No hubo boquense que el domingo último, tras el triunfo que obtuvo Boca Juniors ante Estudiantes de La Plata, no esbozara aunque fuera una sonrisa. Es que la mala campaña del equipo de la ribera tenía, y tiene, preocupado a más de uno y así las cosas se nos ocurrió recordar algunas anécdotas de notorios hinchas baraderenses del «zeneize» ya desaparecidos y que, de estar con vida, hubiesen transitado con amargura los días que corren.
Baicochea (Baico), que en la década del 50, de riguroso traje azul y sombrero orión, viajaba cada domingo a la cancha en la que Boca jugara. En cierta ocasión, enfrentándose Boca con River, uno de sus acompañantes, de Baradero también, le hizo una broma un tanto pesada ya que, en la tribuna hizo correr el rumor que Baicochea era, en realidad, hincha de River pero que estaba con los de Boca porque no había conseguido entrada para la tribuna riverplatense. Eso hizo que durante todo el partido «Baico» fuera hostigado en forma permanente recibiendo coscorrones, toques volteándole el sombrero y pataditas en los tobillos. Cuando ya de regreso supo cuál había sido la causa de su sufrimiento, apareció en un café del centro, revólver a la cintura, buscando al que le había gastado la broma, muy enojado, pero no tanto por lo sufrido en la tribuna sino por haberlo hecho pasar por hincha de River.
Del «Taita» Carossino, canillita que cuando Boca andaba mal, no pasaba con sus diarios por los lugares en los que sabía que recibiría alguna «cargada». Del «Abuelo» Miguel Ángel Chersi, socio vitalicio del club que dejó expresada su última voluntad de esta manera: que sus restos fueran cremados y sus cenizas esparcidas en el campo de juego de La Bombonera, deseo incumplido ante la negativa del club que se vio en la necesidad de hacerlo ya que, de consentir cada uno de los pedidos que en el mismo sentido recibe cada día, la cancha ya tendría varios metros más de altura.
Para lo último dejamos la anécdota que consideramos un símbolo del hincha que no vive en Buenos Aires, sino en pueblos como el nuestro. Dionisio Arévalo era pintor de brocha y dicen quienes lo vieron jugar al fútbol, que era un destacado puntero derecho. Como tantos otros, Dionisio no conoció la ciudad de Buenos Aires sino hasta cuando tuvo más de 40 años y un día en que viajó a la capital argentina, llegó hasta el barrio de La Boca y pudo llegar hasta La Bombonera, aunque la vio nada más que desde afuera. Cuando volvió, le contaba a un familiar su experiencia de este modo: ¿Sabe una cosa cuñada, viajé a Buenos Aires y toqué la cancha de Boca».
Vaya este sentido recuerdo para todos los boquenses con la salvedad que solamente elegimos tres al azar, pero son muchas las anécdotas y tantos que merecen ser recordados que una enumeración exhaustiva sería imposible en estas líneas. De todas formas, creemos haber cumplido con traer estas historias a la memoria en horas que resultan, para los boquenses, un tanto más felices que las vividas poco tiempo ha.
GM
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