Hace 46 años, derrocaban al Dr. Don Arturo Umberto Illia, Presidente de la Nación Argentina…
Compartimos con ustedes unas sentidas palabras, sólo para recordar qué significó su gobierno.
… Por el año ’63, cuando Don Arturo asumió la Primera Magistratura, el peronismo se encontraba prescripto y corrían tiempos de inestabilidad política. La misma Unión Cívica Radical había sufrido una escisión importante.
El «Apóstol de los Pobres», con su austeridad y coherencia, impulsó grandes reformas, en la búsqueda del progreso cierto. Durante su breve gestión, levantó las restricciones al peronismo y al Partido Comunista, y se promulgaron penas contra la discriminación y violencia racial; anuló los contratos de explotación petrolífera que perjudicaban a YPF; estableció el “salario mínimo, vital y móvil” y constituyó el Consejo del Salario; promovió la Ley de Abastecimiento, controlando los precios de la canasta familiar y fijando montos mínimos para jubilaciones y pensiones; impulsó la Ley de Medicamentos, con la que se establecían controles a los precios, imponía límites a pagos en el exterior por regalías y compra de insumos, y regulaba la publicidad; incrementó el presupuesto destinado a educación de 12 a 23%, impulsando el Plan Nacional de Alfabetización, programa que llegó a 350.000 alumnos de entre 18 y 85 años de edad; ordenó la economía del sector público, disminuyendo la deuda externa de 3.400 a 2.600 millones de dólares, y fomentando la industrialización; el PBI trepó desde el -2,4 hasta el 13,8%, el salario real creció más del 10%, y la desocupación bajó a 5,2%…
Repasando estos datos, surge la gran duda sobre las causas de su derrocamiento. La debilidad del gobierno, por haber triunfado en elecciones no libres, confluía en su falta de legitimidad ante los votantes peronistas; la reacción opositora de los poderosos grupos económicos y las campañas de desprestigio por parte de los medios de comunicación; el avance del Terrorismo de Estado impulsado por los Estados Unidos, la conocida Doctrina de Seguridad Nacional, y la ambición de las Fuerzas Armadas, reunidas bajo la figura del Gral. Juan Carlos Onganía.
Este contexto histórico, que a prima facie parece una desmesura, redundó en la coalición derechista que derrocó a Don Arturo, quien aún siendo despojado de la investidura presidencial y siendo removido por la fuerza del cargo, no desaprovechó esos minutos para dejarnos su legado más importante: un ejemplo de ciudadanía, incorruptibilidad, y honestidad, como se concluye en el diálogo que mantuvo con los altos mandos enviados a deponerlo (según publicó la revista «Somos») , a saber, el General Alsogaray, primero, y el Coronel Perlinger, después…
Alsogaray: -Vengo a cumplir órdenes del Comandante en Jefe…
Illia: -El Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas soy yo (señalando un libro que está a un costado de su mesa). Mi autoridad emana de esa Constitución que nosotros hemos cumplido y que usted también ha jurado cumplir. A lo sumo, Usted es un General sublevado que engaña a sus soldados.
Alsogaray: -En representación de las Fuerzas Armadas vengo a pedirle que abandone este despacho. La escolta de granaderos lo acompañará.
Illia: -Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sino tan sólo a un grupo de insurrectos. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos…
Alsogaray: -Señor Presid… (rectificándose) Dr. Illia…
Varias voces: -¡Señor Presidente!
Alsogaray: con el fin de evitar actos de violencia, lo invito nuevamente a que abandone esta casa.
Illia: -Son Ustedes quienes están provocando la violencia. Ustedes no tienen nada que ver con el Ejército
de San Martín y de Belgrano. Le han causado mucho mal a la Patria y lo seguirán causando. El país los condenará por esta usurpación…
Alsogaray: -Usted está llevando las cosas a un terreno que no le corresponde, Dr. IIlia; le garantizamos su traslado a la residencia de Olivos. Su integridad física está asegurada.
Illia: -Mi bienestar personal no me interesa. Me quedo trabajando en el lugar que me indica la ley y mi deber: Como Comandante en Jefe, le ordeno que se retire.
AIsogaray: -Yo sólo recibo órdenes del Comandante en Jefe del Ejército.
IIlia: -El único Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas soy yo. Ustedes son los insurrectos. ¡Retírense!
