
Este año votamos… pero también observamos
En Baradero, como en muchas ciudades del interior argentino, la política local parece navegar en aguas cada vez más turbias. La única certeza en este 2025 es que se votará para renovar diputados nacionales, legisladores provinciales, concejales y consejeros escolares. Sin embargo, la incertidumbre no se limita al calendario electoral: atraviesa, sobre todo, el vínculo entre ciudadanía y representación política.
El clima social en Baradero es de profundo desencanto. La comunidad vive un proceso de desgaste emocional y material frente a la persistente crisis económica, el deterioro del espacio público y la creciente sensación de ser ignorada por quienes deberían gobernar escuchando. En este contexto, las propuestas políticas que se presenten en la campaña requerirán mucho más que eslóganes. Deberán ofrecer fundamentos sólidos, comprensibles y honestos para ganar credibilidad ante una sociedad que ya no confía con facilidad.
La crisis como oportunidad (o amenaza)
Desde una mirada sociológica, el actual momento político y social en Baradero puede ser interpretado como un punto de inflexión. Las crisis, como enseñan teóricos como Zygmunt Bauman o Pierre Bourdieu, no solo son momentos de caos, sino también de redefinición de sentidos. En una sociedad que experimenta una ruptura en el lazo social y una pérdida de confianza en las instituciones, la política —si quiere seguir siendo herramienta de transformación— debe reinventarse en función de una ciudadanía cada vez más crítica.
La pregunta que se impone es: ¿qué tipo de propuestas pueden entusiasmar a una comunidad que se siente olvidada incluso en sus demandas más básicas? Cuando la gente pide limpieza de calles, poda de árboles o mantenimiento de luminarias, no está pidiendo poco. Está exigiendo el mínimo indispensable para vivir con dignidad.
Conducta y transparencia: demandas que no se negocian
En este contexto de escepticismo, la conducta ética de quienes aspiran a representar al pueblo se vuelve central. La ciudadanía ya no sólo observa las plataformas electorales; observa comportamientos, discursos, contradicciones. Una gestión que no escucha, que naturaliza el abandono o que opera con opacidad, es fácilmente detectada por una sociedad cada vez más conectada e informada.
Por eso, la transparencia y la honestidad no pueden seguir siendo un agregado decorativo, sino que deben estar en el centro de toda propuesta. Es momento de redefinir el rol del político local: más cercano, más accesible, más comprometido con la cotidianidad.
La urgencia de un debate real: el rol de los medios
En años electorales como este, el rol de los medios de comunicación es más crucial que nunca. La banalización del debate, la cobertura superficial de las campañas o el énfasis en lo anecdótico y lo personalista solo refuerzan el desapego ciudadano. Es momento de ejercer un periodismo que promueva el pensamiento crítico y coloque el eje en las ideas, no en los nombres.
Establecer como prioridad el debate de ideas reales, posibles y fundamentadas es la única manera de devolverle densidad y sentido al acto democrático. De lo contrario, la política local seguirá atrapada en una lógica de mera supervivencia, lejos de su razón de ser: mejorar la vida de la gente.
Conclusión: la escucha como horizonte
Baradero necesita más que una campaña electoral: necesita un proceso de reencuentro entre la política y la comunidad. Necesita dirigentes que escuchen de verdad y propuestas que respondan a las necesidades reales de quienes habitan la ciudad. El hartazgo no se combate con marketing; se enfrenta con empatía, responsabilidad y visión.
Este año electoral no puede ser una repetición mecánica de fórmulas. Tiene que ser una oportunidad para ensayar un nuevo pacto social, uno basado en la transparencia, el respeto mutuo y la centralidad del bien común.
La ciudad está cansada, sí. Pero también está atenta. Y eso, en tiempos de crisis, es una señal de esperanza.
Comentarios de Facebook