
Por Rolando Gallego
9 de agosto de 2024
Actriz clave del cine argentino de los últimos 25 años, estrena Culpa cero, su segunda película como realizadora, en medio de un panorama incierto para la producción local. En esta entrevista, analiza esta nueva experiencia en la dirección, cuenta cómo evolucionó su método de trabajo y revisita los personajes míticos que le dieron el lugar de privilegio que hoy ocupa en el imaginario popular.
Siguiendo sus instintos, aquellos con los que comenzó a transitar su camino en la actuación y la llevaron a recorrer el Parakultural, el Teatro San Martín y el Teatro Nacional Cervantes para luego explotar para el gran público en el cine y la televisión, Valeria Bertuccelli se pone una vez más detrás de cámaras en su segunda película, Culpa cero.
Codirigida con Mora Elizalde, escrita junto a Malena Pichot y protagonizada por ella misma, Justina Bustos, Cecilia Roth, Martín Garabal, Fabiana Cantilo y Gaia Garibaldi, la película desnuda el universo de los libros de autoayuda. Y Berta Muller, su personaje, es uno de esos que transmiten humanidad y verdad, escena tras escena.
–La película llega en un momento en el que se están cuestionando muchas cosas, pero construye un universo milimétricamente y sin que se vea forzado. ¿Cómo fue el proceso de escritura del guion?
–Fue un guion muy macerado, trabajamos con Male Pichot y con Mora Elizalde, y la verdad es que tomó su tiempo, algo que creo es lo más importante con lo que se puede contar al hacer una película. Y es lo que más caro cuesta.
–¿Siempre supiste que ibas a ser la protagonista?
–Sí, con Male siempre pensamos en que lo haría yo. Fue así también en La reina del miedo (N. de la R.: su primer filme como directora); pero ya en mi próxima película, que la estoy escribiendo, pienso dirigir y no actuar.
–¿Cómo fue elegir a tus compañeras y compañeros, que en la película están increíbles?
–Bueno, Gaia Garibaldi fue obra de la genia de María Laura Berch, la directora de casting. Es realmente una actriz increíble y muy especial, porque es la más adulta de todas y parece que no se da cuenta. Me pasó con todos los actores de la película, los que son profesionales, los que no, los que aparecieron de un casting: entendieron el tono. A Justina la veía en ATAV 2 hacer unas escenas dificilísimas, tremendamente lanzada, y pensaba que estaba increíble.
Y con Ceci ni hablar, pensé: “Si me dice que sí, me vuelvo loca”. Lo hizo y no lo podía creer. Después tuvimos varios encuentros. Eso fue lo que más me gustó hacer con las actrices: charlar, que entendieran el mundo de una película que habla de la amistad, de las mujeres. Antes de empezar a ensayar ya nos conocíamos mucho.
–Y además se sumó Fabiana Cantilo.
–Fue increíble, porque el de ella es un personaje que aparece solo dos segundos y tiene que estar colocado todo el tiempo. Yo a Fabi ya la conocía, un día vino a casa, charlamos, leímos y pasamos la letra. Se puso a improvisar y de hecho tomé mucho de eso. Es una actriz genial. Después está Fabián Arenillas, que trabajó con Martín Rejtman. Y Martín Garabal, con quien también nos reíamos porque yo le iba contando las referencias que tenía para su personaje y él me decía: “No sé si lo voy a lograr”; y resultó muy bueno.
–¿Qué inspiró a Berta Muller, tu personaje?
–Me acuerdo que Male me dijo: “Me encantaría verte haciendo de mala”. Y me gustó ir hacia eso, a un personaje superexagerado. Creamos una escritora de autoayuda que es una chanta total. No quiero spoilear la película, pero la hija de Berta está ahí, observando en silencio a la madre, con esa carga que tienen los testigos. Siempre dicen que a los hijos no les enseñás con lo que les decís sino con lo que ven. Y siento que eso es lo que resume la película: alguien que está haciendo cosas a troche y moche pero que tiene un testigo silencioso que sabe todo y va avisando a cada momento.
–Ella se muestra mala, pero a los dos segundos sabemos que no lo es tanto.