Los jefes militares abandonan el despacho presidencial. A las seis, retorna el Coronel Perlinger en compañía
de oficiales subalternos. Perlinger se acerca por la izquierda hasta la mesa de llIia y le dice en tono firme:
Perlinger: -Dr. Illia, en nombre de las Fuerzas Armadas, vengo a decirle que ha sido destituido.
Illia: -Ya le he dicho al general Alsogaray que ustedes no representan a las Fuerzas Armadas.
Perlinger: -Me rectifico. En nombre de las fuerzas que poseo…
Illia: -Traiga esas fuerzas.
Perlinger: -No lleguemos a eso…
Illia: -Son ustedes los que emplean la fuerza, no yo.
Perlinger y sus acompañantes se retiran. A las 7.25 vuelve Perlinger está vez al frente de un grupo de efectivos de la guardia de infantería de la Policía Federal, portando pistolas lanzagases.
Perlinger: -Dr. llIia, su integridad física está plenamente asegurada, pero no puedo decir lo mismo a las personas que se encuentran con Usted. Ellos serán desalojados por la fuerza.
IIlia: -Su conciencia le va a reprochar lo que esté haciendo (dirigiéndose a la tropa policial). A muchos de Ustedes les dará vergüenza cumplir estas órdenes indignas de quien ni siquiera es su jefe. Acuérdense: cuando cuenten a sus hijos lo que hicieron en este momento, sentirán vergüenza…
Perlinger: Dr. Illia tendremos que usar la fuerza…
Illia: -Es lo único que tienen…
Perlinger: -(con tono enérgico, a sus subordinados) Dos oficiales a custodiar al Dr. Illia, los demás avancen y desalojen el salón.
La tropa avanzó mientras que los dos oficiales de policía que debían vigilar a Illia no pudieron cumplir su cometido, pues éste fue inmediatamente rodeado por sus colaboradores. Hubo forcejeos, pero en pocos minutos el despacho fue desalojado. Illia y sus colaboradores bajaron por las escaleras hasta la planta baja, seguidos de cerca por el pequeño batallón de lanzagases. Eran las 7.40. Sobre las veredas de la Plaza de Mayo y del Banco Nación, varias docenas de soldados cuerpo a tierra apuntaban hacia la Casa Rosada con sus fusiles. A las 7.45 Illia subía a un taxi, rumbo a la casa de su hermano en Martínez.
Años después, el coronel Luis C. Perlinger envió al doctor Illia la siguiente nota:
«A principios de 1966 siendo usted Presidente de la Nación, tuve algunas reuniones en Mar del Plata y en Buenos Aires con generales que ocupaban altos cargos en el EMGE, a los cuales traté de convencer de no romper el orden institucional. Ante la inutilidad de mi prédica y guiado por el desconcepto de que la unidad de la fuerza amenazada por casos aislados de oposición era más importante que el respeto a la Constitución, me plegué al movimiento que estalló el 28 de junio. Circunstancias que no se buscan, pero que se dan con frecuencia en los hombres de acción me asignaron un rol imporlante en su destitución.
En una presentación fechada en julio de 1976, que repartí profusamente y de la cual me ocupé de enviarle un ejemplar escribía: ‘Hace 10 años el Ejército me ordenó que procediera a desalojar el despacho presidencial. Entonces el Dr. Illia serenamente avanzó hacia mí y me repitió varias veces: Sus hijos se lo van a reprochar’. ¡Tenía tanta razón! Hace tiempo que yo me lo reprocho porque entonces caí ingenuamente en la trampa de contribuir a desalojar a un movimiento auténticamente nacional.
Usted me dio esa madrugada una inolvidable lección de civismo. El público reconocimiento que en 1976 hice de mi error, si bien no pude reparar el daño causado, da a usted, uno de los grandes demócratas de nuestro país, la satisfacción de que su último acto de gobiemo fue transformar en auténtico demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas de su cargo constitucional…»
Don Arturo nos deja una lección de Civismo… no alcanzan las palabras para describirlo. Sólo esperamos que el reflejo de sus acciones ilumine cada paso que damos, y que podamos vernos en su espejo, donde los mediocres no podrán nunca hacerlo. Recordemos con solemnidad al ciudadano, al militante, al político, al médico… recordemos al Hombre.
Publicado por la JR Arturo Illia
Enviado por Álvaro Centurión
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