Los protagonistas de esta historia baraderense no recuerdan bien la fecha, pero ambos creen que fue entre finales de 1973 o principios de 1974 que pusieron idea, empeño, trabajo y dinero para preparar una pista de baile al aire libre en la que se escucharía y bailaría la música que los cautivaba a los dos: el tango, y bautizaron el lugar como “La Curva del Tango” ya que precisamente en la esquina en la que el patio estaba ubicado, hay una curva y contracurva muy conocidas por cualquier baraderense.
“Toto” Rivas y el recordado “Titi” Bordoli, (los dos con apodos similares), se juntaron para hacer, en la esquina de Mariano Moreno y Carrasco, un patio de baile y para ello construyeron una pista de una superficie de 446 metros cuadrados que en gran medida fue fruto de su esfuerzo. Colocaron centenares de focos diseminados por todo el ámbito, de manera tal que como lo deseaban, la pista y sus bordes quedaran profusamente iluminados. Cerca del lugar vivía un grupo de muchachos soldadores de ascendencia alemana, varios de ellos aún viven en la ciudad, quienes construyeron cuatro faroles, al estilo de los del 1900, que fueron instalados en cada uno de los vértices del rectángulo bailable.
La cosa era a lo grande y, para inaugurar se contrató la orquesta de Félix Paladino, que era de San Antonio de Areco y tenía fama y nombradía bien ganadas en toda la zona.
“Toto”, bailarín consumado, estaba en su salsa bailando en la apertura de cada noche y atendiendo a los muchos concurrentes que iban llegando, mientras que “Titi” tenía a su cargo la cantina. Cuentan los dos que la noche de la inauguración llegaron matrimonios vestidos como para una gala y que algunas mujeres lo hicieron de vestido largo. El lleno y paralelamente el éxito fue total.
La Curva del Tango funcionaba durante las noches de viernes, sábado y domingo y no obstante la afluencia de público, el lugar estuvo abierto nada más que durante tres fines de semana; la misma buena marcha del negocio hizo que surgieran desavenencias entre los socios que a la postre resultaron insalvables y el lugar cerró sus puertas para siempre.
Lo notorio es que no obstante la brevedad del ciclo, hasta hoy a ese sitio se lo conozca por ese nombre; esto nos habla de la enorme repercusión y fama que tuvo en su momento el patio en que se escuchaba y bailaba tango.
Cualquier vecino que hoy peine algunas canas conoce esta notable historia de la ciudad y tal vez muchos jóvenes sepan cuál es la esquina de la que se habla cuando se menciona “la curva del tango”, pero quizás no conocían lo que esa denominación encierra. Esa es la razón por la que se la ha recreado.
GM
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