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En su departamento, Augusto camina de un lado a otro. Espera la llamada que pondrá todo en marcha. Por ella, para ella, en su honor y como respuesta al absurdo, tiene que hacerlo. Se lo debe a Alicia; debe ir más allá de donde ella estaba dispuesta a ir. Hasta donde ella no querría, aún hasta el final.

Augusto ha buscando a Alicia por todos lados; no está en los hospitales; ninguna comisaría, regimiento o distrito militar reconoce su arresto. Su nombre no figura entre los que menciona la cuenta diaria de cuerpos que se difunde por radio —y la policía no ha identificado (¿aún?)  su cuerpo entre todos los que son “descubiertos” a menudo en los lugares más insospechados. En realidad, ni se busca su persona civil ni se busca su cuerpo muerto. La policía no les da oídos a las denuncias de gente desaparecida, o porque no corresponde, escapa de sus atribuciones o —en el peor y mejor de los casos— porque son tantas las ausencias que no hay posibilidad real de investigarlas.

Quizás Alicia todavía esté viva, tal vez siendo torturada. Las acciones y metodología del Estado Policial, que es como Alicia lo llamaba con tanta frecuencia, la han alcanzado y tragado.

Ahora Alicia es una nada, una inexistencia, o existe tan sólo en un espacio inalcanzable y secreto. El estado niega la mera posibilidad de realidad de un tal lugar donde se guarde a la gente chupada —pero ese estado que la niega es el mismo que controla cada espacio reconocido y desconocido —todo espacio— del país, mientras en medio de tantas ausencias hace notar su presencia más y más, hasta el límite de lo intolerable.

Cuanto más etéreos y abstractos se tornan esos seres ausentes, más sólida y concreta se hace la presencia de la autoridad que los niega.

Augusto sabe que ya no quedan medios legales. Ha agotado todos los recursos —hasta los más inimaginables— para encontrarla; ha hecho todo lo que se podía hacer. Pero hay algo aún: ahora su desesperanza lo ha empujado a un universo donde solamente existen la desesperación y un odioso deseo de venganza.

Augusto ha pasado al otro lado.

Alicia es una militante política y Augusto una rareza en el país de ese momento: un artista apolítico. Las vidas paralelas de Alicia y Augusto solo podrían encontrarse en un infinito improbable. Pero hoy la geometría no euclidiana que pareciera regular el sistema que la junta militar ha impuesto, ha transformado a los argentinos por ecualización. Los individuos de este país están hermanados en la intensidad del miedo, igualados en su desprotección ante la violencia del estado. Y es en este punto donde se generan coincidencias impensables.

La arquitectura ideológica de Alicia la llevaba a citar a Platón cuando hablaba de Marx; pero a pesar de ese nicho intelectual tan estrecho y personal que ella ocupaba, ella encontraba a Augusto en una región liminar de comunión estético-poética, y allí se entendían y amaban. Lo político que alicia traía al lugar de la pareja, hasta ahora tan sólo había ‘ilustrado’ ese sitio de coincidencia.

Ya no más. Sin Alicia, Augusto cruza un umbral que nunca imaginó que fuese alguna vez a pisar: al cabo entiende que la lógica kantiana que determina la ética humanista —esa que guía, explica y justifica el asiento y la función de lo racional— en la realidad actual argentina ha dejado de operar. Aquí y ahora el imperativo categórico demanda un gesto violento —y el desoírlo, una quiebra moral.

No es difícil para él contactar al comandante Guido. Augusto sabe quiénes en el grupo de estudio de Alicia son los más comprometidos, la gente que probablemente camina tanto en la superficie como en la clandestinidad. Ahora está listo para lo que vendrá.

Por eso va y viene febrilmente a lo largo de su estudio; espera la llamada que colocará todo en movimiento, que lo colocará en el movimiento.

Finalmente contesta el teléfono: —Seremos tres en un Peugeot 505 blanco. En la esquina de Maipú y Córdoba a las cinco. Estate en la puerta de la academia de arte y vigilá Córdoba: es por ahí que vendremos a buscarte —una voz le informa.

 

Después de dos taxis ocupados, toma el tercero. Veinte minutos más tarde, ya se encuentra en el lugar indicado. Un poco después ve un Peugeot que se acerca y corresponde a la descripción dada en la llamada. Transita casi pegado al cordón. Augusto sube sin palabras. Pocas cuadras después, antes de que el coche doble a la derecha al llegar a Carlos Pellegrini para dirigirse “hacia el bajo”, ya tiene en sus oídos los auriculares del minigrabador de cassette. Se lo acaba de entregar su compañero de asiento desconocido. Le pide que escuche la grabación moviendo la cabeza como si siguiera el ritmo de algún compás —fingiendo escuchar música.

Nuevamente una voz, esta vez metálica:

Seré breve y directo, compañero: el operativo será en el complejo industrial que Frigoríficos Latinoamérica tiene en Atracadero. Como sabe, nuestro primer contacto al respecto había sido con su pareja. Ella se rehusó a participar en la acción debido a principios personales. Se oponía a cualquier evento armado, pero la compañera siempre fue sumamente servicial en el área doctrinaria. Su desaparición suspendió nuestro comunicación, lo que lamentamos con sinceridad. Usted lo sabe. Pero es la guerra. Ahora, compañero, su oferta de servir a nuestros cuadros militantes en la toma de Atracadero nos presenta una segunda oportunidad. Por su gesto valioso recuperamos a la compañera, ya que de alguna forma ella está presente en usted, en su coraje, en su decisión de actuar militarmente. Ella nos presta este servicio.

