Sabe mi Padre en los cielos
que me despojarán del día los treinta dineros.
Llegaré a mi Calvario final
quebrando mi hombro el pesado madero.
Caminando en mis plantas sangrantes,
cuando azuza mi sien el espino,
sordo al alarido cargado de ofensas punzantes,
paso a paso voy hacia mi destino.
Inmóvil por clavos a un árbol en forma de cruz
bebo el Cáliz de hiel que es mi trago asignado.
Ciego estoy al atardecer de mi última luz,
cuando llega la cruel lanza a hurgar mi costado.
Mientras, fútil, la primera tormenta cristiana
se derrama postrera sobre mi mortal carne humana,
brilla, inútil, el esplendor de la gloria romana
tejiendo el futuro en su histórico drama.
Hugo Pezzini
Ilustración: Andrea Mantegna
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