
Axel Kicillof ha emergido como uno de los principales referentes del peronismo, no solo en la provincia de Buenos Aires, sino en el país. A lo largo de dos mandatos consecutivos como gobernador de la provincia más importante de Argentina, Kicillof ha consolidado su liderazgo a través de victorias electorales que reflejan su capacidad para conectar con las demandas sociales de los sectores populares. Este éxito, además, ha proyectado su figura más allá del territorio bonaerense, situándolo en el centro de las discusiones sobre el futuro del movimiento peronista en un contexto de fragmentación interna.
Lo que distingue a Kicillof es su estilo de gestión, marcado por una proximidad constante con las bases y un enfoque territorial que prioriza la atención directa a los problemas de la gente. Mientras otros actores dentro del peronismo han recurrido a discursos abstractos o alianzas políticas volátiles, el gobernador ha logrado cimentar una narrativa sólida de cercanía, sensibilidad social y eficacia administrativa, particularmente en áreas críticas como las políticas sociales ,la salud y la educación. Esto le ha permitido no solo revalidar su mandato, sino también capitalizar sobre la crisis de representación que afecta a amplios sectores del electorado argentino.
Este escenario se enmarca en una coyuntura donde el peronismo enfrenta la necesidad urgente de renovar su proyecto político. Tras décadas de liderazgo, muchos sectores comienzan a criticar la exposición excesiva de figuras como la de Cristina Kirchner, que si bien sigue siendo una referencia , ha sido expuesta en enfrentamientos que han debilitado su influencia. En un contexto donde líderes como Javier Milei han crecido en popularidad apelando al desencanto ciudadano, esta estrategia ha sido vista por muchos dirigentes peronistas como un error. El desgaste de la figura de Cristina no ha beneficiado al espacio, y ha generado un vacío de poder que Kicillof podría estar comenzando a llenar.
El acto del Día de la Lealtad en Berisso simboliza un intento de rearticular el peronismo en torno a una unidad más sólida, con una convocatoria que abarca a todo el espectro del movimiento. Sin embargo, las tensiones son palpables. La crítica de muchos dirigentes hacia sectores que insisten en utilizar a Cristina Kirchner como única herramienta de movilización es cada vez más fuerte. Sostienen que esta exposición termina favoreciendo indirectamente a sus adversarios políticos y que es momento de generar una renovación interna que permita al peronismo recuperar su capacidad de ser un proyecto de transformación social y política.
Lo que está en juego para el peronismo no es solo una cuestión de supervivencia electoral, sino de redefinir un proyecto político que pueda responder a las demandas de una sociedad cada vez más crítica y movilizada. Kicillof parece ser consciente de esto y ha comenzado a proyectarse como un líder que puede articular un peronismo renovado, adaptado a los nuevos desafíos.
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