La tragedia de Baradero, donde perdieron la vida dos chicos que circulaban en moto, sacó a la luz una realidad de irresponsabilidades, ilegalidades y violencia que contrastan con la imagen que suele tenerse de las ciudades o los pueblos del interior.
Los menores cayeron de la moto a raíz de un choque con una camioneta de la Inspección de Tránsito. Los jóvenes utilizaban una moto sin papeles y no llevaban casco. Según algunas versiones, el vehículo oficial embistió a los jóvenes en lo que sería un procedimiento repetido de intercepción y, según otras, se trató de un choque.
Luego del hecho, un grupo de vecinos atacó e incendió dependencias municipales, en una reacción entendible pero injustificable de justicia por mano propia y destrucción del patrimonio público. De acuerdo a la versión oficial, la acción no habría sido espontánea sino organizada para destruir pruebas de infracciones de tránsito de motociclistas. Según la misma fuente, existiría una modalidad que consiste en vender en Baradero motos robadas en otras ciudades y viceversa, por lo cual existen muchas de ellas en condición irregular. Los operativos de control derivaron en la incautación de numerosos vehículos y en un enfrentamiento entre jóvenes e inspectores.
La no utilización del casco y las conductas riesgosas han sido reconocidas por numerosos testimonios y, de hecho, al día siguiente de los hechos que se comentan, otro joven motociclista que no usaba casco murió en un choque con un auto.
El cuadro muestra, por lo tanto, procedimientos dudosos de la autoridad, violencia que no fue contenida por la Policía, una cadena de delitos que todos dicen conocer pero que continúa, y que es aprovechada por ciudadanos comunes. Hay, también una irresponsabilidad extendida en materia de seguridad vial que involucra a menores y a sus padres.
Todo indica que no sólo es necesario una investigación judicial sobre los hechos sino también una reflexión sobre la cultura ciudadana y la vida política en Baradero.
La muerte de dos jóvenes en Baradero sacó a la luz un cuadro de irresponsabilidades, delitos y sospechas sobre el poder local. Es necesaria una reflexión sobre la cultura ciudadana en la ciudad.
Clarín.com
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