–Creo que a las personas no nos define lo que hacemos bien o mal, sino aquello que hacemos cuando nos damos cuenta de que actuamos mal. Y creo que la película también habla de eso. No me gusta decir que ella es mala –aunque yo creo que es un monstruo–, pero sí que no está bien lo que hace.
Sin embargo, a veces, cuando el monstruo pierde el vínculo más adorado que se puede tener, que es el de un hijo (y ella lo pierde) trata de tomar aquello que ya no puede agarrar y eso te da pena. Y me gusta mucho la idea de que te de lástima un monstruo. Por eso siento que la película es bastante abierta en ese sentido.
–El después…
–Y, creo que el después tampoco es inmediato. El otro día escuchaba a un monje que había trabajado con gente que estaba por morirse y comentaba que todos decían lo mismo: “Me arrepiento de lo que no hice; de lo que hubiera querido hacer y me guardé; de haber lastimado”. La peli habla de eso, de ese lugar común, que no me gusta repetir por obvio pero que generalmente se usa: “El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Y en realidad no es que tropieza dos veces sino veinte, y no se da cuenta.
La película tiene una mirada sobre la autoayuda, sobre que nada de eso sirve si no tenemos una visión un poco más general de todo. Por eso me gustaba la posibilidad de que este personaje dejara toda su humanidad expuesta.
–Es una película que habla de la amistad, ¿vos qué tan buena amiga sos?
–Me encanta recibir a mis amigas en mi casa, que siempre tenga las puertas abiertas para ellas. Aunque estemos dos o tres meses sin hablar, cuando retomamos la conversación es como si no hubiera pasado el tiempo. Tengo una amiga que vive en Francia –es mi mejor amiga– y aunque hablamos mucho por teléfono, cuando está aquí a veces no logramos vernos por falta de tiempo pero eso no afecta nuestra amistad. Para mí, el tiempo y la distancia no son tan importantes.
–¿Cómo vivís el hecho de estrenar una película en un contexto complicado?
–Se siente como si fuera a ser una de las últimas películas que se estrenan. Pero los argentinos estamos acostumbrados a salir adelante en medio de las crisis. Es una característica nuestra: que en tiempos difíciles el arte florezca. Seguiremos filmando de alguna manera: con celulares, con poco dinero, todos cobrando menos; pero siempre con la pasión de hacer cine. Este tiempo nos obliga a trabajar de maneras diferentes, pero no tengo dudas de que lo lograremos. Estrenar una película en este momento es un privilegio, aunque también es el resultado de muchos años de trabajo.
–¿Te genera presión ser directora de cine en un entorno donde en general es difícil para las mujeres lograr hacer una segunda película?
–Sí, siempre sentí presión. Recuerdo una conversación con Gonzalo Tobal, director de Acusada, donde ambos coincidíamos en que el momento más difícil siempre es el actual. La clave es aprender a estar alegre bajo presión y mantener un equipo feliz y creativo.
–Empezaste en el cine con Martín Rejtman, ¿qué te genera que la gente siga recordando a Silvia Prieto, además de otros trabajos, como «Un novio para mi mujer» con su escena de “Gachi, Pachi…”?
–Todo lo que aprendí del mundo del cine fue de la mano de Martín. La continuidad de esa película es divertida, porque empecé a filmarla embarazada y la terminé con Florián bebé. Él, junto con Gaby (N. de la R.: su esposo, Gabriel Fernández Capello, alias Vicentico) y Pablo Solarz son los primeros en leer mi trabajo y a quienes siempre muestro mis guiones y cortes iniciales. Aprendí mucho de Martín, eso de que hay que filmar sin importar las circunstancias.
Volviendo a La Tana, de Un novio…, al principio me cansaba que me la pidieran todo el tiempo, hubo como una época donde decía: “Basta, no la aguanto más”; hasta que pasó el tiempo, pegó la vuelta entera y la volví a querer. Trabajar con Adrián Suar fue muy divertido, me dejaron hacer todo lo que quise y eso hizo que la película hoy sea una de mis favoritas.
–¿Viste las otras versiones que se hicieron?
–Sí, es increíble. Me gusta ver cómo otras actrices interpretan el mismo personaje y le dan su propio giro. Vi la versión española y otra de la que no recuerdo el idioma, pero me fascina ver cómo cada actor se apropia del personaje de manera diferente.
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