Augusto nota que ni en la grabación ni en las comunicaciones entre los hombres que viajan dentro del automóvil se usan nombres o apellidos. No se revela ninguna identidad. El que no sabe no habla.

Lo que sigue es la información pertinente y sus instrucciones: El Ejército Revolucionario del Pueblo tomará la planta de Frigoríficos Latinoamérica en un gesto de repudio a la dictadura y al imperialismo norteamericano. Será una manifestación del pueblo contra la interferencia yanki en la política y economía de nuestro país. En esta operación armada denunciaremos el apoyo de las corporaciones y los organismos de inteligencia norteamericanos al aparato de la Junta militar. Además con ésta, nuestra acción guerrillera, denunciaremos también la presencia de personal de inteligencia de los Estados Unidos dentro del gobierno militar para aleccionar a las fuerzas armadas de nuestro país en tácticas, estrategias y acciones de “contra-insurgencia”.

El cuatro de julio —aniversario de la independencia de los Estados Unidos—  es la fecha simbólica elegida para tomar Frigoríficos Latinoamérica. Dominaremos a los obreros y ejecutivos que allí se encuentren, y los concentraremos en el patio central de la planta. Leeremos una proclama, distribuiremos literatura y abandonaremos el lugar de inmediato. Es un operativo relámpago estándar. No habrá toma de rehenes, ni amenazas —y, por supuesto, no habrá violencia.

Para asegurar el éxito del operativo necesitamos introducir en el local las armas para los combatientes. Deben estar dentro del frigorífico antes de la invasión del primer comando, quien las retirará del lugar de depósito y tendrá dispuestas en el momento de nuestro arribo.

Existe en esa industria una tradición de celebrar el cuatro de julio con un asado familiar “a la norteamericana”. Sabemos que los coches de todos los ejecutivos y sus familiares e invitados tendrán libre pase para ingresar a la sección de instalaciones residenciales del complejo los días tres, cuatro y cinco de julio.

Su misión, compañero, consiste en infiltrar nuestro armamento al frigorífico. Durante el atardecer del sábado tres de julio lo transportará desde Buenos Aires hasta Atracadero en la cabina de su furgoneta. Habrá un convoy para escoltarlo de un punto a otro, pero sólo hasta la entrada de Atracadero. Desde ahí en adelante irá por su cuenta.

Para mover esta carga debemos usar la máxima discreción. Usted debe obtener y portar uno de los pases a la sección residencial, adjudicados a los miembros del grupo familiar del Director de Seguridad, Víctor Palmeiras. No despertará sospechas. Su salvaconducto de ingreso está garantido por la política de la empresa. Usted es de la familia. Dada esta oportunidad que se ofrece y su situación, el material sólo puede ser transportado en su vehículo, por usted compañero. Su llegada a la planta será a las cero horas aproximadamente, pero no antes. Habrá una guardia de nuestro comando para prestarle protección durante la entrada. Le informamos que estará allí para su tranquilidad, pero Ud. no la verá. Su furgoneta no será inspeccionada. Tanto la carga como Ud. pasarán el control de seguridad sin dificultad alguna. Sabemos que esta no es su primera visita a su hermana allí, así que ya debe existir un registro suyo y de su vehículo.

Dejará la furgoneta en la segunda de las cinco plazas de estacionamiento asignadas al Director de Seguridad. La carga será retirada de forma subrepticia por nuestro comando avanzado.

Compañero, debe pasar la noche en la casa de Víctor Palmeiras y quedarse al asado, hasta que nuestro operativo haya finalizado. La familia debe estar completa en la celebración. Además, aunque su furgoneta ya haya dejado de ser pañol de nuestro arsenal cuando la acción militar sea realizada, no está demás para nosotros tener un miembro asociado, usted, y su vehículo dentro de la planta. Su colaboración será imperceptible y se reducirá a ingresar la carga. Pero si alguna participación suya fuera requerida durante la acción, se la solicitaremos en su momento.

Nuestra operación será incruenta: Las armas no serán disparadas. Nuestros combatientes han recibido entrenamiento específico para sorprender e inmovilizar a los agentes de la guardia de seguridad sin hacer fuego en absoluto.

Cuadros armados controlarán la concentración compulsoria del personal ejecutivo y del cuerpo obrero durante todo el desarrollo del operativo. Los cuadros de combatientes estarán armados tan sólo para asegurar el no derramamiento de sangre. Leeremos nuestras proclamas y distribuiremos nuestra literatura a todos los presentes. La retirada ordenada de nuestro personal militar será garantizada por las armas: El porte de armamentos es preventivo, disuasivo y simbólico. Lo repito una vez más: estamos armados con el objeto de impedir el uso de armas.

Somos el Ejército Revolucionario del Pueblo.

¡Hasta la victoria siempre, compañero! ¡Patria o muerte, venceremos!

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Continúa mañana

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