El padre de Pipo, apodado «El adivino» a raíz de una de las mejores anécdotas de la historia de Baradero, era un apasionado hombre del turf. Tanto que había rebautizado a sus hijos con los nombres de los de un famoso caballo de la década del 40 llamado «Congreve». Pero Pipo no resultó un hombre de los «tungos» y del hipódromo sino del aro, el tablero y la red, como también, aunque en un segundo plano, lo había sido su padre.
El mundial de básquetbol del año 1950 se disputó en nuestro país y la Selección Argentina resultó su ganadora. Ese hecho hizo que el básquet adquiriera entre nosotros una popularidad de la que había carecido hasta entonces y miles de jóvenes se dedicaran a su práctica. Entre ellos estaba, en Baradero, Norberto «Pipo» Rossi quien ha sido y es un verdadero y apasionado maestro de generaciones de ese deporte.
Su bondad innata, unida a su inclaudicable dedicación, resultaron la amalgama necesaria para que, con los años, tanto esfuerzo diera sus frutos, siendo tal vez el más destacado de ellos Santiago Ibarra que, a sus indudables méritos individuales, suma el haberse formado en una escuela basquetbolística a la que sin duda alguna Norberto Rossi le dio su impronta, prolongada en «Chucha» Giandionoto y en Diego Cuello hoy día, como éste último lo reconociera ayer durante una entrevista radial.
El profesor de Educación Física Norberto Rossi vive hoy en Buenos Aires y agrega a su meritoria tarea formativa el haberla desarrollado con humildad, sin estridencias y haciendo hincapié en la formación integral del deportista, lo que no es poca cosa reunida en una sola persona. Tiene en nuestra ciudad una hermana, sobrinos y muchos amigos que lo aprecian; nosotros desearíamos que estas líneas tuvieran nada más que el mérito suficiente para que también Rossi reciba el reconocimiento que merece y creemos le debe toda la sociedad baraderense.
Gabriel Moretti
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