No conocemos a los muchachos de «La Cámpora», salvo algunos de Baradero, sabemos, también, que «El Cuervo» Larroque es su referente más conocido en el ámbito nacinal y que los medios hegemónicos insisten en señalar a Máximo Kirchner como su orientador ideológico.
Desde su mismo nacimiento, esa agrupación política kirchnerista integrada por jóvenes entusiastas, muchos de ellos incursionando por vez primera en las lides políticas, fue elegida como blanco de múltiples acusaciones que nunca terminan por ser probadas pero que van dejando alguna huella.
En los últimos días se informó, a través de la prensa llamada «hegemónica», que jóvenes de «La Cámpora» han llegado a algunas escuelas llevando el relato que en las páginas de la historieta «El Eternauta» inmortalizara Héctor Oesterheld, el destacado guionista que, en esa, su obra máxima, exalta los valores de la solidaridad, la democracia y la participación popular. Oesterheld afirma que el héroe individual, solo, nunca triunfa, la victoria es un producto de la participación de todos y ese es el mensaje que los jóvenes militantes pretendieron llevar a los alumnos de las escuelas. Interesante tarea luego de largos años en los que el elogio del individualismo, a cargo de los difusores del neoliberalismo, hiciera estragos en nuestra sociedad y también en la de otros países.
Bastó que estas ideas fueran difundidas entre algunos alumnos para que se levantara un variopinto coro de protestantes (al que se acaba de incorporar nuestra diputada provincial Antonijevic) que en ciertos casos no ha vacilado en comparar la actitud de «La Cámpora» nada menos que con la propaganda del nazismo.
Durante años, nosotros y nuestros hijos fueron educados, mal educados en realidad, mediante una versión falsa de la historia inspirada por el general Bartolomé Mitre.
En dedicatoria que Sarmiento firma en un ejemplar del «Facundo» y que le envía al citado general que no ganó ni una sola batalla, le escribe: «Remito a Ud. este libro pleno de inexactitudes a designio». A sabiendas de que lo que se enseñaba en nuestras escuelas era falso, la clase política que en los hechos gobierna para el antipueblo permaneció callada, tan en silencio como hace Osvaldo Bayer que protesta todos los días contra la memoria del general Julio Argentino Roca, fundador de la Argentina moderna, y calla permanentemente acerca de las atrocidades cometidas por Mitre. Parece que Bayer no conoce la figura que se ve en el billetes de dos pesos, pero sí le molesta y mucho la que se observa en el de cien.
Durante el pago de la deuda externa en tiempos de Domingo Cavallo, con perdón del mal recuerdo, la justicia encontró que se había hecho un pago de cuatro mil millones de dólares a la banca acreedora y que ese monto nunca había sido restado de la cuenta. Semejante revelación, escandalosa por donde se la mire, obtuvo solamente el silencio y la consecuente complicidad como respuesta.
A los argentinos se nos hizo cantar el Himno a Sarmiento y en las escuelas los alumnos recitaban «La niñez de amor un templo te ha levantado», pero jamás se les dijo a esos mismos alumnos quién era en verdad Sarmiento.
Se enseñó que había que honrar las deudas y se citaba la frase del presidente Nicolás Avellaneda quien dijo que, para pagar a los acreedores externos de la Nación, lo haría «sobre el hambre y la sed de los argentinos». Los discípulos de aquellos maestros, llegados al poder, no vacilaron en hacer cierta esa frase sin revisar siquiera que aquellos que habían contraído la deuda eran agentes comisionistas de los propios acreedores.
El fallo sobre la deuda, entregado por el juez de la causa al Congreso de la Nación, ya que éste tiene responsabilidad sobre los préstamos con el extranjero, fue a parar a un cajón y nadie reclamó que se sacara de allí y se discutiera públicamente. Ninguno vio traición a la Patria, nadie se dio cuenta de los cuatro mil millones de dólares pagados de más y ninguno de los periodistas «de la tele» ni de los diarios «serios», sacó cuentas de todas las cosas que se podrían haber hecho con ese dinero.
De más está decir que todo ese silencio contó con la complicidad de la gran prensa de la Argentina.
Estafa, humillación, abuso, despropósito, injusticia son palabras que corresponden a lo que nuestro país ha sufrido, pero ante semejante cosa no hay que hacer «ruido», hagámoslo porque a unos muchachos, jóvenes militantes, se les ocurrió visitar a unos alumnos en las escuelas contándoles una historia que por generosa, diferente y solidaria, probablemente logre entusiasmarlos y comiencen entonces a querer a su país, hecho que en algunos ámbitos siempre ha sido causa de preocupación.
Gabriel Moretti
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