
Un lavarropas de cemento, no ha de haber muchos de ese material.
Cuando aparecieron los primeros lavarropas, su precio era elevado y no estaban al alcance de la mayoría de la población. Para aliviar la tarea de su esposa, don Manuel Firpo recurrió a su ingenio y al de dos compañeros de trabajo.
Firpo construyó un lavarropas de cemento, lo colocó sobre dos soportes de madera y revistió todo el interior con trozos de azulejos de los llamados «vicri». Sobre uno de los laterales del artefacto instaló una pequeña turbina que hacía girar con un motor eléctrico ubicado afuera del lavarropas y cuya velocidad de rotación era regulada mediante un ingenioso sistema diseñado por Enrique Habegger y hecho con una pieza de un automóvil Ford T.

La turbina estaba sobre un lateral, nótense los azulejos que revisten.
La turbina la colocó don Juan Lapadula y dejó un orificio para lubricación, lo que se hacia mediante el auxilio de un pequeño embudo por medio del cual se mandaba aceite al buje sobre el que giraba el eje.
Se le hizo una tapa de madera y aseguran los familiares de Firpo que lavaba muy bien; duró hasta que una vez que se rompió la turbina, ya no estaba Lapadula en este mundo para repararla y así quedó inutilizado pero la familia lo conserva como una rareza, cosa que verdaderamente es.

La llave diseñada por Habegger para regular la velocidad de la turbina.
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