ISFT 192 – Dinámica grupal – Tec. Sup. En Adm. de RRHH – Alumnos: Ceglia S.- Meister M.- Montero P.- Wenker M.

Las redes sociales han adquirido un papel central en la vida de los jóvenes, influyendo directamente en su autoestima y en la forma en que se relacionan consigo mismos y con los demás. Desde la psicología y la sociología, este fenómeno se analiza a partir de sus efectos emocionales y la lógica de exclusión social.
En primer lugar, el uso de redes sociales puede tener efectos positivos y negativos en la autoestima de los jóvenes. Por un lado, permiten explorar la identidad, encontrar comunidades similares y recibir apoyo emocional. Pero por otro, también generan dinámicas de comparación constante, búsqueda de aprobación. Esto puede perjudicar la percepción personal y generar dependencia emocional del reconocimiento externo.
Estas experiencias individuales se vinculan con las ideas de sociólogos como Zygmunt Bauman (Trabajo, consumismo y nuevos pobres, 2007), quien sostiene que hemos pasado de una «sociedad de productores» a una «sociedad de consumidores», donde el valor de las personas ya no se mide por lo que hacen, sino por su capacidad de consumo y visibilidad. En este contexto, quienes no logran destacarse en las redes o no pueden adaptarse a sus lógicas de exposición son vistos como irrelevantes o descartables, cayendo en lo que se denomina una “muerte social”. Siguen existiendo, pero son ignorados y marginados simbólicamente.
Las redes sociales refuerzan esta lógica: sólo quienes generan contenido atractivo, reciben muchos “likes” o mantienen una presencia activa, son tenidos en cuenta. Esta cultura efímera y del descarte promueve una culpabilización individual por no “triunfar” digitalmente. Se instala la idea de que el fracaso es responsabilidad personal, ignorando los factores estructurales que condicionan la participación.
En definitiva, las redes sociales, aunque pueden fortalecer la identidad y brindar espacios de expresión, también reproducen mecanismos de exclusión y presión emocional. Comprender esto es clave para promover un uso más consciente, saludable y crítico de estas herramientas, y evitar que se conviertan en un reflejo cruel de la lógica del consumo y la invisibilidad.
Hoy en día, nuestra presencia en redes sociales se volvió casi una carta de presentación. La llamada «muerte social» describe esa sensación de aislamiento o exclusión que sienten muchas personas cuando no logran mantener una presencia activa o «exitosa» en línea. En este mundo digital, parecer invisible es casi como no existir.
A su vez, vemos el auge de influencers y emprendedores digitales, que han hecho de las redes su espacio de trabajo y de conexión. A través de contenido atractivo, promocionan productos, comparten su vida o su experiencia, y construyen comunidades.
Estos aspectos revelan la búsqueda de conexión, validación y pertenencia en un mundo cada vez más mediado por pantallas. Hoy, la presencia en línea define, para muchos, el valor personal. Además, crear una identidad digital se hace necesario para poder insertarnos en el mercado laboral.
La presión por mostrar una imagen «perfecta» puede afectar la salud mental, aumentando la ansiedad, la frustración o el sentimiento de soledad. Por eso, es fundamental recordar que lo más importante sigue siendo la conexión humana real, y no solo en los likes.
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