“Es muy violento”, “Es de hombres”, “Te deforma el cuerpo”. Esas son tres de las tantas frases que se nombran frecuentemente en contra del rugby.
Se torna totalmente absurdo sostener que no es un deporte de contacto y agresivo, porque de hecho sí lo es. Y si esa fuera la definición de violencia, el deporte en general sería un grave error en la humanidad: Patadas en el fútbol, la defensa en el handball, palazos en el hockey, entre otros.
¿Pero acaso usted sabe que este deporte “agresivo” como así lo llama, está colmado de valores? “Un campo de rugby no es sólo un trozo de césped, es un trozo de vida”, y allí, en ese espacio, en ese lugar, se ve el coraje, la perseverancia, el compañerismo, la pasión, la humildad, la motivación, el amor, el respeto, la ayuda, la fidelidad, y el aprendizaje…
Sí, el aprendizaje. Y ese aprendizaje no apunta únicamente a saber hacer un tackle en el momento justo, ni mucho menos a saber tomar el balón y dar un pase correctamente. Es el aprendizaje más profundo, significativo. Un aprendizaje de vida. Un aprendizaje en la humanidad. En la solidaridad. En el compromiso. En el respeto.
Eso es el rugby. Donde la envidia, la intolerancia, el odio y el individualismo son ajenos a este mundo. Donde se cuida la pelota, así como también se cuida al compañero y al adversario. Donde nunca se retrocede, sólo se avanza. Donde existe el apoyo y el aliento. Donde no importa el color, el sexo, ni el tamaño. Porque es un deporte para humanos. Sí, para humanos que en una cancha y con una pelota ovalada aprenden y enseñan a vivir.
Dedicado a Las Escorpionas.
Por Agustina Carreras
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