Por María Sola
Tal vez por tantas ignorancias y ocultamientos nos toma de sorpresa que se quiera colocar una escultura de una mujer americana que estuvo al mando de tropas independentistas, mirando al río por el que llegó Juan de Garay a fundar Buenos Aires. Es una idea maravillosa. Pero también nos toma de sorpresa que en una asociación simplona y por un azar poco feliz se crea que Juana Azurduy y Cristóbal Colón sean figuras antagónicas. Es un grave error.
Tanto Túpac Amaru como Padilla, como su mujer Juana Azurduy, pertenecieron a la elite mestiza americana. Eran criollos. Ambos habían sido educados por los jesuitas en los mejores colegios. Vestían bien. Usaban vajilla de plata potosina y puños con encajes. Túpac Amaru hablaba latín tan bien como quechua y por supuesto que estaba al tanto de las ideas de Voltaire, (también educado por los jesuitas en Francia) y probablemente de las ideas del calvinista Rousseau, su contemporáneo.
Si Túpac Amaru fue el primer americano en abolir la esclavitud no fue por revivir ancestrales prácticas incaicas que admitían el sometimiento de tribus enemigas a regímenes similares al esclavismo europeo, fue porque había leído el “Contrato Social” y otros libros que en nombre de la razón reivindicaban un humanismo igualitario, ideas que estuvieron entretejidas en la historia de occidente desde la antigüedad clásica y habían llegado a los americanos de manos de los jesuitas que no en vano fueron expulsados de América del Sur en 1776.
Simón Bolívar era también un hombre de la Ilustración, había estado en Francia, conoció a Napoleón y se interesaba vivamente por la ciencia. ¿Alguien puede imaginar la revolución americana sin la Ilustración? ¿Alguien puede imaginar la Ilustración sin el Renacimiento?
De la fusión del judeocristianismo con las ideas del mundo clásico greco-latino vienen las ideas revolucionarias que encendieron y encienden nuestras tierras. ¿.Alguien puede imaginar al genovés Cristóbal Colón sin el Renacimiento? Por desafortunada que sea la palabra “descubrimiento” e incluso aceptando que hubiera habido contactos anteriores entre europeos y americanos, que tal vez se perdieron de ser registrados como verdaderos por la imposibilidad medieval de desentrañar lo mítico de lo real , Cristóbal Colón no iba más que a materializar algo que tarde o temprano tenía que suceder: los descubrimientos científicos que con enorme esfuerzo se abrían paso en medio de la maraña de prejuicios y de la inquisición, iban a dar las herramientas técnicas a la navegación para traer a los europeos a las costas de América : con Colón o sin Colón.
Pero Europa, que vio caer el mundo antiguo en manos del alumno de Aristóteles, Alejandro Magno, y que olvidó y recordó y que mató y que reconstruyó, no atravesó en vano su propia oscuridad. Trajo a nuestras costas y a las costas de los países que colonizó sus propias contradicciones: El humanismo y la Inquisición. Las ideas republicanas y el absolutismo. San Francisco y Santo Tomás. Los carbonarios anarquistas y los nazis. La socialdemocracia y el neoliberalismo. Marx y Nietzsche. Y al remoto Homero o quien fuera que escribió esos cantos, que por primera vez en la Historia de la Humanidad cuenta una saga en la cual no habla mal de los enemigos sino de la guerra, fundando el humanismo. De allí también venimos.
Dejemos en paz al navegante nacido en la República de Génova, que notable esfuerzo le habrá costado en sus tiempos adoptar el partido de la la razón y no el del oscurantismo. No es bueno juzgar a los hombres de hace centurias con parámetros de hoy. A escondidas de la inquisición, el clérigo polaco Nicolás Copérnico esbozaba su teoría heliocéntrica mientras Cristóbal Colón cruzaba el mar. No mucho después se sometía a tortura a Galileo.
Visto en el contexto de su tiempo fue Colón un hombre notable. Una cosa es discutir acerca de los atroces actos de Cortés y de Pizarro y otra es pensar en Cristóbal Colón, un navegante, aunque portara prejuicios de su tiempo. Erigir una estatua no es una santificación. Es sólo seguir un rastro. No necesitamos sacar la estatua ni humillar su memoria. En ese camino de lo bueno y lo malo que nos trajo Europa abrevaron San Martín, Güemes, Belgrano, Moreno y Castelli. También Guevara y Perón.
En 1831 en España era ejecutada la granadina Mariana Pineda por levantarse en contra de la monarquía. Que le pongan las ligas dijo antes de morir, que no quería que al ser ahorcada se le cayeran las medias. Eso también somos. Propongo que convivan todas las estatuas que sean necesarias para comprender nuestra complejidad. Que se abran paso unas a otras, que seamos sabios y convergentes. Eso es homenajear nuestra historia y estar orgullosos de ser americanos.
María Sola es arquitecta, mendocina de nacimiento, platense de estudios y salteña de residencia.
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