Por Inambú Carrasquero – Realmente fue una marcha silenciosa. Los familiares de los chicos quisieron llamarle caminata y, ciertamente, es la definición mas precisa. Eso fue; un sosegado pero decidido peregrinar de plaza en plaza, pasando por la esquina fatídica de aquella madrugada..
La diferencia con aquel domingo de hace un año, era la hora y en lugar de la llovizna, el último sol del atardecer que nos abandonó en la municipalidad.
Frente al edificio comunal, los mudos guardias policiales parecían innecesarios muñecos de adorno, dada la pasividad de la gente que, seguramente, se sorprendió al divisar entre las sombras del interior, las siluetas de los corpulentos integrantes del escuadrón de infantería, cuya presencia resultaba exagerada y hasta grotesca.
Mientras caminábamos, escuchando solo el rumor de los pasos sobre el asfalto y las veredas, pensé que los Baraderenses, a esta altura, podemos decir que tenemos nuestro propio Vía Crucis. ¿Cuántas veces, por dolores parecidos, hemos marchado por las mismas calles, repitiendo el recorrido de una plaza a la otra, por Anchorena o por San Martín, pasando por la comisaría y terminando en la municipalidad?.
Desde aquellas marchas por Analía, que parecían un eco de las de Catamarca por María Soledad, luego por Marisol, después por los primeros robos a los comercios locales, mas tarde por los asaltos a las abuelas y la muerte de Sofía, pasando por el solitario reclamo de los familiares de Karen Fernández, hasta ayer, pidiendo justicia por tres nuevas muertes, sospecho que esas rondas terminaron convirtiéndose en el primer impulso colectivo cuando olemos que nos acecha el peligro. Es nuestra forma de juntarnos, de sentirnos más unidos, menos inermes y de calmar la impotencia.
Nuevamente, el primer día de otoño nos encuentra como obstinados penitentes, recorriendo una vez más el camino de nuestro calvario ciudadano, pidiendo seguridad y exigiendo justicia por nuevas e injustas muertes que las autoridades no quisieron o no supieron evitar.
En nuestro pueblo quedarán para la historia, establecidas por el dolor popular, las estaciones de un Vía Crucis que deberemos recorrer una y otra vez, para no olvidar y para cancelar lo que pareciera un conjuro maldito: la Plaza Mitre, el Municipio, la Plaza Colón, la Comisaría, la esquina de Gallo y Belgrano y la más importante: el recuerdo permanente y la condena por el accionar de la conducción política que al día de hoy, continúa sin hacerse cargo de nada.
Ojalá guardemos y alimentemos celosamente la memoria de nuestros dolores, no para “hacer campañas políticas o politizar” como aducen algunos imbéciles, idiotas útiles, sino para hacernos cargo de nuestra responsabilidad ciudadana y para no repetir la historia; para no seguir cayendo y para encontrar, en medio de tanta locura y espanto, una nueva esperanza.
Quizá sea necesario que los jóvenes, con su sangre nueva, tomen la delantera e impulsen una búsqueda renovada y valiente en este pueblo agobiado por tanto ultraje y tanta injusticia.
Inambú Carrasquero
Comentarios de Facebook