Parece un oasis en medio del desierto. Día a día, aquel Baradero que dejé de pibe no hace otra cosa que enviarme noticias tristes. La quema de nuestros patrimonios, las muertes inocentes, los chicos vestidos de grandes que abandonan el mundo por no encontrarle sentido, la inseguridad, la desocupación, la desunión política y otras tantas cosas. Y como el fútbol no es ajeno a nuestra sociedad, sino todo lo contrario, también él se fue apagando con el paso del tiempo.
Atrás quedaron los estadios colmados, los combinados que no distinguían colores, los refuerzos de nível, las atajadas de Darío Lergen o Walter Ferré, las barridas de Ansaloni o el Ruso Pulimeni, los interminables saltos del Chian Sagasta, las proyecciones por la banda derecha del Nachi Miranda. Ni hablar de los letales abanderados del gol, como Guille Barbeito, Alejandro Débole o el mismísimo Sergio Saucedo, luego gloria en Villa Dálmine.
Ellos con otros tantos gloriosos nombres sacaban pecho por la ciudad, visitar Baradero era una parada brava.
Me fui lamentando no volver a vivir esas sensaciones. Era sencillamente emocionante ver a toda una ciudad detrás de un sueño. Creí que esa pasión no volvería a despertar en ningún baraderense. Pero afortunadamente, el presente me contradice. Era imposible imaginar que aquel entusiasmo no vuelva a florecer. Solo estaba descansando. Y como todo LOBO mañoso, solo reposaba esperando el momento oportuno para dar el zarpazo.
El domingo 27 de Marzo de 2014, mi Baradero, aquel que yo creía jamás volver a ver, despertó de su letargo.
Con otros nombres que nos devolvieron la gloria, pero con la misma pasión de aquellos años. Ya sin La Gata Simour, pero con el extraordinario Esteban González, ya sin Jorge Pavesi ni Tito Lonfat, pero con Jesús Silva o Facundo Roldán, lejos del Chiqui Portillo, pero con el excelso Santiago Sandoval, tampoco estuvo El Chita Lezcano ni La Fiera Marich, pero el interminable Ariel Giles los representó de la mejor manera.
El Club Sportivo Baradero ascendió al Argentino B, señores. No es un sueño, es una realidad.
Un gran tipo y excelente profesional como Marcos Barlatay le devolvió lo aprendido a su ciudad, aquella que lo vió nacer y cobijó sus primeros pasos para luego saltar al fútbol grande. Pavada de retribución la del DT. Nunca olvidó de sus raíces, y eso, justamente eso, lo egresa de la Facultad de la Vida como flor de tipo.
Gracias a todos los artífices de esta alegría, porque más allá del fútbol, hay vida, y por Ustedes, gracias a Ustedes, volví a creer en mi ciudad.
MARCELO MELCHIORI
Rosario – Santa Fe
www.efemeridesdeportivas.blogspot.com
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