acercarse a la tumba de Don Ata produce una emoción en casi todos los que la visitan. En nuestro caso no pudimos menos que comparar los destinos de dos poetas: allí estaba Yupanqui, en un hermoso lugar de la hermosa Córdoba en el que él mismo eligió para su tumba, frente mismo al Cerro Colorado. Yupanqui es uno de los símbolos de la argentinidad más profunda. Hasta ahora no fue aceptado por el aparato cultural que se maneja desde Buenos Aires, ejemplo de ello han sido sus libros, siempre escasos, publicados por editoriales de poco o ningún renombre, casi siempre ofrecidos en las estaciones ferroviarias, casi nunca en las “librerías del centro”. Su destino ha sido el mismo del gauchaje federal, del país de Felipe Varela, del Chacho Peñaloza, de Juan Facundo Quiroga.

Recordábamos inevitablemente a otro vate, el de las luces de la cultura portuaria, Jorge Luis Borges, antiperonista acérrimo, elitista, mirando siempre hacia fuera y hasta creyendo en la superioridad de ciertas razas y lenguas.

Borges, en las antípodas de Don Ata, eligió para su tumba la colina de un monte en Vevey, Suiza, ya que allí, dijo, había pasado los años más felices de su vida.

Las dos actitudes son paradigmas de una Argentina que aún busca su destino, que todavía libra su lucha para ser un país soberano o terminar siendo una colonia próspera.

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Justo el 31

 

Hay dos maneras de llegar a la casa de Don Ata, a pie y en auto siendo la primera la más recomendable por lo que tiene de peculiar. En auto es un viaje como tantos, caminando es una experiencia inolvidable. De un modo o de otro, el 31 de enero de cada año llegan visitantes ya que sucede allí algo muy especial.

Con el último día de enero en la casa de Yupanqui se congrega gente de todas partes del país que asiste a la fiesta que, en homenaje a su natalicio, se realiza en el patio de la vivienda. Artistas de todas partes, algunos recorriendo miles de kilómetros, participan de una jornada que comienza a la mañana y finaliza cuando ya no quedan más cantores ni guitarreros con ganas de participar.

La Chacarera de las Piedras, compuesta por Yupanqui, es una de las más ejecutadas: “Aquí canta un caminante que muy mucho ha caminado/ y que ahora vive tranquilo allá en Cerro Colorado” dicen los dos primeros versos, pero es el estribillo el que casi todos recuerdan: “Caminiaga, Santa Elena, el Churqui, Rayo Cortado, no hay pago como mi pago viva el Cerro Colorado”. Allí Don Ata nombra a los pueblos vecinos con la salvedad de que el Churqui es en realidad Churqui Cañada cuyo nombre no encajaba en la métrica del verso y el autor se tomó lo que se llama una licencia poética y lo incluyó tal como lo escuchamos.

El Coya Chavero, hijo de don Ata, es el alma del festejo al que todos están invitados y no se cobra entrada. En el espacio que media entre el limite del patio de la casa y el río, se colocan mesas, sillas, reposeras, sillones y cuanto pueda uno imaginarse para comodidad de la gente y a poco andar, en cada grupo surge el compañero de todos: el mate que será cebado hasta el cansancio. Sin estridencias, tan lentamente como llegaron, los concurrentes se van retirando a medida que va oscureciendo, muchos de ellos con la promesa de volverse a encontrar el próximo 31 de enero cuando al influjo de don Ata y atraídos por el misterio que emana del Cerro Colorado, un grupo de argentinos de todas partes, se den cita en ese lugar único en el mundo, de una singular e increíble belleza y, de acuerdo a cierta encuesta de la que participaron los mismos cordobeses, entre los más hermosos de una provincia que los posee en abundancia.

 

 

Gabriel Moretti

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5 COMENTARIOS

  1. Notas como esta engrandecen la pagina , tambien las de historias del Baradero , el chusmerio diario la dejan huerfana de contenidos , felicitaciones y pronto otra de este estilo!!!!!!!!!!!

  2. muy buena la nota de moretti…felicitaciones.
    por otro lado, para osvaldo…te cuento que yo estuve cinco veces (hasta ahora) en ese lugar, y te puedo asegurar que la sra. norma viola no está enterrada en la casa de atahualpa, ni siquiera está en cerro colorado…averiguá bien…tampoco lo está nenette, la esposa de don ata…el pacto que hicieron en vida el chúcaro y yupanqui, fue para que sólo ellos dos descansaran en ese lugar debajo del roble, y hasta ahora se esta cumpliendo a rajatablas.

  3. muy buena la nota de moretti…felicitaciones.
    por otro lado, para osvaldo…te cuento que yo estuve cinco veces (hasta ahora) en ese lugar, y te puedo segurar que la sra norma viola no está enterrada en la caso de atahualpa, ni siquiera está en cerro colorado…averiguá bien…tampoco lo está nenette, la esposa de don atahualpa…el pacto que hicieron en vida el chúcaro y yupanqui, fue para que sólo ellos dos descansaran en ese lugar debajo del roble, y hasta ahora se esta cumpliendo a rajatablas.

  4. Excelente Gabriel:
    Sabes quien descansa tambien debajo del roble al lado de la casa de don Ata?
    Nada menos que Norma Viola, la compañera del Chúcaro.
    Tuve oportunidad de amanecer en ese lugar hace unos nueve años, de paso para Cafayate y es una de las emociones mas fuertes que podemos tener los que amamos todo esto.
    Tome un rollo de fotos que se las di a un amigo en comun que tenemos, con sobrenombre de pescado de nuestros ríos, y que estoy esperando que no haya perdido los negativos.
    Buenisima la nota y muy necesaria…

  5. moretti, muy bueno lo que dejaste plasmado en este articulo, algo de hostoria que yo por lo menos no conocia y debe ser un muy buen lugar para conocer.
    saludos

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